¡Illa, Illa, Illa, maravilla!
El Partido Socialista tiene intención de incorporar a sus campañas electorales en Galicia y el País Vasco al ministro de Sanidad Salvador Illa, los candidatos socialistas a las elecciones autonómicas consideran que la presencia de Illa suma para la causa progresista por su desenvuelta gestión en la crisis del coronavirus. Las bases socialistas podrán aplaudir y vitorear al que se perfila como el nuevo héroe de la izquierda española. No es en absoluto descartable que desde las agrupaciones socialistas se promuevan plazas ‘La Simonilla’ por doquier en honor a ambos genios de la estrategia epidemiológica, o incluso la sustitución de las estatuas de Colón por la imagen de los nuevos Starsky y Hutch del Covid-19. De hecho, Podemos ha pedido que se otorgue a Fernando Simón la medalla de oro de Zaragoza y la asociación Progresista de España le ha otorgado el premio Emilio Castelar 2020. Casi nada. El asunto es una mezcla de quijotismo y surrealismo, un termómetro del esperpento español ante la nueva normalidad.
Así las cosas es inevitable preguntarnos qué capacidad de discernimiento atribuyen a sus bases los dirigentes socialistas y comunistas. Me aproximo a esa galería de los horrores que son las redes sociales y me doy de bruces con la explicación: «Illa, Illa, Illa, maravilla», «Simón, campeón», o, peor aún, «(aplausos) El coronavirus nos ha hecho conocer a estas dos grandes personas». Así se dibuja la izquierda actual.
No es nada nuevo. La estrategia del victimismo, de la confrontación, arraiga con fuerza en una sociedad acrítica donde ha triunfado el gregarismo, donde el mérito y el esfuerzo han sido devaluados en favor de un igualitarismo que se erige en el nuevo esclavismo, donde la libertad está siendo amordazada por superchería ideológica. El encumbramiento del colectivismo sepulta la reflexión y la iniciativa individual. «Todos y juntos», de eso ha versado la publicidad con la que nos han bombardeado durante el confinamiento. Decenas de miles de compatriotas han perdido la vida por el virus, pero miles de ellos lo hicieron por la imprevisión de nuestros responsables sanitarios. España encabeza el ranking de los países más golpeados por el virus, con más fallecidos y con el mayor desplome económico. Pero todo ha sido ejemplar, muy progresista.
«Requisito para votar: DNI», denunciaba Quino en una de sus viñetas. «¿Y memoria no?», se preguntaba Mafalda. Pues no, obviamente. Sólo una sociedad enferma es capaz de encumbrar a quienes, debiendo garantizar la protección de sus ciudadanos, actuaron negligentemente. El resentimiento y el odio han convertido a Illa y a Simón en los nuevos iconos pop de este triste apocalipsis. Es el triunfo absoluto de la posverdad.
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