Aluvión de orejas en San Fermín: Rafaelillo, Escribano y Leo Valadez salen a hombros

Toros Pamplona
os diestros Rafaelillo (d), Manuel Escribano (i) y Leo Valadez salen a hombros de la Plaza de Toros de Pamplona.

Hasta siete orejas, con la salida a hombros de los tres matadores, se concedieron este domingo en Pamplona con un delirio triunfalista propiciado por una errática presidenta y apoyado, sobre todo, en el excepcional juego de los seis toros de la divisa de La Palmosilla, auténtica triunfadora de la tarde.

La locura orejera se desató ya cuando la concejala de turno sacó los dos pañuelos a las primeras de cambio para premiar exageradamente una faena de Rafaelillo que en cualquier otra plaza solo hubiera recibido una fuerte ovación.

Y es que el murciano, que volvía a Pamplona tras las gravísimas lesiones sufridas en la corrida de Miura de los últimos sanfermines antes del Covid, apenas si llegó a asentarse con un toro que flojeó de salida, pero que recobró bríos para embestir con bravura y emoción.

Quizá fuera porque mató a la primera, lo que aquí ya vale un trofeo por sí solo, y que además la edil se puso tierna, pero el hecho es que Rafaelillo paseó ya esas dos orejas que marcaron el bajo nivel de exigencia de la tarde.

Por eso no tuvo más remedio que dárselas también a Manuel Escribano del segundo, pero en su desconocimiento se olvidó de sacar junto a los blancos el pañuelo azul para premiar con la vuelta al ruedo al que puede ser uno de los toros más completos de la temporada 2022.

«Remilgado», un precioso colorado ojo de perdiz, fue una auténtica máquina de embestir de principio a fin de su lidia: pronto a todos los cites, incansable en su galope rítmico y con una enclasada profundidad, resumió en su comportamiento tres siglos de genética ganadera en busca de la bravura perfecta.

Escribano le hizo de todo, sin respiro, desde que le saludó a portagayola hasta que se volcó en la estocada, incluyendo un acelerado tercio de banderillas compartido con Valadez y una faena de muleta ligada y limpia, aunque con más oficio que entrega, que, evidentemente, fue premiada con holgura.

Con la tarde, y la corrida, embalada, también hubo premio doble para el mexicano Leo Valadez, que estuvo muy animoso en quites y en los adornos muleteros con el fino tercero, que tuvo un soberbio pitón derecho con el que no siempre se templó antes de matarlo, eso sí, de un gran estoconazo.

En la segunda parte cesó ya el saldo orejero, aunque aún hubo otro «cariñoso» trofeo para Rafaelillo, más probablemente por la angustia de la volterera sufrida en un descuido técnico que por su destamplada labor con otro de La Palmosilla que se entregó por el lado diestro.

Y si no se los dieron también a sus compañeros de sus segundos toros fue porque fallaron con las espadas ante otros dos ejemplares que dieron para mucho más: de profunda clase, el quinto, siempre fijo en los medios, y más que factible por el izquierdo, el salpicado sexto, a pesar de que marcó cierta querencia hacia chiqueros.

Escribano no pasó de técnico con uno, hasta que se vino abajo el animal, y Valadez se fajó con el último antes de que el trasteo cayera en cierto embarullamiento cuando buscó la complicidad de las peñas para igualar el populista «hat-trick» de Rafaelillo.

Ficha del festejo: 

Seis toros de La Palmosilla, todos cinqueños, bien armados y muy parejos en sus armónicas y finas hechuras, sin exceso de kilos, y de juego excepcional, pues los seis, aun con distintos matices, lo dieron en su conjunto, con un segundo especialmente destacado, «Remilgado» de nombre, por su infatigable bravura y clase.

Rafaelillo, de violeta y azabache: estocada caída (dos orejas); estocada trasera atravesada (oreja con petición de la segunda).

Manuel Escribano, de blanco y oro con bordados de rosas: estocada trasera tendida (dos orejas); pinchazo y estocada trasera caída (vuelta al ruedo tras petición y aviso).

Leo Valadez, de cian y oro: gran estocada (dos orejas); media estocada desprendida y cinco descabellos (silencio tras aviso).

Los tres matadores salieron por la Puerta del Encierro, después de ser paseados a hombros junto al mayoral de la ganadería, Francisco Javier Guillén.

Entre las cuadrillas, sobresalió la medida y precisa brega de Rafael González con el tercero.

Sexto festejo de abono de la feria de San Fermín, con lleno en los tendidos (unos 19.000 espectadores), en tarde calurosa.

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