20 años del 11S: el ‘Pearl Harbor’ de George W. Bush en el corazón de Manhattan
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El ex presidente de Estados Unidos George W. Bush se encontraba visitando una escuela en Florida cuando impactó el primer avión contra el World Trade Center. Durante el impacto del segundo avión se encontraba ya en clase junto a unos niños, dejando una imagen que pasará a la historia por su rostro de total estupefacción ante lo que sus colaboradores le estaban comentando. Al Qaeda llegó a usar hasta cuatro aviones comerciales para los atentados de aquel fatídico 11 de septiembre de 2001. «Estaba contemplando un ‘Pearl Harbor’ moderno», asegura Bush cuando llegó al corazón de Manhattan, según revela en sus memorias Decision Points.
En este mismo libro reconoce que con el primer avión estrellándose contra una de las torres pensó que debía tratarse del «peor piloto del mundo». Pero esta idea cambió cuando se enteró del segundo impacto: «Mi primera reacción fue de indignación. Alguien se había atrevido a atacar a América. Lo van a pagar».
Con las informaciones que le trasladaron y tras terminar la clase en la que se encontraba con varios niños, George W. Bush hizo sus primeras declaraciones a toda la nación para asegurar que había ocurrido «un aparente ataque terrorista».
El entonces presidente norteamericano se enteró de que un tercer avión había impactado contra el Pentágono cuando iba a subirse al Air Force One. La asesora de Seguridad Nacional por aquel entonces, Condoleezza Rice, fue la encarga de trasladarle la noticia. «El primer avión podía haber sido un accidente. El segundo era definitivamente un ataque. El tercero era una declaración de guerra», asegura Bush en sus memorias.
«Habíamos sufrido el ataque sorpresa más devastador desde Pearl Harbor», pensó el ex mandatario, en alusión al bombardeo que realizó Japón contra la base naval norteamericana del mismo nombre ubicada en Hawai, que provocó la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Y todavía quedaba un cuarto avión.
«Los aviones eran armas»
George W. Bush dio instrucciones a los pilotos de las Patrullas de Combate Aéreo, encargados de sobrevolar tanto Nueva York como Washington, de que hicieran aterrizar a cualquier avión que no contactara. También autorizó que los pilotos pudieran derribar cualquier avión en caso de que fuera necesario. «Los aviones secuestrados eran armas de guerra», sostiene.
Horas después de dar estas instrucciones, hubo un avión procedente de Madrid cuya tripulación no respondía. Bush dio permiso para derribarlo a pesar de las posibles «consecuencias diplomáticas» que podían producirse, al igual que el riesgo que podría conllevar no abatirlo. Finalmente, llegaron noticias de que había sido una falsa alarma y el avión había aterrizado en Lisboa.
Antes de este incidente, se produjo el impacto del cuarto avión en un campo abierto de Shanksville (Pensilvania). En un primer momento Bush temió que hubiera sido derribado, pero más tarde supo que fueron los pasajeros del Vuelo 93 los que irrumpieron en la cabina y provocaron el siniestro para evitar otro ataque, ya que estaban al tanto de lo que había sucedido tanto en Nueva York como en Washington.
La gran duda era quién estaba detrás de estos atentados. El ex presidente de Estados Unidos obtuvo esta respuesta a través del entonces director de la CIA, George Tenet: «Al Qaeda». Bush admite que en aquella época «la mayoría de los estadounidenses nunca habían oído hablar» del grupo que fundó Osama Bin Laden, a pesar de que había atacado en 1998 a las embajadas de Kenia y de Tanzania. También atento contra el destructor ‘USS Cole’ en Yemen en 2000.
«Quería secuestrar un avión»
George W. Bush revela que en verano de 2001 había pedido a la CIA que analizara las posibilidades de que Al Qaeda atentara en suelo estadounidense y cuenta que a principios de agosto de aquel año la agencia confirmo que Bin Laden quería atentar dentro de la nación, pero sin llegar a confirmar ningún plan concreto para llevarlo a cabo.
El informe de la CIA trasladado al presidente, fechado el 6 de agosto de 2001, recogió lo siguiente: «Miembros de Al Qaeda -incluidos algunos que son ciudadanos estadounidenses- han residido o viajado a Estados Unidos durante años y el grupo aparentemente mantiene una estructura de apoyo que podría ayudar en ataques».
