Evitemos otra Semana Trágica
La rigurosa aplicación de la ley se ha demostrado como el único remedio eficaz contra el persistente virus independentista. De ahí que la Fiscalía de la Audiencia Nacional haga bien en investigar hasta las últimas consecuencias los hechos violentos que están acaeciendo en Cataluña para así determinar posibles delitos de rebelión o malversación, entre otros. Los instigadores del golpe de Estado contra España van cayendo poco a poco gracias al inapelable trabajo de la justicia. Incluso el huido Carles Puigdemont es ya un reo a la espera de verse las caras con el magistrado Pablo Llarena en el Tribunal Supremo. No obstante, el régimen separatista da sus últimos coletazos a través de la violencia. La radicalidad de esos comandos callejeros denominados CDR —Comité de Defensa de la República— cada vez se recrudece más.
Evidencia de que los sediciosos están en un callejón sin salida y sólo les queda provocar al Estado para tratar de encontrar a base de totalitarismo los argumentos de los que carecen mediante la democracia. De ahí que el Gobierno tenga que ser firme y al mismo tiempo muy cuidadoso. Extremar la vigilancia, reforzar el artículo 155, pero nunca darles excusas para que acaben como mártires, pues es ahí a donde quieren llegar ahora que ya saben que su movimiento político basado en la ilegalidad ha fracasado estrepitosamente. Ante todo hay que evitar un remedo de aquella Semana Trágica que durante el verano de 1909 llevó la muerte a las calles de Barcelona a causa de la violencia anarquista. A tenor de los actos —han cortado varias carreteras— y las amenazas que están llevando a cabo las facciones más radicales del independentismo, la comparación no es exagerada, ni mucho menos.
Además de estar siguiendo las tácticas de la kale borroka que llevó el terror al País Vasco durante décadas, los actos violentos cada vez se suceden con más asiduidad y virulencia. Durante la madrugada de este mismo lunes, los comandos sediciosos han atacado un concesionario de Mercedes-Benz en Barcelona con un artefacto explosivo. Cualquier ataque de este tipo puede acabar en tragedia si no se actúa de un modo rápido y contundente. Por si fuera poco, el clima social es casi irrespirable. Las amenazas de muerte al magistrado Pablo Llarena y su mujer persisten y políticos irresponsables como el eurodiputado de ERC Josep-Maria Terricabras llaman a “un levantamiento popular”. Acciones y palabras que han de ser castigadas para que nadie piense que en Cataluña, y por extensión en España, se ha instaurado el libre albedrío. La violencia sólo engendra violencia y, ante eso, el peso de la ley es el único remedio.
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