El niño no quiere dormir la siesta: ¿qué podemos hacer?
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¿Tienes un bebé o un niño pequeño y se niega a hacer la siesta después de haber comido o antes de que le des la merienda o le lleves al parque? Tranquilo, es algo por lo que pasan muchos padres, especialmente cuando el niño va creciendo y se adapta a horarios y rutinas que hacen que la siesta en ocasiones, resulte incompatible o sencillamente, no le apetezca. De este modo, el niño pasa de dormir su siesta sin problema a no querer hacerlo nunca o a que por ejemplo, el fin de semana te diga que «no» lo más convencido posible. Este cambio puede parecer abrupto y, a menudo, frustrante, especialmente cuando los padres están acostumbrados a tener ese respiro en medio de la jornada. Pero, ¿por qué ocurre esto? Muchas veces, la negativa de un niño a dormir la siesta puede deberse a una combinación de factores, que van desde el crecimiento natural hasta la acumulación de energía o incluso cambios en su entorno. Entonces ¿qué podemos hacer cuando la siesta se convierte en un desafío?.
La negativa a dormir la siesta no es un hecho aislado y es bastante común en niños pequeños, generalmente entre los 2 y 4 años de edad. En esta etapa, los pequeños están en pleno desarrollo cognitivo y físico, lo que puede generar una sensación de curiosidad y energía inagotable. Además, a medida que van creciendo, algunos niños comienzan a necesitar menos sueño durante el día, aunque aún no están completamente preparados para eliminar la siesta por completo. Como padres, es importante recordar que cada niño es diferente, y lo que puede funcionar para uno no necesariamente será eficaz para otro. Pero, antes de caer en la desesperación, es crucial entender las posibles razones detrás de esta resistencia y explorar estrategias que pueden ayudar a que tanto el niño como los padres encuentren un equilibrio. Descubramos entonces por qué el niño no quiere hacer siesta y qué debes hacer al respecto.
El niño no quiere dormir la siesta: ¿qué podemos hacer?
Lo primero que debemos tener en cuenta es que la resistencia a la siesta no significa que el niño no necesite descansar. A menudo, puede estar sobreestimulado o incluso cansado en exceso, lo que paradójicamente hace que le cueste más relajarse. Es importante, por tanto, observar las señales que el niño da: ¿está irritable? ¿Tiene dificultades para concentrarse o jugar? Estas pueden ser pistas de que, aunque diga que no quiere dormir, su cuerpo necesita una pausa. A partir de aquí, podemos explorar algunas estrategias que faciliten el proceso de la siesta sin convertirlo en una batalla diaria.
Si embargo, antes de abordar las soluciones, es fundamental comprender por qué un niño puede resistirse a dormir la siesta. Una razón común es que el niño está atravesando una etapa de transición en su desarrollo. Entre los dos y los cuatro años, muchos niños comienzan a necesitar menos sueño diurno. Esto no significa necesariamente que estén listos para eliminar la siesta por completo, pero sí que el patrón de sueño que tenían desde bebés puede estar cambiando. En este sentido, es clave observar al niño y ajustar los horarios de siesta según sus necesidades, en lugar de forzarlos a dormir cuando ya no lo necesitan tanto.
Otra razón podría ser el exceso de estímulos. Los niños pequeños están constantemente explorando el mundo que los rodea, y a veces, simplemente no quieren perderse nada de lo que está ocurriendo. Esto es especialmente cierto si están en entornos estimulantes como la guardería o si tienen hermanos mayores. En estos casos, el niño puede resistirse a dormir porque siente que se está perdiendo algo importante. Aquí, el desafío para los padres es crear un ambiente tranquilo y propicio para el descanso, donde el niño pueda desconectar sin sentirse excluido de la diversión.
Finalmente, la sobrecarga emocional también puede jugar un papel importante. Los niños, al igual que los adultos, experimentan emociones complejas que pueden afectar su capacidad para relajarse y dormir. Cambios en la rutina, la llegada de un nuevo hermano, el inicio de la guardería o incluso pequeños eventos cotidianos que los hayan alterado pueden influir en su resistencia a la siesta. En estos casos, la clave está en ofrecer un entorno emocionalmente seguro y reconfortante, donde el niño pueda sentirse tranquilo para descansar.
Estrategias para fomentar la siesta
Una vez que hemos identificado algunas de las posibles razones por las que el niño no quiere dormir la siesta, podemos pasar a implementar estrategias que faciliten el proceso. Aquí hay algunas ideas que podrían ayudarte:
Establece una rutina predecible
Los niños se sienten más seguros cuando saben qué esperar. Por ello, establecer una rutina diaria que incluya la siesta puede ser muy beneficioso. Intenta que esta rutina sea consistente, con actividades que preparen al niño para el descanso, como leer un cuento, apagar las luces o escuchar música suave. Al repetir estos rituales, el cuerpo del niño comenzará a asociarlos con la relajación y el sueño, lo que facilitará el proceso.
Crea un ambiente adecuado
El entorno en el que el niño duerme es clave para su descanso. Asegúrate de que el lugar donde toma la siesta sea tranquilo, con poca luz y sin distracciones. Si es posible, reduce el ruido del hogar durante este tiempo y asegúrate de que el espacio sea cómodo y acogedor. En algunos casos, el uso de una manta especial o un peluche favorito puede ayudar al niño a sentirse más seguro y dispuesto a descansar.
Ajusta las expectativas
Es importante ser flexible y ajustar tus expectativas en función de las necesidades de tu hijo. Algunos días, la siesta puede ser más corta de lo esperado o, en otras ocasiones, puede que el niño no duerma, pero aún así descanse en un ambiente tranquilo. Si la siesta no ocurre como habías planeado, intenta no frustrarte. A veces, un simple tiempo de descanso en el que el niño esté tranquilo en su cama o cuna puede ser suficiente para recargar sus energías.
Evita la sobreestimulación
Justo antes de la siesta, es mejor evitar juegos o actividades que exciten demasiado al niño. Los niños, al igual que los adultos, necesitan tiempo para desconectar y relajarse antes de poder dormir. Por lo tanto, asegúrate de que el tiempo previo a la siesta esté lleno de actividades más calmadas, como leer un libro, dibujar o jugar de manera tranquila. Esto ayudará a que su mente y cuerpo entren en un estado de calma.
¿Y si no consigo que el niño haga la siesta?
En ocasiones, a pesar de todos los esfuerzos, el niño simplemente no querrá dormir la siesta. Esto puede ser frustrante, pero es importante recordar que, al final del día, cada niño es único y tendrá su propio ritmo. Si tu pequeño está dejando de dormir la siesta, asegúrate de que esté durmiendo lo suficiente durante la noche y ajusta su rutina diurna para compensar la falta de descanso durante el día. Mantén la calma y la paciencia; con el tiempo, tanto tú como tu hijo encontrarán el equilibrio necesario para que ambos puedan disfrutar de un día lleno de energía y momentos tranquilos.
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