Lo que supuestamente se avecina
A toro pasado, conviene detenerse en algunos detalles sobre lo ocurrido en las pasadas elecciones, que no hay que pasar por alto, porque arrojan algo de luz sobre lo que se avecina, o sea, que el 23 de julio pueda producirse, o no, un cambio en el Gobierno nacional que desplace del poder a la izquierda y entre un ejecutivo de centroderecha. O que revalide el poder el gobierno que hemos –padecido, sí- esta última e inconclusa legislatura, capitaneada por cuasi autócrata.
Veamos, concurrieron en las pasadas elecciones autonómicas 12 candidaturas que en conjunto presentaban listas con 396 candidatos y que, con los suplentes correspondientes de cada lista, arrojaba una cifra superior a las 400 personas que aspiraban a ocupar alguno de los 59 sillones con que cuenta el Parlamento balear.
Resultaba evidente que menos de la mitad de estas candidaturas iba a proporcionarle algún número de diputados y que el resto, con escasas o nulas posibilidades, concurrían no se sabe muy bien por qué. Tal es el caso de candidaturas como Orden, Reset, Pacma o PLIE, que ni se conocía a sus candidatos ni menos aún lo que supuestamente pretendían, aunque lo mismo da. Resumiendo, demasiados candidatos innominados para medio centenar de sillones. Pero así son las cosas.
Quedaban pues, con fundadas aspiraciones, PP, PSOE, UP, Vox, Més, PI y Cs, a las que había que sumar Més per Menorca y las candidaturas de Formentera. Finalmente, se quedaron por al camino Cs y PI y se repartieron los diputados PP, PSOE, Vox, Més, Més por Menorca, Podemos y Formentera, con un balance de 33 diputados situados en la derecha, más el diputado formenterense, y 25 en el flanco opuesto. La mayoría absoluta de unas opciones sobre sus contrarias fue determinante, lo que ha supuesto ahora que varios aspirantes a un puesto en el parlamento regional, huyendo de la derrota, concurran ahora al nacional. Y tal es el caso de Francina Armengol.
Así las cosas, y a falta de sondeos oportunos y coincidentes que puedan aventurar o determinar más o menos un resultado, en las pasadas elecciones nacionales en Baleares venció el PSOE con 115.000 votos, seguido del PP con 103.000, de Podemos con 82.000, finalizando con Vox, que obtuvo 77.000, repartiéndose cada partido dos de los ocho diputados que les corresponden a Baleares. En las últimas autonómicas, el 28 de mayo, se invirtieron las tornas y los votos, logrando el PP alzarse con la mayoría y alcanzando los 155.000 votos. El segundo fue el PSOE con 118.000, prácticamente los mismos que obtuvo en las últimas generales, el incremento de Vox con 77.000 y el derrumbe de Podemos.
Del resto de candidaturas autonómicas supervivientes no cabe esperar que, salvo que se desperdicie algún voto que no contribuya a marcar una tendencia bipartidista en la izquierda, parece ser que entre el PP y Vox, de repetirse parecidos resultados, volverían a obtener una mayoría, tanto en número de votos como en el de diputados nacionales.
Y ahí hay que plantearse esta pregunta: ¿puede un electorado que se pronunció de determinada manera en las pasadas elecciones autonómicas cambiar el sentido de su voto dos meses después? Resulta difícil, pero no es descartable, aunque la diferencia de votos parece ser ahora demasiada, aunque la izquierda mantenga casi los mismos, para que pueda equilibrar la balanza electoral.
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