Bárbara Rey temía que el CNI le tendiera una trampa en Luxemburgo con dinero sucio del narco o armas
Bárbara Rey tenía una caja de seguridad en su banco de Luxemburgo para guardar documentos sensibles
El CNI compró el silencio de Bárbara Rey, amante de Juan Carlos I, con fondos reservados en Luxemburgo
Bárbara Rey se presentó a mediados de 1997 en el despacho de un abogado madrileño para pedirle asesoramiento jurídico y fiscal sobre la cuenta que le habían abierto los servicios secretos en el Kredietbank Luxembourg. La actriz murciana confesó al letrado que había surgido una serie de problemas con el banco sobre la procedencia de los fondos y que los gestores del Kredietbank le exigían personarse en Luxemburgo lo antes posible.
La vedette, que durante todo el encuentro se mostró agitada y turbada, confesó al abogado que estaba pendiente de un importante ingreso de dinero en Luxemburgo y mencionó la cifra de 500 millones de pesetas (3 millones de euros). Según la actriz, la cifra había sido pactada con unos emisarios del CESID –el servicio antecesor del CNI–, para que no hiciera públicas sus relaciones amorosas con Don Juan Carlos. Al mismo tiempo, se comprometía a desprenderse de las cintas con grabaciones de audio y video de algunos de los encuentros con Su Majestad.
Bárbara Rey aseguró estar un tanto contrariada porque no descartaba que aquella oferta pudiera responder a una trampa de los servicios secretos:
“Me parece todo muy raro. Quiero que usted me saque de dudas. Unos amigos me han advertido de que puede ser una encerrona en Luxemburgo. Que lleve cuidado. Que me ingresen en la cuenta dinero de la droga, del tráfico de armas o del negocio de trata de blancas. Y que acabe en una cárcel de Luxemburgo”, se quejó la actriz al letrado.
La artista murciana reconoció a OKDIARIO que el encuentro con el abogado se había producido en un despacho próximo al estadio Santiago Benabéu y que la conversación discurrió en los términos reproducidos por este diario: “Lo de la encerrona y la visita al abogado es cierto –recuerda la vedette– Estaba muy asustada y pedí su consejo. Temí por mi vida: que me detuvieran en Luxemburgo y luego me liquidaran”.
Los papeles de Bárbara Rey
Bárbara Rey, mientras hablaba con el abogado madrileño de su dinero en el banco luxemburgués, echó mano a su bolso y sacó unos documentos con los extractos de la cuenta 55-209185-88-1 del Kredietbank, la misma que ha desvelado OKDIARIO. La actriz le manifestó que disponía de otros ingresos pero que le preocupaba su seguridad.
“Quién le dice a usted que si me detienen y me colocan entre rejas, utilicen en la cárcel a una desarrapada para que me quite de en medio con un navajazo. No es la primera vez que eso ha ocurrido en prisión”.
La amiga de Bárbara Rey, Cristina Ordovás, marquesa de Ruiz de Castilla, que la acompañaba y que era la persona que había concertado la cita con el bufete jurídico, le pidió al letrado que se hiciera cargo del asunto. Que hiciera unas gestiones ante el Kredietbank para averiguar cómo estaban los ingresos. De esa manera -según la marquesa- su amiga podía eludir cualquier extraña maniobra y evitar cualquier problema de tipo legal.
Bárbara Rey, secundada por la marquesa de Ruiz de Castilla, pretendía que el abogado realizara los trámites oportunos en Luxemburgo y Suiza para que “todo el dinero fuera cobrado en España”.
“Yo puedo hacer las gestiones que sean necesarias y después pasarle una minuta por mi trabajo –le contestó el abogado- pero no puedo negociar dinero en nombre suyo y mucho menos fuera de España. Además, este asunto tiene todas las papeletas para que se emponzoñe en el extranjero”.
La actriz no ocultó al abogado sus problemas económicos por sus relaciones con Su Majestad, a quien nunca mencionaba por su nombre. Cuando se veía obligada a citarlo hacía un círculo con su mano derecha por encima de la cabeza, como si dibujara una corona. La actriz –una experta en el arte de las grabaciones– creía que así evitaba que alguien la grabara hablando de él.
Negociaciones con tiras y aflojas
La vedette reconoció en aquel encuentro que tenía copias de las cintas, escondidas en varios sitios, y que había negociado con el CESID la entrega de los originales después de un largo proceso de tira y aflojas.
Aquel encuentro en el despacho del abogado se producía después de una serie de disputas entre la actriz y los servicios secretos, entre finales de 1996 y junio de 1997. El letrado pronto intuyó que Bárbara Rey había llegado a un acuerdo con el CESID o estaba a punto de cerrarlo. Y el pacto, desde el primer momento, estaba claro: “El silencio y las cintas con las grabaciones a cambio del dinero en el extranjero”. Esa era la oferta de los servicios secretos.
Durante la reunión, la vedette reconoció que los espías habían entrado en su casa tras sobornar al servicio doméstico. Un matrimonio de suramericanos que, una semana después del robo, había regresado a su país. También recordó una escena en la que ella misma había lanzando un maletín humeante a la piscina de su residencia de Boadilla, al creer que escondía una bomba.
La historia del maletín no tiene desperdicio. Ocurrió como sigue:
El agente del CESID, Luis Anasagasti, que iba caracterizado con barba y cejas postizas, para solventar la desconfianza mutua, le propuso un sistema: los espías le entregaban una maleta en la que ella tenía que depositar todo el material gráfico y sonoro. Después el cofre quedaba precintado en poder de la actriz. Cada mes, si la maleta seguía intacta, sin alterar su cierre, los agentes se comprometían a entregarle 25 millones de pesetas, mes a mes, hasta completar los 500 millones.
Llegaron a un acuerdo y se puso en marcha el operativo. Anasagasti le hizo entrega de una maleta de tamaño medio en el domicilio de la actriz en la que guardaron los documentos y precintaron. Cuando se accionó el cierre, Bárbara Rey escuchó el tic-tac de un reloj y se mosqueó. Cuando el espía abandonó el domicilio de la artista, al cabo de una hora, la maleta comenzó a echar humo. La vedette asustada la lanzó a la piscina. Después se enteró de que en su interior se ocultaba un mecanismo con unos depósitos que liberaban unos ácidos para destruir su contenido. El artefacto había fallado y se había accionado antes de que Bárbara Rey abandonara la casa para asistir a una cena.
Aquel incidente provocó la ruptura de las negociaciones y otra vuelta de tuerca de la actriz en sus exigencias económicas.
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