Nos jugamos la democracia
Este domingo todos estamos llamados a acudir a la Plaza de España de Madrid. Debemos abarrotar las calles de la capital para que de ahí salga un mensaje alto y claro de que los españoles ya no aguantamos más indecencia, más indignidad y más humillación por parte de un proyecto corrupto y sin escrúpulos como es el sanchismo.
No tenemos que pensar lo mismo para luchar juntos. Simplemente, tenemos que reconocernos como compatriotas, como personas decentes que comparten un vínculo: el de ser españoles. Un vínculo que nos da derechos, pero, antes que eso, nos obliga a defender la dignidad de nuestro país en esta hora crítica.
Entre nosotros puede haber discrepancias, pero nunca un muro. Por eso debemos derribar el que ha levantado Sánchez, no sólo para dividirnos, sino para ocultar sus vergüenzas. No le ha funcionado: toda la corrupción ha quedado a la vista. El espectáculo es desolador, pero quiero recordar algo importante: España no es lo que estamos viendo.
España no es el esperpento de la fontanera socialista que amenaza a mandos de la Guardia Civil; eso es el sanchismo. España no iba en el Peugeot de Ábalos, Koldo y Cerdán; iba Sánchez. España no ha colocado prostitutas en empresas públicas, lo ha hecho Ábalos. España no intercambia mensajes con Aldama, se los escribe Reyes Maroto. España no hace negocietes desde la Moncloa, ni registra software de terceros a su nombre, ni recomienda para contratos públicos a gente con la que hace tratos; todo esto es cosa de Begoña Gómez. España no está enchufada en una orquesta pública, lo está el hermanísimo. España no está investigada por filtrar mensajes, sino el Fiscal General sanchista. España no le pide a otros que le escriban las tesis ni las autobiografías; España no esconde urnas detrás de una cortina. Es Sánchez quien lo hace.
No ha sido España, sino Sánchez, quien está destrozando las instituciones, quien acosa a los jueces, quien ignora al Congreso, quien asalta el Tribunal Constitucional y la fiscalía, quien se ha apropiado de RTVE, de la Agencia EFE, de Correos, del Banco de España, del CIS… España no compró la presidencia a los independentistas a cambio de la amnistía; España no negocia conciertos fiscales que destruyen la solidaridad de la nación; España no gobierna con los herederos de ETA. Es Sánchez.
Sánchez sólo cree en sí mismo y su supervivencia política. Si creyera en España procuraría rodearse de los mejores, y no de personajes como Ábalos, Koldo o Leire; si creyera en España, no colocaría en puestos clave a gente sin preparación ni experiencia. Y si creyera en la democracia habría dado explicaciones de todo ello y no se dedicaría a perseguir o tachar de fascista a todo aquel que osa cuestionarle, incluso aunque sea de su propio partido. Como hacen los autócratas.
Leía estos días una frase muy clarificadora de la situación que nos está tocando vivir: «un hombre malvado es capaz de quemar su propia nación, hasta los cimientos, para poder gobernar sobre sus cenizas», pero los españoles aún estamos a tiempo de parar esta deriva.
Por eso es tan importante acudir a la concentración de este domingo. Que se escuche alta y clara la voz de los españoles frente a tanta ignominia. Basta ya de autoritarismo. Basta ya de corrupción. Basta ya de mafia.
¡Mafia o democracia!
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