La hipocresía de Ceferin: de criticar la Superliga a crear la Liga de Naciones
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La Liga de Naciones ha irrumpido en este parón para dejar claro que el fútbol es espectáculo puro y muy atractivo si se enfrentan los mejores. Francia, España, Italia y Bélgica nos han dejado cuatro grandes encuentros en los que el título, al final, ha sido lo de menos. Entretenimiento del bueno sobre el terreno de juego de la mano de la UEFA y de Aleksander Ceferin, propulsor de la competición, en un formato que, cuando se presentó a nivel de clubes, se encontró de frente contra los mismos dos protagonistas.
El máximo dirigente del fútbol europeo clamó contra la Superliga mientras que es quien ideó una competición con el mismo fin, pero a nivel de selecciones. Cuatro categorías en las que las 55 selecciones del continente quedan encuadradas por ranking, dejando como plato fuerte una Liga A en la que figuran las 16 mejores divididas en cuatro grupos, que se disputan el título en una final a cuatro.
Un formato atractivo, que viene a suplir a los soporíferos amistosos, que sólo servían para llenar los bolsillos de las grandes, a costa de bolos contra otras de nivel inferior, y para cargar de minutos y viajes a los jugadores. Una visión que cambia cuando quien organiza no es la UEFA.
Si los encargados de ejecutar el mismo plan son otros, Ceferin aparece como el principal opositor. La Liga de Naciones, creada en 2018, no es más que el reflejo de la Superliga sólo que a nivel de selecciones. Es ahí donde se demuestra la hipocresía del máximo dirigente del fútbol continental, que carga contra competiciones de la misma índole que las promovidas por él mismo, siempre que la UEFA no sea la benefactora.
A favor de su competición, en contra de la Superliga
La competición ideada por Florentino Pérez, respaldada por Juventus y Barcelona, cuenta con un formato similar, en el que los mejores clubes europeos se dividen en grupos y se enfrentan unos contra otros, con el único objetivo de aumentar la competitividad, ofrecer un mayor espectáculo y conseguir un notorio crecimiento de la industria, que permita elevar el caudal de ingresos no sólo de los participantes, si no del resto de clubes.
Sin embargo, los 12 clubes fundadores se encontraron con la fuerte oposición de la UEFA dirigida por Ceferin. La excusa fue el atentado contra el espíritu deportivo, a pesar de que no se descartaron modificaciones del plan inicial para hacer de ella una competición en la que primara la meritocracia y que contase con distintas categorías, como sucede con la Liga de Naciones.
Una idea para perpetuarse en el cargo
En el aspecto económico, las similitudes entre la Liga de Naciones y la Superliga son también notorias. Sólo cambia un factor, bastante determinante: el interés. Las dos buscan una mayor inyección de ingresos a costa de enfrentar a los mejores y ayudar así al desarrollo de los más modestos, ya sean federaciones o clubes. Sin embargo, la UEFA lo hace de manera interesada, a diferencia de los equipos de la Superliga.
Con la Liga de Naciones, Ceferin ha conseguido crear una competición que vende y que genera ingresos que se reparten no sólo las grandes, si no que también les llega a las de menor importancia. Los derechos televisivos se venden de manera unificada y se reparten de manera equitativa. Un negocio en el que ganan los aficionados, ganan las federaciones y, también, gana el presidente de la UEFA.
Con esta estrategia, el esloveno se asegura perpetuarse en el cargo, a costa de contar con el voto favorable de las federaciones pequeñas, que gracias a la competición tienen ingresos mayores a los que obtenían con los amistosos. Con ello, queda claro que el interés del mandatario va más allá de potenciar y proteger el deporte rey, mirando principalmente por el beneficio del ente y propio.
Algo que ya ha generado críticas por parte de varios jugadores, que claman contra el incremento de partidos en un calendario ya de por sí muy cargado. El último en poner el grito en el cielo ha sido Thibaut Courtois, tras la disputa de un tercer y cuarto puesto que carecía de interés.
«Sólo jugamos porque supone dinero extra para la UEFA», señaló el portero del Real Madrid a la conclusión del encuentro, solicitando tanto al organismo europeo como a la propia FIFA que miren más por los jugadores y no sólo por los ingresos si realmente les interesa potenciar el fútbol en la sociedad actual.
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