Ni el Rastro ni el de Majadahonda: el mercadillo con un museo secreto que reabre sus puertas en Madrid
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Madrid esconde sorpresas en cada rincón. Quien vive en la capital sabe que no todo pasa por la Gran Vía, el Retiro o el famoso Rastro de los domingos. Todavía podemos encontrar planes que apenas se conocen y que, sin embargo, ofrecen mucho más de lo que uno imagina. Y uno de ellos es un mercadillo de Madrid, que está a pocos pasos de Nuevos Ministerios y que acaba de reabrir tras el parón del verano.
Se trata de un mercadillo muy particular. No es tan grande ni tan conocido como el de Majadahonda, pero tiene algo que lo convierte en único: se celebra dentro de un edificio histórico que esconde un museo y hasta una mina subterránea. Un plan que combina compras curiosas, arquitectura y cultura en un mismo espacio, y que cada mes reúne a coleccionistas, familias y curiosos. El escenario no es cualquier sitio. Hablamos de la Escuela Técnica Superior de Minas y Energía, obra del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco. Una joya que tal vez muchos desconocen, y que sorprende con sus columnas de hierro, la cerámica de la fachada y detalles en madera que recuerdan al Madrid de otra época. Pasear por allí ya merece la pena, pero lo que ocurre el primer domingo de mes lo convierte en un plan muy distinto.
El mercadillo de Madrid de minerales, fósiles y gemas
Una vez al mes, el patio de la Escuela Técnica Superior de Minas y Energía se llena de vida. Decenas de expositores colocan mesas donde brillan piedras en bruto, fósiles de hace millones de años, conchas exóticas y gemas talladas que parecen sacadas de un escaparate de joyería. Lo bueno es que hay de todo: piezas para coleccionistas exigentes y pequeños recuerdos para quien sólo quiere llevarse algo original a casa.
El ambiente no tiene nada que ver con la multitud que solemos encontrar en el Rastro. Aquí se respira calma. La entrada es gratuita, el horario es de 10 a 14 horas, y el público puede pasear con tranquilidad, sin empujones ni agobios. Muchos visitantes aprovechan para dar una vuelta rápida y quedarse luego dentro del edificio, porque la verdadera sorpresa está en lo que se puede ver tras los puestos. Y si vas con niños, la experiencia es doblemente interesante: los más pequeños disfrutan de ver piedras de colores y fósiles extraños, algo que en un museo convencional no se vive igual.