Así es Theresa May, la nueva Dama de Hierro

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Theresa May, ante el 10 de Downing Street, su nuevo hogar como primera ministra. (AFP)

Aún lleva consigo la cartera de ministra del Interior. O secretaría, como se dice en los países anglosajones. Pero ya tiene contratada la mudanza para este miércoles. Theresa May (Eastbourne, Inglaterra, 1956) ha logrado en menos de una semana quedarse sola en la carrera a cinco por suceder a David Cameron en el liderazgo del Partido Conservador británico y, consecuentemente, en el número 10 de Downing Street. A sus 59 años, esta defensora de la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea será la encargada de liderar las negociaciones con Bruselas para gestionar el Brextit.

Resulta curioso que, tras mantener una postura europeísta, Cameron tuviera que abandonar la jefatura del Gobierno tras perder el referéndum que él mismo convocó y que quien lo suceda sea una mujer que también defendió el ‘remain’ en la campaña del referéndum del pasado 23 de junio.

Claro, que su defensa de la permanencia de Londres en el club europeo cojea por el lado de la inmigración, precisamente una de las materias de su incumbencia al frente de Interior. «En las negociaciones, deberemos tener muy en cuenta el asunto de los expatriados», ha dicho recientemente en una entrevista en televisión. Y es que May juega demasiado a menudo con ese discurso, que es el que le da esa imagen de nueva ‘Dama de Hierro’ entre los electores de Reino Unido.

Ni apoya claramente ni rechaza de plano la libre circulación de ciudadanos europeos, pero incluye el asunto en su discurso en un tono suficientemente ambiguo para que pueda ser interpretado a su gusto por cada parte. O a su disgusto. Así, Theresa May llama la atención con énfasis nacionalista sobre los «más de dos millones de expatriados europeos que están trabajando en Reino Unido», pero añade que lo hace «para que estemos preparados para defender sus derechos», y por supuesto, «los de los británicos que residen en los países de la UE». La interpretación de los expertos es que May quiere advertir a los negociadores de Bruselas con una especia de «no vamos a hacernos daño, ¿no?».

Aunque ya retirado –al menos a medias, porque mantiene su muy bien pagado escaño de eurodiputado–, el eurófobo Nigel Farage inició este domingo su campaña contra la que será nueva primer ministra este miércoles: «Es la peor secretaria de Interior de la historia de Reino Unido, al menos en materia de inmigración».

Nigel Farage siguiendo los resultados (Foto: Reuters)
Nigel Farage siguiendo los resultados (Foto: Reuters)

Uno de los méritos que hay que atribuirle al populista ex líder del partido nacionalista UKIP es conseguir que un término absolutamente desterrado en el lenguaje europeo como ‘inmigración’ se reintrodujera no sólo en el diccionario de los británicos para hablar de los europeos, sino en el de los propios europeos. Discutir la libre circulación de personas, aunque sea desde la postura firme de las instituciones de Bruselas en los términos marcados por Farage ya es una victoria. Y May no se libra de ello. Tampoco parece que quiera.

Ya en 2012, May anunció un plan para «restringir la reunificación familiar de migrantes en el espacio económico europeo», y se mostró completamente en contra de apoyar la iniciativa de la Comisión Europea que en el verano de 2015 trató de asignar cuotas de refugiados por cada país de la UE, alegando que Reino Unido ya tenía un volumen «suficiente de inmigración».

Pero su discurso nunca se ha visto del todo acompañado del éxito en las cifras, si por éxito se puede tomar bajar la cuota o el número total de europeos trabajando en suelo británico. Así, en los últimos años la cifra neta ha alcanzado los 330.000 nuevos migrantes al año en Reino Unido, de los que más de 180.000 son provenientes de países de la Unión Europea.

May ante el Brexit

La cuestión del Brexit no se puede separar de la de la «inmigración». Por eso quizás nunca ha logrado Theresa May que su mensaje sobre la postura que ella apoyaba respecto al referéndum, el ‘remain, fuera del todo creíble: «Cuando se trata de inmigración, europea o no, no se puede uno olvidar de la economía. A más inmigrantes, menos trabajo para los británicos y peores sueldos. No podemos dejar pasar esto en las negociaciones», dijo durante los meses en que Cameron trataba de lograr un compromiso de las instituciones de la UE para poder defender la permanencia en el referéndum que ya tenía comprometido convocar.

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La actual ministra del Interior, Theresa May, favorita para suceder a Cameron. (Foto: AFP)

Pero los compañeros de May más interesados en apuntalar su nuevo liderazgo ya han salido a sostener su posición a este respecto. En Reino Unido, ser una primera ministra europeísta, como ella misma se define –aunque sea por conveniencia–, nunca ha sido fácil, y menos lo va a ser en un Reino Unido que debe negociar su salida del club de la UE. En todo caso, es discutible su convencimiento personal en el proyecto europeo. «Ambos somos unos ‘remainers’ reacios», ha dicho de ella el secretario de Defensa, Michael Fallon. «Lo que ocurre es que el país ha decidido, y con eso tendremos que lidiar. No imagino mejor líder para este camino», concluye Fallon.

Que «el país ha decidido» es algo que pocos discuten. Y resulta curioso, porque es un referéndum que ha dado la victoria a un cambio total de estatus y de relaciones internacionales de un Estado tan importante en el mundo como Reino Unido por sólo un 51% a 49%, lo que supondrá unas enormes tensiones sociales –división de la población en dos mitades–, políticas –han caído o están a punto de hacerlo los líderes de todos los grandes partidos– y territoriales –Irlanda del Norte y Escocia preparan su reacción euroepísta en sus propias tensiones identitarias–.

Pero es evidente que May jamás arriesgó demasiado su posición. De hecho, Farage también tiene algo que decir sobre eso: «Nunca tuvo el coraje de defender su verdadera idea», ha dicho el máximo defensor de la salida de Reino Unido y dimitido líder de UKIP, sugiriendo que May en realidad querría haber defendido el Brexit. «Y alguien tan cobarde no creo que sea la mejor elección para defendernos en la negociación».

Es cierto que la inminente nueva primera ministra fue poco entusiasta en la defensa de su postura oficial: «Creo que por nuestros propios intereses como país, votar por el ‘remain’ es lo correcto». Ésta fue la frase más contundente que salió de sus labios para defender la papeleta de su primer ministro David Cameron. Una papeleta real y en sentido figurado, pues nacía de una negociación con Bruselas y el resto de gobiernos europeos que no logró ninguno de sus verdaderos objetivos, pero que el primer ministro tuvo que vender como exitosa. Así era muy difícil vencer la ola nacionalista alimentada desde su propio partido.

Y más con defensas tan endebles como las de la que lo va a suceder ahora en la jefatura del Gobierno británico que, en el país de las apuestas y del té de las cinco, nunca se jugó demasiado por evitar la victoria del ‘leave’ mientras preparaba la infusión de su propio liderazgo.

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