El Gobierno de los ricos
Cuando este Gobierno “progresista” asumió el poder en enero de hace un año sólo le faltó cantar La Internacional, que comienza con la celebérrima letra:
—Arriba, parias de la tierra,
en pie, famélica legión,
atruena la razón en marcha,
es el fin de la opresión;
Del pasado hay que hacer añicos,
legión esclava en pie va a vencer,
el mundo va a cambiar de base,
los nada de hoy todo han de ser—.
Juraron, más bien perjuraron, que serían el Gobierno de los más necesitados, “de los que menos tienen” y de aquéllos que están “en riesgo de pobreza”. Cada vez que hablaban Sánchez y muy especialmente el multimillonario Iglesias o sus matoncillos parecía que España era y es una nación pobre, del Tercer Mundo, Haití, mismamente. Se les llenaban sus sucios buches asegurando que uno de cada tres españoles está en riesgo de pobreza. Se sacaron de la manga esos palabros repugnantes que, como hemos comprobado a posteriori, escondían y esconden un millón de mentiras: “Pobreza energética”, “vulnerabilidad”, “escudo social” y un tan largo como empalagoso etcétera.
Prometieron meter en vereda a los ricos y acabar con “la brutal desigualdad” en la que nos había sumido Mariano Rajoy. Un Mariano Rajoy que metió nuestra economía en un crecimiento del 3% cuando huyó en 2018, porcentaje que contrasta con el 12% de desplome en el que como mínimo cerramos 2020 gracias a la gestión de estos cantamañanas —me da miedo pensar en el día en que se hagan oficiales los datos de PIB—. Cuando había crisis tradicionales como las de los 70, los 90 y los dosmiles, los que más salían perjudicados siempre eran los ciudadanos con menos recursos, que en el mejor de los casos quedaban fuera de juego en el mercado laboral y en el peor acababan pidiendo en la calle o hurgando en los contenedores de basura en busca de algo que llevarse a la boca o que poder vender para comer. Como certificamos día a día, la vida sigue igual. No quiero ni pensar el panorama devastador que quedará cuando se gripe el grifo de los ERTE.
Este Ejecutivo también ponía el grito en el cielo cada vez que subía la factura de la luz. La culpa era del malo-malísimo de Rajoy y de las eléctricas, que eran y son en su cínico imaginario colectivo aún peores que el ex presidente popular, que ya es decir. El vicedelincuente Iglesias escribió un tuit en enero de 2017:
—Disparar la factura de la luz un día como hoy sólo demuestra la codicia de las eléctricas. Si el Gobierno lo consiente, será cómplice—.
Con un 38% de subida de la luz, Pablo Iglesias sigue escondido en su casoplón de Galapagar, calentito, eso sí, sin decir ni mu
En aquel entonces el precio de la luz se disparó un 27% en las tres primeras semanas del año. Ahora con un 38% de estirón, el vicepresidente primero sigue escondido en su casoplón, calentito, eso sí, sin decir ni mu. Calla como un puto. Ahora los vulnerables le tocan un pie. Consiguió vivir en un chalet de 280 metros cuadrados en Galapagar, una solución habitacional como otra cualquiera, y ya no le importan los que están tiritando de frío en sus casas porque no les da para satisfacer el recibo eléctrico o de gas.
Otro que tal baila es Pedro Sánchez, que en diciembre de 2013 se ponía flamenco con una subida del 11% en la factura. Hablaba de “ataque del Gobierno a las familias”. Ahora también se esconde tras las paredes de Palacio, que en Moncloa se vive a cuerpo de rey, que es en el fondo lo que a él le gustaría ser o tal vez lo que él pretende ser. Solventar este encarecimiento de la electricidad lo tienen muy fácil teniendo en cuenta que más de la mitad del recibo corresponde a impuestos, el 57% para más señas. El resto, es decir, un 43%, es lo que realmente abonamos a las eléctricas. Vamos, que no son las culpables de que tengamos que apoquinar lo que apoquinamos en concepto de energía en nuestros hogares. El grueso de la bofetada a nuestros bolsillos es el IVA, un 21%, el resto es el Impuesto sobre la Electricidad —como ven, una doble imposición—, las primas a las renovables de Zapatero, las ayudas al carbón y la solidaridad interterritorial. Manda narices.
Sin que sirva de precedente, Pablo Iglesias, el que ahora en lugar de hablar del facturazo de la luz se dedica a comentar temas del grupo heavy Barricada, tenía razón cuando en 2015 declaró en El Hormiguero del gran Pablo Motos que “no es lógico que se pague el mismo IVA por la luz que por [la compra de] un yate”. Ha tenido un año para reducirlo pero el IVA eléctrico continúa en el mismo nivel que productos de lujo como un yate, un Rolex o un Ferrari. Qué chusma hipócrita. Por no hablar del desfase que tenemos con la mayor parte de Europa: nuestro IVA de la electricidad y del gas está 2 puntos por encima de la media. El cabreo es sideral si reparamos en el nada insignificante hecho de que en Grecia asciende al 6%, en Italia se sitúa en el 10%, en Irlanda en un 14%, en Alemania y Francia en un 19%.
