Opinión
CARPE DIEM

¿Cruceros contaminantes?

Un estudio realizado por el grupo ecologista Transport&Environment (T&E) en junio de 2019 destapó la caja de los truenos. El objetivo de este estudio, supuestamente científico, era analizar la contaminación atmosférica que provocan los cruceros en aguas europeas. Los resultados, absolutamente apocalípticos, indicaban que, por ejemplo, solo los cruceros propiedad de Carnival Corporation & PLC emitieron en 2017 diez veces más óxido de azufre, causante de múltiples enfermedades, que los más de 260 millones de vehículos de pasajeros que hay en Europa.

En términos absolutos, España, Italia, Grecia, Francia y Noruega eran los países del continente más expuestos a la contaminación atmosférica que provocan los cruceros. Y de entre los principales puertos en los que estos hacen escala, Barcelona, Palma de Mallorca y Venecia eran, lo serán aún cabe suponer, los más contaminados.

Como era de esperar, sin más y sin cuestionar la fiabilidad de tan catastróficas conclusiones de la organización T&E, los grupos ecologistas locales compraron entusiásticamente la mercancía y estos, que en el fondo son los mismos, presionaron a Més, siempre dispuestos a acabar con la prosperidad de las Islas, y al final condicionaron a los socialistas, faltos de criterio y sin rumbo, para que los cruceros dejaran de venir a Palma.

Aunque los llamados ecosoberanistas tampoco se han dado aún por satisfechos y Més per Palma ve «insuficiente» el acuerdo firmado entre el Govern y las navieras para limitar la llegada a tres cruceros y 8.000 visitantes por día al puerto de Palma, solicitando que se limiten a dos diarios, con un máximo de capacidad de 5.000 cruceristas. De Podemos ya ni se habla, porque estos ni saben lo que se pesca. Y así se escribe la historia.

Por supuesto que la UIB, ante asunto de tanta importancia, ni estuvo ni se le espera. Ha tenido que ser la universidad catalana Rovira y Virgili la que al final parece que ha puesto las cosas en su sitio. En lo que se refiere a Barcelona -cuyos resultados pueden ser semblantes a Palma- ha concluido que un estudio del departamento de Ingeniería Mecánica de la citada universidad cifra en un 3% el peso máximo de sus emisiones en el global de los contaminantes detectados por las estaciones medidoras en el aire del área metropolitana de Barcelona. El origen del trabajo está en el debate que genera la presencia de los cruceros en la ciudad, donde antes de la pandemia, podían llegar a amarrar anualmente un millar. El efecto de los cruceros se nota algo en los puntos de control más cercanos al puerto, como el que hay en el parque de la Ciutadella, pero la incidencia es aún más modesta en otras zonas de la ciudad, concluyen.

Los responsables de la investigación afirman que el estudio «no es una opinión ni una percepción», se apoya en un modelo matemático basado en tecnologías de aprendizaje automático (machine learning). Parte de la base de los valores medios de contaminantes. Tener un crucero amarrado representa aportar 1,3 microgramos a la bolsa de aire sucio y las emisiones achacables a los cruceros suponen un impacto relativamente modesto en comparación con el impacto global que genera el puerto de Barcelona, amén de la incidencia de otras fuentes de polución como el tráfico de vehículos o los vuelos.

Así las cosas, sin embargo, Baleares será la primera región de España y la segunda de Europa, tras Dubrovnik (Croacia), que limita la llegada de cruceros y ahora el puerto de Palma sólo podrá recibir tres cruceros al día y sólo uno de ellos podrá tener una capacidad superior a los 5.000 pasajeros. Esto supondrá que la capital balear tendrá un 14,5% menos de escalas que en 2019. La presidenta Francina Armengol justifica la medida en que somos un destino turístico líder y también lo queremos ser en materia de sostenibilidad para de este modo huir de la masificación y buscar la mayor calidad de vida para los residentes. Pero queda meridianamente claro que ni la contaminación alcanza los niveles extraordinarios o en todo caso superiores a los generados por el tráfico o el aeropuerto ni tampoco la ciudad –cruceristas que se desplazan fuera de ella—sufre una saturación insoportable.

Concluyendo, si la industria de los cruceros era un sector que generaba 500 millones de euros al año y daba empleo a 4.000 personas, a partir de ahora la actividad comercial de la ciudad sufrirá una merma importante. Sin alternativas a la vista, la isla vive del turismo y en tanto esta sufra una reducción de ingresos por descenso de actividad, en igual medida decrecerá el bienestar. Y si este es el horizonte político del Pacte de izquierdas, adelante. Frente a un rumbo oscuro e incierto las consecuencias son luminosas.