El Real Madrid se fue de Arabia coronado con la Supercopa y con la sensación de ser un señor equipo. No dio opción en la final a un Athletic demasiado fundido. Modric abrió el camino del triunfo en la primera mitad y Benzema, de penalti, lo abrochó en la segunda. Los blancos, con un fútbol ordenado y coral, no necesitaron las genialidades de Vinicius ni de Karim para llevarse la final porque este Madrid es súper.
Alaba era la gran noticia para Ancelotti. No lleva tatuajes, ni televisa su vida, ni farda de tontunas en las redes sociales. Es el anti-galáctico. Pero es un jugador impagable en este Real Madrid. El austriaco, formado en la disciplinada escuela del Bayern, es como la RAE: limpia, fija y da esplendor. Y controla a un Militao que es como aquel anuncio de coches que decía que es peligroso conducir junto a un mono con una ballesta.
La mala noticia para Carletto (y para el Real Madrid) era la ausencia de Carvajal. Y van mil en los últimos tiempos. Lucas Vázquez volvía a ejercer de lateral derecho de guardia. Por delante suyo Rodrygo suplía al lesionado Asensio en ese costado derecho que el Madrid tenía mermado. No había novedad en el resto del equipo madridista. Ancelotti es como Paco Martínez-Soria en Don erre que erre: un tipo de ideas fijas.
Así que el Real Madrid salía con un once que sería el de gala con el asterisco de Lucas por Carvajal. Enfrente un Athletic en el que Marcelino, otro de esos técnicos que consigue el fracking futbolístico y saca petróleo de cualquier plantilla que le pongan por delante. También repetía el once que dio la sorpresa al eliminar al Atlético de Simeone.
La final nació con los leones dispuestos a rugir en la cara del Real Madrid. La presión alta y descarada del equipo de Marcelino dificultaba la gestación de las jugadas de los blancos. Sin embargo, Benzema primero y Rodrygo después protagonizaron las primeras escaramuzas cerca del área de Unai Simón.
Vértigo en Riad
El planteamiento táctico del Athletic era impecable igual que la precisión del Real Madrid en el toque. Para que luego digan que los de Ancelotti no saben manejarse con la posesión. Los blancos habían salido concentradísimos al partido y encerraron pronto a los leones en su propia jaula. Sin embargo, los de Marcelino contragolpeaban con vértigo a lomos del percherón Iñaki Williams. Ambas las abortó un Alaba pletórico en lo físico y con una jerarquía imponente.
Por si fuera poco el Athletic contaba con el arma del balón parado y dos cabeceadores de fuste como Yeray e Iñigo Martínez. Y en ese pim-pam-pum de final apareció Benzema en el 18 para susurrar un disparo desde la frontal que no fue gol porque Iñigo Martínez la desvió por los pelos.
El Real Madrid empezó a crecer sobre la pelota ante el repliegue premeditado del Athletic. Sin embargo, la mala noticia para Ancelotti era que Vinicius no se había presentado (de momento) a la final. El Athletic, mientras, seguía a lo suyo: defender con orden y contragolpear con peligro. En el 27 la tuvo Casemiro en disparo raso que punteó perfectamente Unai Simón.
Era un aviso de lo que estaba por venir. El Real Madrid comenzaba a llamar a las puertas del gol. Que se abrirían de par en par en el 37 después de una jugada que inició Casemiro con un toque de calidad y que comandó con vértigo y precisión Rodrygo. El brasileño percutió por la banda derecha, se asomó al área y vio a Modric, que se incorporaba desde segunda línea. El croata llegó, vio y marcó con el interior en un disparo propio de los elegidos.
Rodrygo hace de Vinicius
El tanto espoleó al Athletic, que se soltó el corsé y buscó el área de Courtois. Casi encuentra el 1-1 Sancet en una maniobra individual en el pico del área que habría firmado Benzema. Su disparo, por suerte para los de Ancelotti, se marchó al cielo de Riad, igual que el primer tiempo que quedó abrochado con la victoria por la mínima del Real Madrid.
De salida en la reanudación Marcelino apostó por el pequeño de los Williams para agitar la final. Nico al lado de Iñaki como el día del Athletic. Y en el 49 apareció el VAR en la Supercopa para advertir a Soto Grado de una mano de Yeray a disparo de Benzema. La mano, separada del cuerpo y que interrumpía su disparo, era casi grosera. Karim ejecutó la pena máxima y anotó el 2-0 a pesar de que Unai adivinó la dirección del disparo.
El Real Madrid, con la final encarrilada, decidió replegarse y jugar como en el Clásico. Marcelino metió de golpe a Vesga y Raúl García para intentar una remontada imposible, con todas las comillas que ustedes quieran ponerle. De hecho, el navarro tardó menos de dos minutos en conectar dos remate dentro del área pequeña que se marcharon fuera por poco.
Respondió Ancelotti con un cambio conservador como Boris Johnson: Fede Valverde por un fundido Rodrygo. Y Modric se marcó alguna genialidad como una sotana con el exterior que puso en pie a todo el público de Arabia y telespectadores incluidos. El Real Madrid tenía la final bajo control y los leones apenas si tenían voz para rugir.
Sólo Raúl García se negaba a rendirse. El Athletic tiró de balones aéreos ante un Real Madrid que había decidido replegarse demasiado pronto. Pasaron los minutos y Ancelotti, ya con la Supercopa en el bolsillo, decidió premiar a Marcelo y meterle en el 84 por Vinicius.
Sin embargo, la Supercopa no había acabado porque con Militao en el campo siempre hay emoción. El brasileño hizo un penalti involuntario y claro, por una mano a un remate de cabeza. Soto Grado, a instancias del VAR, pitó penalti y expulsó a un Militao al que la desgracia le persigue. Raúl García ejecutó el penalti pero Courtois, ese portero que también es súper, lo detuvo con un pie salvador.
Fue la última opción para el Athletic de agarrarse a una remontada imposible en la Supercopa. El Real Madrid, superado el apretón de los minutos finales, logró la victoria con merecimiento y demostró que, además de individualidades, también tiene un súper equipo.