¡Sí se puede! En fin, que hay margen para bajarlo, claro que lo hay, el problema es cómo pagamos luego nuestros cientos de miles de coches oficiales, los cientos de miles de enchufados en la Administración, los Falcon, esos cargos de confianza que toda la vida de Dios hemos llamado “pelotas”, esos ministerios o departamentos artificiales como el de Igualdad, las ayudas a las falsas ONGs de izquierdas, los óbolos multimillonarios a proetarras, golpistas catalanes y nacionalistas varios, el pastizal que otorgan a los medios amigos, las comilonas, los viajes oficiales y ese sinfín de mamandurrias que las pagamos usted y yo, querido lector.
Otra que tal baila es Irena Montera, cuyo tuit de hace dos años es sencillamente glorioso, amén de un monumento a la idiocia:
—Lo reconoce todo el mundo: sólo nosotros podemos hacer que baje la factura de la luz o que la banca devuelva lo que nos debe, por algo sencillo: no somos perfectos pero a nosotros no nos compran—.
Que no es perfecta, no hace falta que lo diga. Y que no han bajado la factura de la luz, tampoco. La autora de estas palabras no ha salido estos días a pedir perdón a los españoles por sus trolas elefantiásicas. Más al contrario, continúa bunkerizada en su mansión galapagueña. Cuando entran en tu casa 150.000 pavos al año en A y tienes resuelta la vida, duermes calentito, cuentas con chófer, escoltas a gogó, nanny para los niños y dos doncellas, los pobres energéticos pasan a segundo, tercer o nonagésimo plano. Vamos, que te la traen al pairo.
Las golfas contradicciones de este Gobierno de los parias de la tierra quedan definitivamente claras cuando contemplamos los impuestazos que, aunque no nos hayamos enterado, subieron el 1 de enero. El primero es el que se aplica a las bebidas azucaradas, la Coca Cola por ejemplo, que pasa de soportar un IVA del 10%, el reducido, a estar gravadas con un 21%, ¡¡¡el de los artículos de lujo!!! Otra puñalada a los parias de la tierra. A una Botín, a un Entrenacanales, a un Del Pino, a Juan Roig y no digamos ya a Amancio Ortega estos 11 puntos más se la refanfinflan porque tienen miles de millones y porque más que bebidas azucaradas, consumen vinos franceses de 1.000 euros o champanes de 3.000.
La matriculación de vehículos supone a partir del 1 de enero 1.000 euros más de media. Mil euros que, no lo olvidemos, es el Salario Mínimo Interprofesional. Un pastizal para cualquiera de nosotros, una nimiedad para Botín, Entrecanales, Del Pino, Roig o Amancio Ortega. Los parias de la tierra también astillarán dos puntos más —pasan del 6% al 8%— por el seguro de su coche o por el de su hogar. Nuevamente, Botín, Entrecanales, Del Pino, Roig o Amancio Ortega no se enterarán, entre otras múltiples razones porque sus Mercedes, sus A8 o sus BMW son coches de empresa. Y porque, si no lo son, dos puntos más en la póliza del coche o en la de su vivienda es para ellos el 0,000000000000000000000000001% de su fortuna. Y seguro que me quedo corto en ceros.
Los planes de pensiones y los seguros individuales pierden también deducciones. Nuevamente, los paganos son la clase media y las más bajas, no las altas. ¡Viva el Gobierno de progreso! Y menos mal que sus socios peneuvistas les pararon los pies en otra de sus ideas para favorecer a los parias de la tierra: subir el impuesto a los diésel, el combustible por antonomasia en España, lo usan 13 millones de vehículos que se dice pronto. Un tributazo que, antes o después, esta gentuza nos lo endilgará. Nuevamente los ricos ni se enterarán: un Porsche o un Ferrari tienen normalmente motores de gasolina.
Los parias de la tierra iban a vivir en el paraíso cuando el fascista de Rajoy se fuera de La Moncloa. Los ricos pagarían infinitamente más, el recibo de la luz se desplomaría y los impuestos más usuales se reducirían o, como mínimo, no se tocarían. Jamás pensamos que la electricidad o el gas nos costase un 38% más, que tomarnos una Coca Cola se encarecería un 11%, que comprarnos un utilitario sería hasta 1.000 euros más oneroso, que nos tocarían esos planes de pensiones que son para vivir un poco más holgadamente de lo que permiten las jubilaciones públicas o que el seguro del hogar o de nuestro modesto automóvil nos saldría por un congo. Gracias, Pedro, gracias, vicedelincuente. Tomamos nota. Vosotros vinisteis para gobernar para los más pobres pero habéis acabado siendo el Gobierno de los ricos. Dais asco.
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