Lopetegui, despido procedente
Julen, estás despedido. El Real Madrid cayó en el Camp Nou ante el peor Barcelona de la última década (y sin Messi) víctima de su depresión en la primera mitad y de su falta de puntería en la segunda. Coutinho y Luis Suárez, de penalti pitado por el VAR, pusieron el Clásico 2-0 al descanso, pero tras el descanso los blancos lavaron su imagen y acortaron distancias. Benzema falló un gol cantado para el 2-2 y Luis Suárez no perdonó ni el 3-1 ni el 4-1. La expulsión, hasta con VAR, sí se la perdonaron. El quinto, la manita azulgrana, lo hizo Arturo Vidal, aunque para entonces Lopetegui ya tenía las maletas más que hechas.
Lopetegui estaba en el corredor de la muerte. Él lo sabía. Tenía por delante 90 minutos para resucitar a un equipo muerto o terminar de meter la última muda en la maleta. Por eso Julen fue Ancelotti y puso a los once más veteranos y a correr. Jugaba Nacho y no Odriozola y jugaba Isco en lugar de un Asensio en pleno proceso de involución. Por supuesto, Vinicius viajaba a Barcelona de turismo y Lopetegui escenificaba su pulso al club con el descarte del brasileño. Que para algo tiene sus ocho apellidos vascos.
Por el Real Madrid, lo digo por hilar, ya me perdonará que me salte al equipo local, jugaban: Courtois; Nacho, Varane, Ramos, Marcelo; Casemiro, Kroos, Modric, Isco: Bale y Benzema. Por el Barcelona Valverde tampoco arriesgaba mucho. Le faltaba Messi, así que ponía en su lugar a Rafinha y chimpún. El once azulgrana lo integraban Ter Stegen; Sergi Roberto, Piqué, Lenglet, Jordi Alba; Busquets, Arthur, Rakitic, Rafinha; Coutinho y Luis Suárez. Y con esos 22 sobre el verde del Camp Nou arrancó el Clásico.
Lo hizo con dominio territorial del Barcelona ante un Real Madrid replegado que no encerrado. La presión azulgrana era asfixiante, quizá porque sin Messi todo el mundo corre un poco más. Claro, muchas piernas pero poco talento. Con todo, el primer remate a puerta fue del Madrid. Lo ejecutó Benzema en una media volea. No les sorprenderá a ustedes leer que se fue alto.
Autopista de Alba
El guión se mantenía en el arranque: la pelota para el Barça, se defendía el Real Madrid con la defensa muy adelantada y las líneas muy juntas. El campo se estrechaba hasta ser la franja de Gaza. Pero entonces los azulgranas encontraron un resquicio entre la defensa del Real Madrid. El hueco lo vio Jordi Alba en la espalda de un Nacho que estuvo impotente y lento en la carrera con el lateral. Alba asistió al medio y con toda la defensa de los blancos retrocediendo su asistencia la encontró Coutinho que se incorporaba de segunda línea. Pues eso, 1-0 y la mujer de Lopetegui terminando de vaciar los armarios.
Vistas las costuras del Real Madrid, el Barcelona se vino arriba entre globos amarillos. Nacho volvió a perder otro balón estúpido en la frontal y asistió a Arthur. El brasileño se sacó un disparo duro que despejó Courtois con una espectacular estirada que evitaba el 2-0. El Real Madrid seguía en un estado catatónico, de cuerpo presente, ante un Barça que tampoco era para tirar cohetes.
El Clásico era insípido y lento. Sólo el color de las camisetas de ambos equipos permitía diferenciarlo de un Getafe-Betis. Faltaba talento y al Real Madrid también espíritu. Su entrenador había contagiado al equipo esa tristeza melancólica, así que los blancos se descosían en el Camp Nou. La costura se hizo mayor en el 29 cuando el VAR pitó su primer penalti en un Clásico. Tenía razón. Varane derribó a Luis Suárez y el colegiado, después de que lo reclamara todo el equipo de Valverde, lo señaló. Courtois volvió a rozarlo, pero no evitó el tanto de Luis Suárez. Era el 2-0. La mujer de Lopetegui empezaba a cerrar las maletas.
Penaba el Real Madrid en el Camp Nou como alma en pena. La cara de Lopetegui era la del Ecce Homo de Borja después de la restauración. Messi se relamía en las gradas pensando en que podría haber jugado con el brazo en cabestrillo. Se consumió el primer tiempo con un Real Madrid que era la impotencia vestida de blanco. ¡Madre mía, qué imagen! ¡Qué vergüenza!
Marcelo Ronaldo
Contra todo pronóstico, Lopetegui también se sentaba en el banquillo del Real Madrid en el segundo tiempo. Y quitaba a Varane por Lucas Vázquez. Los blancos cerraban con tres atrás y asumían los riesgos necesarios para morir de pie, al revés que el primer tiempo que habían malvivido de rodillas. La osadía premió al Madrid, que encontró el gol en los pies de Marcelo, que es su mejor delantero aunque sea lateral izquierdo. La jugada la inició Benzemza, la aceleró Lucas y la asistió Isco ante el despelote de la defensa azulgrana.
El gol resucitó al Real Madrid, que se vino arriba del todo. El Barcelona huyó del Clásico como Puigdemont camino de Bélgica. Un remate de Modric al palo pudo igualar la contienda. Hasta Lopetegui empezó a recuperar el pulso y un poco el ánimo. La mujer de Julen empezaba a mosquearse porque no terminaba de cerrarle la maleta.
Reaccionó el Barça con un arreón guiado por este Arthur tan apañao y por un Luis Suárez que estuvo a punto de marcar un golazo imposible si no llega a ser porque el palo se interpuso entre el gol y el uruguayo. Con una hora de retraso por fin llegaba el Clásico a nuestras vidas.
Apretó el Barça y respondió el Real Madrid con una jugada coral que, lamentablemente para Lopetegui, cayó en la cabeza de Benzema. El francés –y eso no es noticia– falló un gol cantado e impidió el 2-2 del equipo blanco. Valverde quitó a Rafinha y Coutinho para meter a Semedo y Dembelé. El Camp Nou se revolvía inquieto.
Suárez marca y pisa
La tranquilidad la aportó Luis Suárez, que se puso el traje de Messi para marcar un 3-1 salvador. Centró Sergi Roberto, que remontó medio campo ante un Real Madrid partido, y remató el charrúa con un cabezazo de primeras ante el que el vuelo de Courtois nada pudo hacer. Un minuto después, Suárez debió ser expulsado por un pisotón alevoso sobre Ramos, pero al uruguayo se la perdonan hasta con el VAR.
Con la roja perdonada, Luis Suárez también marcó el 4-1, el último clavo del ataúd de Lopetegui. Era la sentencia a falta de siete minutos para acabar el Clásico. Colorín, colorado, la era de Julen se había acabado. Luego a Arturo Vidal le daba tiempo a marcar el quinto. Ahora sí, su esposa cerraba la maleta y Lopetegui ya era historia en el Real Madrid, que se iba del Camp Nou con cuatro en el saco y con la sensación de que este, a nivel de títulos y de rendimiento no es que vaya a ser un año de transición, es que va a ser un año sabático.
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