Un golazo superlativo de Vinicius dio al Real Madrid un triunfo sufridísimo y puede que no del todo merecido ante un Sevilla que se lo puso en chino al equipo de Ancelotti. Los de Lopetegui se adelantaron con un gol de Rafa Mir y el Madrid remontó con sendos goles de Benzema primero tras una cantada de Bono y de Vinicius después en uno de los tantos más bellos de esta Liga mediocre y fea.
Ancelotti jugaba con los de siempre. No había que ser futurólogo para adivinarlo. El Real Madrid ha cogido velocidad de crucero con el once de gala y no parecía el Sevilla un visitante para tomárselo a beneficio de inventario, menos aún después de que del Bernabéu en obras ya hayan excavado puntos el Villarreal primero y Osasuna después.
Jugaban, decimos, los de siempre. Bueno, con el asterisco del puesto que siempre le baila a Carletto al lado de Vinicius y Benzema. Esta vez era para Asensio en lugar de Rodrygo, que se cayó a última hora de la convocatoria. Y así será (lo de no ro hasta que uno de los otros diez se lesione o sea sancionado. Ante el Sevilla incluso repetía Alaba, que acabó tocado en la rodilla el partido ante el Sheriff, para formar pareja junto a Militao, que ha ido subiendo puestos en el escalafón de centrales del Real Madrid hasta convertirse (lo que son las cosas) en titular indiscutible.
No hará falta recordar a los madridistas el resto del once del equipo blanco. Enfrente estaba un Sevilla candidato alternativo a la Liga frente a los poderosos de siempre al que le suele faltar, que dirían los clásicos, una peseta para el duro. Para mayor morbo con Lopetegui en el banquillo, viejo conocido del Bernabéu, más cómodo en el chándal (hoy jersey y chalequito) visitante que en el traje de local, que le venía demasiado grande.
Arrancó el duelo con un Sevilla envalentonado y mandón que acorralaba al Real Madrid sobre todo cuando los blancos tenían la pelota. Los blancos no se encogieron y respondieron a la presión sevillista con un impecable manejo de la pelota, siempre a uno o dos toques. Y con una presión tras pérdida simétrica. Presión con presión se paga.
Aprieta el Sevilla
Pero Lopetegui tenía muy claro dónde debía defender su equipo hasta que el cuerpo aguantara. Pintaba mal, francamente mal, de salida el partido para el Real Madrid. Pronto se confirmaron las peores expectativas. Ni diez minutos tardó el Sevilla en marcar el primero. Fue a la salida de un córner que Lopetegui tenía estudiado de sobra. Acuña bloqueó a Mendy, Militao se quedó pensando en sus cosas y Rafa Mir remató solito para lograr el 0-1.
Al Real Madrid se le ponía (aún) más feo el partido, que se pudo torcer más si Alaba primero y Courtois después no hubieran evitado el 0-2 en la misma jugada. Ancelotti masticaba chicle a mandíbula batiente mientras Rafa Mir mostraba todas las costuras de ese falso central que es Militao.
El tanto despistó al Real Madrid y espoleó a un Sevilla que ganó en confianza. Se descosieron los de Ancelotti, incapaces de sujetar a Acuña, que campaba a sus anchas a la izquierda. Ocampos tuvo en sus botas el 0-2 en una maniobra magnífica en la que sentó a Casemiro y se sacó un disparo magnífico de media distancia que se estrelló contra el travesaño de Courtois.
Bono para soñar
Afortunadamente para el Real Madrid la Virgen de La Paloma se apareció por el Bernabéu en forma de cantada de Bono, que fue incapaz de atrapar un disparo blandito y lejanísimo de Militao. Sus manos blandas dejaron la pelota, tras tocar en el palo, muerta para Benzema que, bien colocado y atento, marcó el 1-1.
Partido nuevo, pero con la misma mala pinta para el Real Madrid que antes del empate. El Sevilla, eso sí, tuvo que replegarse porque los blancos tuvieron los diez minutos de empuje de cada día. La mejor noticia para los de Lopetegui fue la llegada del descanso y para los de Ancelotti, el empate en el marcador.
El duelo se reanudó con un puntito más de intensidad por parte del Real Madrid, pero con un Sevilla que ya se había lamido las heridas del 1-1 y volvía a presionar a todo campo. Acuña seguía siendo el caballo de Atila que no iba a dejar ni un tepe del Bernabéu con hierba. Los blancos resistían con más oficio que buen fútbol.
Sufrimiento máximo
En el 57 tuvo Asensio en sus pies el 2-1 después de un magnífico pase que filtró Casemiro de primeras. El mallorquín se sacó un disparo seco marca de la casa que se marchó arriba por poco. Pero el duelo era para el Sevilla. Los de Lopetegui mandaban en todas las zonas del campo. El Real Madrid estaba más incómodo que el increíble Hulk con los pantalones de Messi. El empate comenzaba a ser el mal menor en el Bernabéu.
Vinicius volvió ser el de siempre para finalizar una contra clarísima con un disparo que se estrelló contra las grúas del Bernabéu. Era el 70 y e el Nokia de Ancelotti no había señales de que fuera a sonar la alarma de los cambios. Si antes lo digo sonó en el 73. Fuera Asensio y Modric. Dentro Valverde y Camavinga. El Bernabéu también empezaba a firmar el empate.
Aún quedaba tiempo para que ocurriera cualquier cosa en La Castellana. Y el Real Madrid se había guardado un poquito de fuelle para el final. También a Lopetegui le restaba algún cambio para que su Sevilla regresara al partido. O que al menos pudiera mantener el punto que tanto habían merecido durante tres cuartas partes del duelo.
Casi logra su objetivo el Sevilla después de sobrevivir a la ocasión postrera de Alaba en el 82. Parecía que se iban a repartir los puntos. Pero entonces apareció Vinicius para marcar un gol soberbio. Controló con el pecho, se marchó de cuantos sevillistas salieron a su paso, levantó la cabeza y la puso en la escuadra. Uno de esos goles inolvidables, celebradísimos, preciosos, que dieron al Real Madrid una victoria en una de esas victorias en los que se ganan las Ligas.
Le valió los tres puntos gracias también a que tiene un portero estupendo, justo la pieza que le faltó al Madrid glorioso de Zidane, como Thibaut Courtois, que salvó la victoria con una parada maravillosa en el último córner del Sevilla al que incluso subió a rematar Bono, portero sevillista que tuvo mucho demérito en el 1-1 del Real Madrid. El Bernabéu celebró una victoria, puede que inmerecida, pero como decía Di Stéfano, «no me lo merezco, pero lo trinco».