Sánchez desbordado: la semana perdida contra un virus implacable que deja un centenar de muertos
El coronavirus se ha disparado en los últimos días. Pese a ello, Pedro Sánchez ha renunciado al liderazgo frente a la crisis, retrasando las medidas
La vertiginosa evolución de la crisis del coronavirus, ya por encima de los 4.000 contagios y 100 muertos en España, ha descolocado al Gobierno de Pedro Sánchez, criticado desde la oposición por su gestión de la epidemia.
Incluso este viernes, el socialista renunció a liderar una respuesta contundente. Pese a anunciar el estado de alarma, dilató las medidas un día más. Un retraso incomprensible frente al imparable avance de contagios que el propio Sánchez asume: vaticinó 10.000 afectados en la próxima semana. Desde La Moncloa atribuyeron ese nuevo retraso a la necesidad de «ajustar» la celebración del Consejo de Ministros extraordinario que deberá desarrollar ese estado de alarma, y también en el rediseño de la reunión virtual con los presidentes autonómicos, que Sánchez anunció hace días.
Dos cuestiones, en cualquier caso, de mero trámite, que atrasan el combate efectivo contra la efectiva propagación del virus. La crónica de una semana crítica ha sido también la de una respuesta gubernamental tardía y desbordada por los acontecimientos, frente a una epidemia que, día a día, ha ido sumando contagios y muertes.
El martes, con 1.635 positivos y 36 fallecidos, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, anunció la prohibición a eventos de más de 1.000 personas. Sólo dos días antes, se había celebrado la multitudinaria manifestación del 8M, autorizada por el Gobierno, con más de 120.000 personas recorriendo el centro de la capital. El ministro se justificó en el escenario cambiante y, especialmente, en el incremento de los casos en Madrid, aunque los datos no habían sido actualizados durante todo el fin de semana. Después se supo que el Gobierno conocía ya el domingo por la mañana, hasta tres horas antes de la marcha, el espectacular repunte de contagios, aunque evitó frenar la celebración.
También se prohibieron los vuelos directos desde Italia a los aeropuertos españoles -Italia tiene una conexión diaria de 100 vuelos con España que se ha mantenido intacta durante semanas, pese a que el país transalpino está azotado por el virus- o los viajes del Imserso. Pero sobre cuestiones tan relevantes como las Fallas, que congregan a miles de personas, se renunció a tomar medidas. Se evaluaría caso por caso, se dijo desde el Ejecutivo.
Días perdidos
El presidente del Gobierno, durante semanas al margen de la visibilidad pública de la crisis, compareció ese día. Se centró en las soluciones económicas, como las garantías para las familias afectadas por el cierre de centros educativos, suministro de medicamentos y acceso a material sanitario, medidas para la protección del empleo en sectores con caídas de demanda y el apoyo a la liquidez de empresas. «Los escenarios no son estáticos», defendió en respuesta a las críticas por la inacción, descartando la autocrítica y descargando la primera responsabilidad en «los expertos» que le asesoran en el asunto.
Un día después, La Moncloa anunció la convocatoria de una conferencia de presidentes autonómicos para coordinar una «respuesta común». Una reunión, telemática, convocada con tres días de antelación, en un momento crítico. Sánchez contactó también con la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, con la intención de citarse con los líderes de la oposición. Un encuentro que no tendría lugar hasta este próximo lunes. De nuevo, días perdidos.
La coordinación con las comunidades es, por lógica, esencial para frenar la expansión del coronavirus. Pero desde que se anunció la reunión con los dirigentes autonómicos, hasta que se celebre el sábado, la epidemia ha sumado 2.081 nuevos contagios y 73 fallecidos.
El jueves, en una nueva comparecencia, Sánchez siguió sin aclarar nada. No cerró la puerta a declarar el estado de alarma, ni tampoco a cerrar Madrid, como adelantó OKDIARIO. Defendió, una vez más, que «la situación no es estática» y que tomará las decisiones que hagan falta, cuando hagan falta y donde hagan falta.
De nuevo, se centró en las medidas económicas, con una trasferencia a las comunidades de 2.800 millones de euros, y se limitó a recomendar el cierre de colegios. También informó de la movilización de partidas para intervenciones sanitarias y de normas para el suministro de medicamentos y recursos «a precio asequible». Pero, sobre todo, apeló a la «responsabilidad personal» y a la «disciplina social» para frenar la «emergencia sanitaria».
El viernes, con 4.209 casos diagnosticados y 120 muertos, Sánchez volvió a comparecer. Lo hizo para avanzar el estado de alarma, ni siquiera para decretarlo. Una insólita declaración en diferido. No concretó medidas y emplazó al Consejo de Ministros extraordinario, el sábado.
El socialista sí dibujó un escenario dramático: asumió que «no cabe descartar los más de 10.000 contagios en las próximas semanas», que estamos sólo «en la primera fase» de propagación del virus, que la lucha será «dura y difícil». Pero, aún así, retrasó otras 24 horas más las medidas para combatir a un virus imparable. De nuevo, se encomendó a los ciudadanos porque «la victoria depende de cada uno de nosotros, el heroísmo consiste en lavarse las manos».
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