En el mismo documento, la CIA admitió que no había podido «corroborar algunas de las informaciones más sensacionalistas», entre ellas una llegada de un servicio de Inteligencia extranjero que apuntaba a que en 1998 Osama Bin Laden había dicho que «quería secuestrar un avión estadounidense» para conseguir la liberación de algunos «extremistas» detenidos en Estados Unidos, entre ellos el conocido como ‘Jeque Ciego’, Omar Abdel Rahman.
«Un Pearl Harbor moderno»
El entonces presidente de la nación regresó a media tarde a Washington y pudo ver desde el aire el edificio humeante del Pentágono mientras volaba en helicóptero desde la base de Andrews hasta la Casa Blanca. «Estaba contemplando un ‘Pearl Harbor’ moderno. Igual que Franklin Roosevelt tuvo que unir a la nación para defender la libertad, sería mi responsabilidad liderar a una nueva generación para proteger a América», apunta en sus memorias.
George W. Bush estaba convencido de que Estados Unidos se encontraba «en guerra contra el terrorismo», pero optó por no anunciarlo ese mismo día tras el mazazo recibido con los atentados en aquel fatídico 11 de septiembre de 2001. De esta forma, en su discurso a la nación de aquella mismo noche del 11S se limitó a prometer que encontraría «a los responsables y llevarles ante la justicia».
«Contraataque en marcha»
El discurso fue una declaración de intenciones para lo que sería semanas más tarde el inicio de la «guerra contra el terrorismo». «No haremos distinciones entre los terroristas que cometieron estos actos y aquellos que les albergan», afirmó en esta intervención. El objetivo por aquel entonces era formar una coalición de países dispuestos a apoyar a Washington en esta cruzada. Bush pensó en su primer aliado: Reino Unido. En sus memorias destaca la estrecha amistad que llegó a forjar con el entonces primer ministro británico, Tony Blair.
«Esta sería una guerra diferente. Nos enfrentábamos a un enemigo que no tenía capital a la que llamar hogar y ningún ejército al que seguir en el campo de batalla», asegura el ex presidente estadounidense, de ahí la importancia de recabar el apoyo de países como Pakistán, por su influencia sobre el movimiento talibán, pero también Arabia Saudí, país natal de Bin Laden, o Emiratos Árabes Unidos.
Estados Unidos comenzó a bombardear Afganistán el 7 de octubre de 2001, menos de un mes después de sufrir los peores atentados terroristas de toda su historia. «Acabar con el santuario de Al Qaeda en Afganistán era esencial para proteger a los americanos», sostiene Bush en su libro. «El contraataque de América estaba en marcha y la liberación de Afganistán había empezado», añade.
«Liberamos Afganistán»
En diciembre de 2001 los talibanes fueron desalojados del poder en Afganistán, un hecho que ha sido revertido en las últimas semanas con la retirada de las naciones occidentales del país asiático y que ha provocado su vuelta a los mandos. Según el propio Bush, al contrario que en otras ocasiones cuando Estados Unidos fue atacado, como en Somalia en 1993 o en los atentados contra las embajadas en Kenia y Tanzania, esta vez la respuesta incluiría el despliegue de tropas, las cuales permanecerían «hasta que los talibanes y Al Qaeda sean expulsados y pueda emerger una sociedad libre».
El objetivo inicial fue completar la misión y retirarse de la región, pero Bush cambió de opinión. «Habíamos liberado al país de una dictadura primitiva y teníamos una obligación moral de dejar atrás algo mejor. Además teníamos un interés estratégico en ayudar a los afganos a construir una sociedad libre», revela en sus memorias.
Dos décadas después Afganistán ha vuelto a la casilla de salida. George W. Bush envió un mensaje especial a los miles de veteranos de este conflicto y sus familias tras la vuelta al poder de los talibanes. El objetivo de este mensaje era trasladarles que «su esfuerzo no fue en vano». «Negasteis a Al Qaeda un santuario. Mantuvisteis a América a salvo de más ataques terroristas, además de ofrecer dos décadas de seguridad y oportunidades para millones de afganos», señaló el ex presidente de Estados Unidos.
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