Si no está para tocar la pandereta
No hace falta salir de casa, los felices alumbrados se cuelan por las ventanas y los abetos de los vecinos felices brillan en nuestros hogares, mucho más si estamos bajos de luz. No hace falta chimenea. Papá Noel, ese irritante barrigón, si uno es adulto y no anda sobrado de euforia, penetra a través del móvil, el explorador online y en el Congreso.
A mí me gusta la navidad, vengo de sangre rumbosa, me siento cómoda en el bullicio, la lentejuela y el brindis y, por suerte, no tengo ausencias terribles entre mis afectos que lamentar por Navidad. No obstante, comprendo perfectamente a los Grinch de cada familia, grupo o comunidad. Todos luchamos por la felicidad como podemos, o al menos por cierto equilibrio («esa serena desesperación», que diría Tennessee Williams)…
Navidad para muchos es comer sin hambre por orden de la abuela pesada, y hablo en sentido figurado. ¿O no tanto? Con excepción de los Felipe II, porque eso no es comida, ni dulces, eso es un trozo de ópera, una ventana al paraíso, la gastronomía navideña es un absoluto sinsentido o un delito de odio que debiera estar arbitrado por nuestra querida ministra de Sanidad, que como sabemos es médica, mandona y madre.
Está claro, un empacho de felicidad obligatoria puede ser insoportable para muchos. Por eso, queridos lectores les regalo mis personales y discutibles sugerencias sobre cómo cuidar de sus íntimas vidas emocionales en las horas venideras:
1. Actúen como si fueran grabados por unas cámaras inexistentes, como en una sitcom de audiencia imaginaria, como protagonistas de una serie ligera de HBO, y enamoren a la audiencia. Es una forma de dominio propio estúpida y efectivísima.
2. Vivan estéticamente, con pulcritud, orden y dignidad, aunque estén solos. Se visten, se afeitan, se pintan los labios, recogen un poco y organizan. Las flores y plantas son una grata y silente compañía que alimenta el espíritu y nunca empacha.
3. Modérense comprando, comiendo, creando, fumando, bebiendo, conduciendo, hablando, trabajando, pensando, adorando, siendo…
4. Busquen la paz: esto puede incluir leer un libro (¿han leído mi novela Qué te importa que te ame, Editorial Planeta? ¡Es el momento, si necesitan desdramatizar!), disfrutar de un baño relajante, meditar o simplemente estar, ser, sin emitir juicio alguno. Mejor en la naturaleza que es un gran ansiolítico, como el contacto físico.
5. Practiquen deporte, caminen, cuiden sus chasis.
6. No pidan consejos sentimentales jamás; y mucho menos a lerdos e inmorales (en mi opinión es lo mismo).
7. El éxito no es tener dinero, poderío, popularidad. El éxito consiste en hacer lo que es debido cueste lo que cueste, a lo reina de Inglaterra. Si no la han visto, estas vacaciones tienen The Crown completita.
8. No sospechen, no fabulen, no saquen conjeturas, controlen su mente y mantengan a raya el marcador de paranoia.
9. Contemporicen y no se tomen nada personal. La vida es una batalla, pero el enemigo no está en las demás personas.
10. El enfado, el reproche y la confrontación sólo en la intimidad. Sólo para relaciones sólidas e importantes. Ni eso.
11. Si quieren derrotar a alguien, perdónenlo, compréndanlo, el arma más poderosa es un pacifismo radical: el de Jesús. El protagonista de estas fechas, no tú, ni tu cuñao.
12. Nunca es tarde para tener fe. Libera el alma de zozobras, confiere identidad, fortaleza, paz y da salud. «Los enigmas de Dios son más satisfactorios que las soluciones de los hombres y lo más increíble de los milagros es que ocurren» (esto último es de Chesterton).
13. Sean compasivos. Traten a las personas con cariño, respeto y humor, principalmente a su persona.
14. La gratitud puede mejorar su estado de ánimo y perspectiva. Agradezcan lo que tienen y no se apeguen a ello. Vamos a perderlo en cualquier momento.
15. Y si, con todo, llama la tristeza, ábranle la puerta, ofrézcanle un ponche y respiren junto a ella con absoluta calma, sin rebelarse. En realidad, es un ratón.
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