Ruido de sables en Podemos: el desplome refuerza a los críticos y acorrala a Iglesias
Los críticos, capitaneados por los 'anticapitalistas', aprovecharán los malos resultados para abrir el debate sobre el liderazgo
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En la derrota de Podemos este 10-N hay, paradójicamente, un ganador: los críticos de Pablo Iglesias. La oposición interna que siempre ha sembrado de inestabilidad al partido podemita recobra la fuerza en el fracaso de su líder. Especialmente, en el caso de los anticapitalistas, la corriente interna que capitanea, entre otros, la andaluza Teresa Rodríguez y que brama en armas contra el secretario general.
La propia Rodríguez no dudó, recién conocida la debacle, en azuzar la batalla.
«Malditos sean quienes decidieron darle gratuitamente una segunda oportunidad a la extrema derecha. Maldita su irresponsabilidad y su connivencia. Es imperdonable y lo pagaremos muy caro», advirtió en sus redes sociales. Aviso claro a navegantes.
Los ‘anticapis’ siempre han tenido claro que entrar en el gobierno de Sánchez no tenía que ser la prioridad. Cuestionaron y criticaron el empeño de Iglesias en ligar el futuro de la gobernabilidad a sentarse en el Consejo de Ministros. Avisaron de que esa estrategia dejaría al partido en una situación muy comprometida. Sin capacidad para hacer oposición y sobrepasado por un socialismo con un cometido claro: asimilar al enemigo. Es decir, a Iglesias.
«Necesidad histórica»
Lejos de plegarse a las críticas, el líder podemita se rebela. Persevera en la misma táctica, entonces fracasada. La oferta de Iglesias es la misma de la legislatura fallida, que abocó al país a unas nuevas elecciones. O gobierno conjunto, o nada. Más aún. Si se tienen en cuenta los resultados, Iglesias reivindicaría aún más asientos en ese eventual Ejecutivo. El dirigente defiende una representación «proporcional», según los votos obtenidos, lo que implicaría hasta seis ministerios.
«Si después de las elecciones de abril un Gobierno de coalición progresista era una oportunidad histórica, ahora es una necesidad histórica. La única manera de frenar a la extrema derecha es un Gobierno estable y que garantice las políticas sociales imprescindibles», advirtió Iglesias, con cara bronca, en la misma noche electoral.
El 10-N se resume para Podemos en 35 diputados, siete menos que en abril, y lejos de sumar una mayoría con el PSOE. El socialismo, de seguir esa vía, necesitaría apoyarse en independentistas, nacionalistas y Bildu. En resumen, el llamado ‘Gobierno Frankenstein’. La solución anhelada por Ferraz -el acuerdo con Podemos, Cs y regionalistas- tiene poco o nulo recorrido, porque no es de esperar que el partido naranja -ahora huérfano de liderazgo- ligue su precario futuro a esas formaciones.
«Las elecciones han servido para que la derecha se refuerce y para que España tenga uno de los partidos de extrema derecha más fuertes de Europa», reconoció Iglesias, quien, pese a las cifras, intentó buscar una lectura positiva: «Estamos satisfechos en seguir siendo una fuerza decisiva para formar un Gobierno de coalición».
Nuevo Vistalegre
El partido tiene que convocar un nuevo congreso, y entonces, la sucesión de Iglesias parece inevitable. En ese relevo ha planeado siempre la vía oficial de Irene Montero. La sucesión ‘natural’. De hecho, la portavoz parlamentaria ha reforzado su protagonismo como cara visible en varios debates electorales.
Pero el movimiento de los ‘anticapitalistas’ será decisivo. El siguiente paso es buscar una alternativa de peso para hacer frente a Iglesias en el próximo cónclave.
Sobre Podemos planea además la sombra de quedar convertido en un partido fragmentado, con una dirección subordinada a los liderazgos autonómicos. Ya pasa con En Comú Podem y, tiempo al tiempo, pasará con el Adelante Andalucía de Teresa Rodríguez.
El pasado 5 de noviembre, los ‘anticapitalistas’ ya movieron pieza: pidieron un voto «crítico» a Podemos, y reprocharon a la dirección de Iglesias que siga insistiendo en la misma táctica que, consideran, ha permitido al PSOE «recuperar terreno social y electoral a pesar de todas sus miserias».
«Su propuesta consiste en compartir responsabilidades de gobierno bajo el mando de una fuerza neoliberal, abandonando toda perspectiva antisistemica y constituyente», censuró esta corriente. Un giro estratégico, opinan, «totalmente erróneo» que no ha dado resultados ni a nivel político ni social. El 10-N, consideran, les ha dado la razón.
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