Sergio Llull ha vivido las peores semanas de su carrera deportiva. Al base menorquín le han llovido las críticas y se le ha querido señalar tras una serie de partidos muy malos. El jugador lo ha pasado realmente mal porque es muy crítico consigo mismo, pese a que los resultados acompañen. Muchos, de hecho, recuerdan aquella frase que dijo tras ganar la final de la Liga ACB en 2019: «Llevo dos años de mierda».
En los cuartos de final de la Copa del Rey, el viejo Llull apareció para salvar al Madrid de una caída inesperada contra el Bilbao Basket. El jugador anotó 12 puntos en dos minutos y medio del último cuarto y evitó la remontada de los vascos para dar el pase a semifinales al equipo de Pablo Laso. «Nosotros nunca dejamos de creer en él», resumía recientemente Gabriel Deck en una entrevista con OKDIARIO.
Y es que en el Madrid creen que Sergio nunca se ha ido. Llull ha tenido que convivir con los problemas físicos desde que se lesionó la rodilla en el verano de 2017, pero jamás ha perdido el espíritu competitivo ni las ganas de sobresalir. «En los entrenamientos seguía haciendo las cosas increíbles de antes, era cuestión de confianza y de que saliesen con cámaras delante», asegura un compañero de equipo de Llull a este medio.
«Yo nunca he dudado de Llull. Podéis decir lo que queráis. Es un jugador importantísimo», añadió Pablo Laso en la rueda de prensa posterior al partido contra el Bilbao. El base tiene la confianza plena de sus compañeros y de un madridismo que sigue coreando su nombre al inicio de cada partido.
«Ni antes estaba tan mal ni ahora estoy tan bien. Es un partido que me salió bien y ya está», dijo Llull tras el entrenamiento del viernes. El jugador, sin embargo, no pudo ocultar que las cosas que se están diciendo le afectan. «Me siento muy agradecido por toda esa gente que me apoya y me quiere. Al final, cuando intentas ser buena persona la gente te apoya y te anima. Ellos saben que no estaba pasando por un buen momento y es cuando los verdaderos amigos surgen», zanjó.
Si Llull vuelve a ser el de 2017, el Barcelona tiene motivos muy serios por los que preocuparse. Aquel Sergio dominó Europa durante un lapso de dos años patentando las mandarinas y ganando partidos sobre la bocina a voluntad. Que le pregunten al Valencia Basket, el próximo en el calendario de la redención de Llull.