Sánchez, víctima de su propio mercadeo
En un delicioso alarde de virtuosismo poético, España ha vuelto a ser la peor de las cuentas pendientes de Sánchez negándole Moncloa con 155 noes. La víctima propiciatoria de un político que la ha mercadeado hasta la obscenidad con JxCat, ERC, Bildu.
Para culminar la segunda investidura fracasada de su vida, Sánchez volvió a bajar al averno de los separatistas y los batasunos demasiadas veces durante las últimas semanas. Tantas que, por su culpa y por el camino, Otegi presumió como una “tía buena” de ser cortejado por Moncloa, y la portavoz de Herri Batasuna ascendió desde la herrikotaberna diseñada para ella en un lugar marginal del Congreso para “apoyar a Sánchez con su abstención y propiciar un Gobierno de justicia social que evite la muerte política de Sánchez”. Albricias de la normalización batasuna: una hija de la ETA
hablando de la muerte de un político sin apretar el gatillo.
Sólo horas antes del segundo conato ungidor del paria de Moncloa, Rufián le espetó en su turno de intervención que “la abstención en una investidura es una decisión activa”. Un sí. Algo que, cuando le repetimos muchos a los analistas adeptos a Sánchez, suele provocar en su cara el típico estupor de un padre que recibe por primera vez a su hijo bajo los efectos de una seta alucinógena.
Sánchez era tan consciente del asentimiento que representa la abstención, que llegó a reconocer la “legitimidad democrática de Bildu”, y llamó a Elespe, Buesa, Múgica, y el resto de sus nueve compañeros asesinados a pedro samanos de ETA “discrepancias del pasado” antes de ofrecer a los batasunos una bandeja de plata con la cabeza de los diputados del PP, el partido más excelsamente masacrado por sus socios pasivos: “¿Cuántos diputados del PP están en representación del País Vasco?”.
Iglesias tiene hasta noviembre para paliar de debacle electoral que a todas luces se le vaticina de repetir elecciones, pero antes tendrá que volcarse en los libros como todo pésimo estudiante durante lo que queda de verano. Desde el atril, y como poseído por Nikita Khrushchev, pidió recentralizar las políticas activas de empleo transferidas a las “naciones de naciones”. Mucha “plurinacionalidad”, pero a la hora de “pillar cacho”, Galapagar es como Moscú dirigiendo a las repúblicas socialistas soviéticas como a la banda de una orquesta de pueblo. Le ha regalado a Sánchez el plan B diseñado por Ábalos, o el que muchos pensamos que era el plan A desde el principio.
La seducción a Rivera impostando a un nuevo Sánchez que hoy ha empezado a impostar la catarsis para pasar a la fase del ajusticiamiento democrático en aplicación del artículo del 155 en Cataluña con la excusa de la sublevación institucional de Torra provocada por las condenas a los golpistas catalanes, y las revueltas de la ultraizquierda y la ultraderecha nacionalista que se aventuran recrudecidas con respecto a las de septiembre y octubre de 2017.
En esa carrera hacia la reconversión, Sánchez, el hombre que ha jurado “inquebrantables principios y convicciones” es capaz de acabar con Bildu apoyando a un Gobierno de Navarra Suma. Va a ser divertido ver como los periodistas y analistas de izquierdas que hoy describían a una “España harta y devastada por la oportunidad desaprovechada” hoy, y que, ayer, llamaban “fascistas” y “ultraderechistas” al “trifachito de Colón” por reclamar una Cataluña y una Navarra española y constitucional, le imponen por lo mismo a Sánchez el nuevo atavío de demócrata.
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