Antonio Banderas, entre lágrimas y favores
El actor malagueño se enfrenta a unos días complicados alejado de su familia y en su residencia malagueña
Confiesa que ha llorado estos días y que vive una procesión que este año va por dentro. Antonio Banderas, confinado en solitario, con su familia desperdigada entre Norteamérica y Europa, una gran inversión teatral en el aire y sus proyectos profesionales paralizados asegura que el dolor que ve en la gente es lo peor de estos duros momentos, y me lo creo. En conversación con la revista ¡Hola!, el actor revela sus sentimientos en estos días devastadores a los que mira con fe y esperanza de recuperación con el esfuerzo de cada uno de los españoles.
Es un hombre que siempre ha tirado para su tierra, ayudando a los más necesitados. Banderas abandonó su hogar familiar para buscarse la vida en el mundo de la interpretación hace más de treinta años. No todos los que lo intentaron tienen la dicha, no solo haberlo conseguido con éxito sino de vivir de lo que ama y de ser, además, profeta en su tierra.
Solo en su casa de Málaga – su novia, en Ginebra y su hija Stella, en Estados Unidos, Banderas se asoma al balcón de los recuerdos, el único que puede abrir en esta Semana Santa deshecha por la pandemia. Este domingo, día en el que sale cada año su Cofradía, Lágrimas y Favores, en la que ejerce con devoción de mayordomo, dedicó a sus padres la imagen del día en su perfil de Instagram, con una fotografía en la que el actor aparece con ellos en un balcón, probablemente de la malagueña calle Larios. “He ido de aquí para allá durante gran parte de mi vida. He cruzado océanos, subido montañas, he comido en cientos de mesas y he dormido en multitud de camas, estrechado manos diversas y he hablado lenguas diferentes, pero nunca he olvidado ni por un segundo el olor dulce, limpio y fresco de los Domingos de Ramos malagueños. A los que siempre vuelvo buscando el abrazo de mi tierra”.
Antonio Banderas junto a su hija Stella durante la Semana Santa de Málaga de 2018 / Gtres
Cuando se decretaba el estado de alarma, el pasado 13 de marzo (aprobado al día siguiente), Antonio Banderas tenía dos noticias que transmitir a la compañía teatral que representa desde el pasado noviembre el musical “A Chorus Line” en el teatro Soho que el actor ha levantado en su Málaga natal. Volvía de Barcelona con buenas noticias: se iban “a plantar” en Nueva York y luego en Broadway. Había acuerdo para realizar una gira norteamericana. Esa era la buena. Una noticia que haría historia porque sería la primera vez que una producción española se llevaría a los escenarios de Broadway. Sin embargo, la propagación del covid-19 abortaba el acuerdo en horas. Esa era la mala; la peor. Banderas vivía momentos difíciles: echar el cierre al telón, al teatro y con ello a las 90 personas que trabajan implicadas en el proyecto. Los 170 empleados del emblemático Pimpi de Málaga, una taberna de tapas y vinos que abrió sus puertas en 1971 y de la que hoy es socio el actor, también en la cuerda floja. Afrontó la situación y se lo comunicó a todos los que quedaban atrapados en una incertidumbre laboral agónica, por el estado de alarma y el cese de actividad, como tantos otros españoles. El ERTE, inevitable. Les ha prometido volver, en cuanto la situación lo permitiese, y también me lo creo.
Antonio Banderas en una imagen de archivo durante la Semana Santa de Málaga de 2015 / Gtres
Desde el minuto uno se puso a trabajar para donar de material sanitario y mascarilla a los hospitales de su tierra, a difundir mensajes de apoyo al #QuedateEnCasa. La Fundación Lágrimas y Favores, que él mismo fundó hace 10 años, trabaja todo el año por la educación, a través de un convenido con la Universidad de Málaga que ayuda a estudiantes con posos recursos; apoya a enfermos terminales en colaboración con la Fundación Cudeca y a los más necesitados, a familias desfavorecidas a través de Cáritas, se puso manos a la obra. Esta semana llegaba el primer cargamento de material “un trono -cómo llaman en Málaga a los Pasos de Semana Santa- más grande, pero que pesa menos porque lo llevamos entre todos”, escribía Banderas en su Instagram.
A un lado, el actor nominado este año al olimpo de los actores, a los premios Oscar de Hollywood, galardonado con el premio Goya al Mejor Actor por su papel protagonista en la película “Dolor y Gloria”, de Pedro Almodóvar; un español mundialmente reconocido en el mundo del cine y la interpretación; Al otro, Antoñito, José Antonio Domínguez Bandera, hijo de José y Ana, un Policía y una maestra a los que adoraba, que el próximo agosto cumple 60 años y que lo celebra desde ya porque “se encuentra bien”, tras sufrir un infarto en 2017 y mantenerse ahora aislado en su casa malagueña; el que trabaja a favor de la gente y por eso están con él, levantando el trono más duro de sus vidas. Lo quieren porque es un buen tipo, que no olvida ni quiere olvidar sus orígenes y apuesta todo al púrpura y al verde, los colores de su tierra, con su Virgen de San Juan siempre en la cartera, esa imagen que veneró desde niño y a la que encargó un trono para sacarla en Semana Santa. En 2011, dio el pregón y exclamó alto y claro:” Aquí está mi mano para lo que haga falta”. Bajo los varales, desde su casa, con la solidaridad de capirote, Banderas vive la Semana Santa más difícil de su vida, entre lágrimas y favores.