¿Debería Sánchez autodenunciarse?
A diez mil kilómetros nos queda la Argentina, pero qué cerca la hemos tenido esta semana gracias al de la motosierra. Desde allí nos han venido dos noticias con chicha para el gremio de columnistas y tertulianos que hoy les vengo a comentar. Ya nos podría llegar algo de motosierra, pero nos tendremos que conformar con las noticias.
La primera es que ningún ministro acompañó al Rey en la toma de posesión de Milei. ¿Y qué?, preguntarán muchos. Pues yo se lo explico: esto no es sólo un desplante a Milei, sino también al Rey, a la Constitución y a la Ley. La Constitución obliga a que sean el presidente o los ministros quienes refrenden y se responsabilicen de los actos del Rey (también de sus viajes oficiales). Por ello, solemos verle acompañado siempre de un ministro (es el llamado refrendo implícito). Y no cabe delegar esa función en el secretario de Estado, tal como hizo el ministro de exteriores, pues la ley del Gobierno lo prohíbe expresamente.
Ya sé que todo eso es muy fino para que lo aprecien Óscar Puente o Patxi López. Puede parecer un tema menor, aunque sea una muestra más de que el Rey y la Constitución quedan al otro lado del muro que Sánchez nos anunció y que ya ha empezado a construir en Pamplona. Ya sabemos en qué lado del muro y con quiénes prefiere quedarse él, con esos a los que aún sus manos huelen a pólvora.
Pero este desplante ilegal ha quedado eclipsado por el corte de la entrevista a Abascal, la segunda noticia que nos llega de Buenos Aires y que ya está en la Fiscalía porque dicen que nos incita al odio. Y, sobre esto, ¿qué quieren que les diga?, más allá de que esa denuncia tiene menos recorrido que el tren chispita, salvo que la Fiscalía vaya en contra de su propia circular sobre la interpretación de ese delito.
Y es que, a mí, con esto del odio a una persona me pasa como con el amor, que no me lo puede despertar un tercero. No amo (u odio) porque una celestina (o una cizaña) me animen a amar (u odiar) a alguien. Si amo (u odio) será porque sale de mí, por el aprecio (o desprecio) que me inspire el amado (u odiado). Así que, bien pensado, si hay que denunciar a alguien por incentivar a odiar a Sánchez es al propio Sánchez.
Es el mismo Sánchez el que da motivos, con sus traiciones, con sus diarias mentiras, con sus insultos a nuestra inteligencia, con argumentos de todo a 100, con su doble y sectario rasero. Es él el que confunde adversarios con enemigos, el que estigmatiza a Vox mientras blanquea a Bildu. Es él el que liberó violadores, beneficia etarras y saca de la cárcel a golpistas. Es Sánchez, con sus burlas y sus risas de hiena, con sus bamboleos entre palmeros arribistas y con sus ataques -por acción u omisión- a jueces, funcionarios y empresarios y a todo aquel que no baile a su ritmo. Si alguien quiere odiar a Sánchez no hace falta que busque quien le incite a ello. Ya se encarga Sánchez de dar motivos.
Pero no caiga en la trampa, y menos en Navidad. A lo mejor es eso lo que quiere, pues de eso vive, parasitado en la Moncloa, de enfrentar a los españoles, con su selectiva memoria del pasado y construyendo un muro para el futuro. Es mejor odiar menos y votar mejor. Y mientras llega ese momento, ya que no lo ha dicho ningún ministro, les felicito yo: suerte a los argentinos y ¡Viva la libertad, carajo!
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