Ataque inadmisible contra Santiago Abascal
El pasado 8 de marzo, un grupo de personas que acudían a una de las manifestaciones y concentraciones por la celebración del Día de la Mujer profirió un conjunto de cánticos contra Santiago Abascal y, realmente, contra su madre. Decían estas personas, según un vídeo que aparentemente grabó la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez Pam, y que subió a las redes sociales, aunque después lo borró, lo siguiente: «¡Qué pena me da, qué pena me da, que la madre de Abascal no pudiera abortar!». Esto es lamentable.
Y es lamentable porque, de una manera u otra, es desear que una persona no existiese, no viniese al mundo, negarle el derecho a la vida simplemente porque no piensa como quienes proferían esos cánticos. Y es mucho más lamentable que dicha secretaria de Estado lo grabase, lo subiese y ahora justifique dichos cánticos basándose en que Vox desconoce qué es una manifestación feminista y lo que se dice en ella. No creo que eso sea una manifestación feminista. No creo que Clara Campoamor, que terminó marchándose de España cuando la II República le dio la espalda -y a la que, desgraciadamente, el franquismo no dejó volver-, ni Concepción Arenal, ni Emilia Pardo Bazán, fuesen capaces de proferir esas palabras de odio, que es lo que son esos cánticos.
Estas mujeres brillantes concebían el feminismo y la lucha por la igualdad de derechos de la mujer como un «humanismo en pro de la igualdad de derechos», en palabras de Jorge Vilches. Trataban de demostrar a la sociedad que las mujeres son tan válidas como los hombres, que lo que importa son las personas, ya que hay hombres mejores y peores, al igual que hay mujeres mejores y peores. Depende de la persona, no del sexo, la capacidad y la inteligencia.
Por todo ello, no creo que eso sean unas declaraciones propias de una manifestación feminista o, al menos, no de las feministas auténticas, algunas de ellas mencionadas antes, sino unas declaraciones propias de alguien que odia a otra persona, hasta el punto de desear que no hubiese vivido.
Conozco a Santiago Abascal desde hace más de veinte años, cuando se jugaba la vida en el País Vasco defendiendo la libertad frente a los asesinos de la banda terrorista ETA, que mataba, y mucho, semanalmente en múltiples ocasiones. Santi mostró su valentía cuando otros se arrugaban o cuando algunos mostraban un silencio cómplice frente al terrorismo. Como digo, lo conozco desde hace tiempo y sólo puedo decir que es una buena persona, firme en su palabra y convicciones. Se puede estar o no de acuerdo con él, pero no se le puede negar su bonhomía. No se puede desear a nadie la no existencia simplemente porque no piensa igual.
Santi Abascal lidera un partido legal, constitucionalista, defensor de la monarquía parlamentaria que emana de la Constitución, así como de la unidad de la nación, también contemplada en nuestra Carta Magna. Luego, tiene unas ideas políticas que a unos les gustarán más y a otros menos, pero las defiende desde el más estricto respeto constitucional. Yo, particularmente, no comparto la posición de una parte de Vox apoyando el proteccionismo y el intervencionismo económico, más propio del nacional-sindicalismo, que nunca me ha parecido positivo ni apropiado, con muchas ideas coincidentes con el intervencionismo de la izquierda; sin embargo, tiene también una corriente liberal-conservadora, que apuesta claramente por el libre mercado, el gasto limitado y los impuestos bajos, algo que es, a mi juicio, positivo.
Nunca he votado a Santi: cuando estaba en el PP, porque yo no he estado nunca empadronado en el País Vasco; ahora, porque no sé cuál de esas dos corrientes económicas puede imponerse y yo no soy partidario del intervencionismo y proteccionismo, amén de que creo en la necesidad del voto útil para echar a Sánchez y opto por votar por el PP, que es quien realmente tiene opciones de echar a Sánchez y poner fin, así, a este desastre de gestión, aunque lo que más me gustaría sería la reunificación de todo el centro-derecha, como estaba en tiempos de Aznar, pero cualquier persona que decida votar a Abascal lo estará haciendo por un partido completamente respetuoso con la Constitución. Y quien decida no hacerlo y votar a otras opciones, puede no estar de acuerdo con sus ideas, cosa que ya expresa con su voto a otra opción, pero no puede odiar a nadie de esa manera.
Esos cánticos no pueden ser feminismo, sino odio. Quienes los proferían, mujeres u hombres, son personas que no tienen buenos sentimientos, que viven del odio, que se alimentan de él y que no muestran respeto ni por los demás ni por la convivencia que, afortunadamente, sí que quieren una inmensa mayoría de españoles. Y que suba esos vídeos a las redes sociales, la secretaria de Estado de Igualdad hace que sea merecedora de la destitución si el presidente del Gobierno tuviese treinta segundos de sentido de Estado, porque si es terrible que unas personas deseen a otra, la no existencia, más grave todavía es institucionalmente que una secretaria de Estado comparta en redes sociales los ataques de esas personas contra otra persona, agravado todavía al ser el líder de un partido de la oposición el destinatario de dichos cánticos. Qué terrible todo. Esperemos que queden pocos meses para que termine este horror y sean expulsados del Gobierno en las próximas elecciones generales.
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