Perera y Roca Rey cortan dos orejas cada uno y salen a hombros en el penúltimo festejo de San Fermín
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Los diestros Miguel Ángel Perera y Andrés Roca Rey salieron este miércoles a hombros al final de la penúltima corrida de los Sanfermines, que, pese a las orejas, fue en su conjunto un plomizo y dilatado espectáculo de casi tres horas de duración.
Pero solo en Pamplona, en este particular microcosmos taurino, pueden llegar a darse paradojas como ésta: que dos toreros se vayan triunfantes al final de una tarde muy poco entretenida, plagada de lidias largas y monótonas, y sin haber dado grandes argumentos artísticos ante una corrida manejable en general y con dos toros especialmente destacados.
El primero de ellos fue el que abrió plaza, uno de los serios «victorianos» de la que ha sido la corrida de más cuajo lidiada hasta ahora en una «Feria del Toro» donde ha predominado la lidia de astados vareados y sueltos de carnes, cuando no directamente flacos.
«Bocinero» tuvo, pues, una sobrada presencia a la que añadió una embestida clara y dulce que salió a flote cuando Perera le abrió la faena con las dos rodillas en tierra, primero por alto y luego ligándole una tanda de mueltazos por el pitón derecho sin solución de continuidad.
El resto del trasteo tuvo mucha menos emoción, en tanto que, de siempre tan sólido, y tan autoritario, Perera exigió más de la cuenta a un animal que no lo necesitaba, hasta el punto de que apenas transmitió a los tendidos, aunque, eso sí, como mató a la primera, paseó ya la primera de las cinco orejas que tocaban hoy.
La otra que se llevó el extremeño tampoco tuvo excesivo peso, pues el cuarto de Victoriano del Río fue un toro pajuno y fácil, de escaso celo al que toreó con la misma solidez y con idéntica monotonía, sin provocar olés durante la merienda pero tampoco al final de ella, que ya se había terminado cuando Perera aún seguía con el toro.
Y dos orejas más le dieron a Roca Rey, que es, desde que tomó el relevo de Juan José Padilla, el nuevo ídolo de las peñas Pamplona, con cántico incluido, adaptado de los futbolísticos.
El pinchazo y el bajonazo con que mató a su primero hicieron que entonces el premio no fuera doble, pero en realidad la solitaria oreja más ajustada a lo que hizo con otro de los toros destacados de esta feria, que fue ese tercero, «Jaceno» de nombre, al que la presidenta concedió al vuelta al ruedo en el arrastre.
Iniciada con quietud y aparatosidad en los medios, con varios pases cambiados por la espalda, y rematada con adornos efectistas y embarullados en la distancia corta, la faena del peruano se compuso en lo fundamental de varias tandas de muletazos ligeros y de corto trazo, aprovechando más que llevando la larga inercia de las embestidas del nobilísimo animal.
Y aun así hubo premio para el torero famoso, al que quisieron sacar de todas formas por la puerta del encierro pidiéndole la oreja que necesitaba en el sexto, incluso tras el pinchazo y el feo bajonazo con que lo tumbó.
Pero, entre medias y ante un animal que se movió sin celo, Roca se dilató en un trabajo de altibajos en los que todo se le jaleó, incluso los desarmes y los achuchones de otro final embarullado.
Por haber orejas las hubo hasta para Paco Ureña, que sorteó el lote más deslucido, pues su primero se desfondó a las primeras de cambio, sin ayudar a lucir la insistencia del murciano, y luego le hizo una faena tan tesonera como opaca a un cuarto que al menos tomó la muleta con más entrega por el lado izquierdo.
Ese fue el lado por donde Ureña logró alguna tanda de naturales lucidos, pero acogidos con el silencio de una masa que, ya que se acaban las fiestas y ayer se los ahorraron, le gratificó con ese premio a su extendida voluntad en una tarde plomiza no solo de calor.
Ficha del festejo:
Seis toros de Victoriano del Río, todos cinqueños, con cuajo y serias defensas, entre los que los hubo pajunos y manejables, junto a otros de escaso fondo, pero también dos muy destacados: el «dulce» primero y, especialmente, el tercero, «Jaceno» de nombre, nº 23, negro mulato, de 570 kilos, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre por su bravura, clase y profundidad.
Miguel Ángel Perera, de cian y oro: estocada caída (oreja tras aviso); estocada perpendicular (oreja).
Paco Ureña, de grana y oro: cuatro pinchazos y estocada caída (silencio tras aviso); estocada caída perpendicular (oreja).
Roca Rey, de violeta y azabache: pinchazo y bajonazo (oreja); pinchazo y estocada baja (oreja).
Perera y Roca salieron a hombros por la Puerta del Encierro.
Entre las cuadrillas, Juan Sierra y Vicente Herrera saludaron tras banderillear al primero, y Antonio Chacón al sexto.
Noveno festejo de abono de la feria de San Fermín, con lleno en los tendidos (19.600 espectadores), en tarde muy calurosa.
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