Goirigolzarri, ¿ángel o demonio?
José Ignacio Goirigolzarri Tellaeche, obviamente vasco (Bilbao, 1954), acaba de dimitir como presidente de CaixaBank por causas no demasiado claras -presión del BCE, deterioro de la relación con Isidro Fainé, el nuevo plan estratégico…-, aunque en todo caso debía irse en la próxima junta de accionistas porque así se había pactado en los acuerdos de fusión con Bankia.
Goirigolzarri se va con una aureola de gran banquero entre el gran público, de la estirpe de los Alfredo Sáenz, Ángel Corcóstegui, Pedro Luis Uriarte o incluso los históricos Pedro Toledo o Luis Valls. Sus grandes éxitos: la expansión del BBVA en Latinoamérica y haber salvado Bankia tras su quiebra más la posterior fusión con CaixaBank.
Pero en el mundillo financiero su cartel es mucho menos brillante. «Goiri es un administrador prudente, un bancario de alto nivel, un gran director territorial o financiero. Pero no un consejero delegado», opina un colega del sector.
La etapa de BBVA
En el BBV (antes de la A de Argentaria) fue el ejecutor de la compra de Bancomer en México, que se ha convertido en la gallina de los huevos de oro del banco pero que entonces era poco más que una gran cartera de tarjetas de crédito. Pero no se atrevió a entrar en Brasil porque las oportunidades eran demasiado caras. Emilio Botín sí se atrevió y, justo es decirlo, la aventura le costó sangre sudor y lágrimas que lastraron varios años las cuentas del Santander. Pero al final el espectacular resultado de la franquicia brasileña compensó el sufrimiento.
Cuando Francisco González tomó el poder tras la fusión que dio origen al BBVA, por el escándalo de las cuentas de Jersey, se cargó a toda la cúpula de Neguri y necesitaba a alguien que supiera de banca (él sabía de Bolsa y Argentaria era un enano al lado del BBV), así que buscando en los segundos niveles encontró a Goirigolzarri y le hizo consejero delegado a finales de 2001.
En ese puesto permaneció hasta 2009, cuando osó volar demasiado alto y postularse como sucesor de FG -que debía jubilarse- en la presidencia del BBVA. Una traición imperdonable para el gallego, que acabó con un cambio de los estatutos para perpetuarse ad infinitum y con Goirigolzarri en la calle. ¿Lo hizo mal en esos años? No. ¿Lo hizo bien? Pues según se mire. El BBVA estaba a la par con el Santander cuando llegó y cuando se marchó se había quedado a años luz de distancia. Eso sí, tampoco cometió locuras como la de Turquía en la que se embarcó FG al año siguiente.
Goiri se fue del BBVA prejubilándose con una pensión de esas que sólo se pagan en la banca, de 68 millones a razón de 3 millones al año. Y ha esquivado el caso por la contratación de Villarejo por FG, aunque fue interrogado en la Audiencia Nacional. Él asegura que no sabía nada.
Bankia
Podía haberse tirado el resto de su vida living la vida loca sin mayores preocupaciones, cuando el deber le llamó en 2012. Bankia ya no aguantaba más -era la fusión de dos cajas quebradas, Caja Madrid y Bancaja, más otras pequeñitas-, la prima de riesgo de España se había ido a 600 puntos básicos por la desconfianza del mercado en nuestro sistema financiero y la UE nos amenazaba con echarnos del euro.
Había que rescatarla con dinero público (y de paso al resto de cajas quebradas) y eso requería destituir a Rodrigo Rato. Hacía falta alguien que supiera de banca y que tuviera suficiente prestigio internacional para devolver la confianza en la entidad y en el sistema. Goirigolzarri era el elegido. Eso sí, con un sueldo capado a 500.000 euros, una miseria frente a lo que cobraban y cobran los presidentes de los demás bancos. Él siempre ha dicho que aceptó «por patriotismo».
Y sí, consiguió el objetivo. Con escuderos como Pepe Sevilla (hoy presidente de Unicaja) y Leopoldo Alvear (que acaba de dejar el Sabadell para irse a Société Générale), Bankia salió adelante, evitó una fuga de clientes pese a que sus competidores revoloteaban como buitres sobre un cadáver, la gestionó con prudencia y la devolvió a beneficios. Pero claro, después de que el Estado cubriera sus enormes pérdidas con una inyección de 22.424 millones. «Así cualquiera», dicen muchos en el sector. «Es como jugar con el vicepresidente de los árbitros comprado», añade alguno con más mala idea.
Además, tampoco logró devolver más de 4.000 millones de ese rescate vía dividendos al FROB (el fondo público de rescate bancario) y en 2020 seguía siendo la entidad menos rentable del sistema.
CaixaBank
En su haber hay que anotar también la fusión con CaixaBank. Más allá de las sinergias y de la rentabilidad para el Estado, su mérito fue convencer al Gobierno de Pedro Sánchez de que desoyera las peticiones de Podemos (entonces socio de coalición) de convertir Bankia en un banco público que se dedicara a dar crédito a «las personas» a tipos reducidos. Es decir, otra vez en una caja de ahorros que habría acabado igual… que las cajas de ahorros. El hecho de que el comprador fuera CaixaBank puso de su lado a los socios catalanes de Sánchez y eso facilitó la luz verde.
Por tanto la de Goirigolzarri es una carrera con luces y sombras. Algunos éxitos y buena gestión, si bien con muchos matices y peros. En todo caso, siempre nos quedará su capacidad de liderazgo, su trato afable y su cercanía con los medios. Virtudes muy poco habituales en los banqueros.
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