Cuando la derecha pide permiso
España es ese país donde la izquierda política puede unirse en plataformas, confluencias, mareas, colectivos, sumatorios varios y unidos descosidos, que tendrá la bendición urbi et orbi de sus medios afines y de una ciudadanía indiferente a ese cuestionable mantra de que el socialcomunismo significa progreso. No importa cuántos se junten para ir a las elecciones o para conformar el gobierno más numeroso, siniestro y Frankenstein de la historia, que no piden permiso a nadie. Sin embargo, la derecha, acomplejada como ella sola, tiene que solicitar audiencia a la progresía oficial del reino para firmar un mero pacto entre dos partidos, los que representan a su votante sociológico, y cuyo mandato ha sido claro y manifiesto: gobiernen y deroguen el sanchismo. Sin embargo, cuando vives pendiente del que dirán -tus enemigos- y eres especialista en pulsar el botón rojo de autodestrucción cada vez que las cosas te van bien, prefieres contentar a los que nunca te van a votar antes que cumplir con el programa y las ideas que te han hecho merecedora de ser votada. No aprenden. A la izquierda, a esta izquierda, no se le pide permiso, se la derrota en las urnas y se le derogan las políticas que han causado desigualdad, miseria, enfrentamiento y retroceso.
Mientras en el PP no entiendan que su votante está más cercano a Vox que al PSOE y a la extrema izquierda y que no debe contentar a La Sexta, El País o La Ser sino ser una fuerza liberal conservadora acorde con su historia, que no es otra cosa que defender la historia de España, seguirán a remolque de lo que la izquierda dicte y mande. Quienes deben ir con la cabeza baja son, precisamente, los que dan lecciones éticas y morales sobre lo que es correcto hacer y con quién es saludable pactar. Los complejos y miedos no son la mochila adecuada en un viaje cuando sabes que estás haciendo lo correcto. Pero la derecha política en España no cambiará, siempre será ese misterio, inexplicable e insondable y la única derecha en Europa que para vivir tiene que pedir permiso a la izquierda, cuando lo que tiene que hacer es pedir paso. Sin perdón.
Porque en todo el proceso degenerativo de modificación de costumbres y alteración de la verdad y la realidad que Sánchez y sus medios afines han implantado en la política española, uno de los más significativos es el que se refiere al pasado del propio Sánchez y del PSOE. En la entrevista reciente con Ana Rosa, el presidente moción le dijo que no iba a permitir una gestión como la que hizo en su momento Rajoy, atribuyendo a este la decisión de congelar las pensiones tras las crisis de 2008. Lo hizo con esa mirada fría y ese tono solemne del que sabe que está mintiendo, pero no siente ni padece por ello. Porque es bien sabido que en 2008 gobernaba Zapatero, es decir, el socialismo, y que fue el presidente por accidente quién tomó esa impopular medida de no actualizar las pensiones, junto a otras de similar magnitud que hoy serían tachadas de neoliberales por el catecismo del zurderío más ortodoxo.
Saben que el ciudadano medio en España, de memoria corta y frágil, es permeable a ese relato Matrix, incluso creíble para el tipo leído e informado, sobre todo en los medios de izquierdas, que asumen la mentira como parte de su código deontológico. Lo repetimos: fue el PSOE el que congeló las pensiones y recortó, como nunca nadie ha hecho, en materias como Sanidad y Educación (véase Andalucía). Pero a pesar de esa realidad, Sánchez, y el propio Zapatero, van por las televisiones repartiendo trolas con ton y son. Forma parte de una estrategia que lleva tiempo consolidándose en el socialismo patrio: mentir hasta que la mentira sea historia oficial y norma suprema en libros consagrados por el Ministerio de la Verdad, de forma que ni el historiador más riguroso se atreverá a desmentirla por miedo a ser tildado de negacionista o ser lapidado en la plaza pública que la progresía construye con cada lección. La Ley de Memoria Antidemocrática tiene como principal fin cambiar la historia del PSOE, para que no se sepa en el futuro lo que hizo en el pasado. Llegará el día en que escucharemos lo siguiente: que el PSOE no participó de la dictadura de Primo de Rivera, ni dio un golpe de Estado en 1934 y robó las elecciones de 1936, tampoco que saqueó el oro del Banco de España en la II República, o que impulsó y patrocinó el terrorismo de Estado con los GAL ni que posee los peores casos de corrupción de toda Europa.
Ya están convirtiendo la mentira en verdad. Bastó una ley de educación, una ley de desmemoria sectaria, unos medios serviles y bien pagados y un desconocimiento general de la historia por el pueblo que dice querer ser libre para que se consume la narrativa ignominiosa. Espero que Feijóo tenga claro lo primero que debe derogar y a lo primero que debe meter mano si no quiere que mañana le acaben achacando todas esas miserias al partido que ahora preside y que, todo indica, gobernará la misma nación que el socialismo y Sánchez pretenden deconstruir.
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