El gasto público y la política del avestruz

El gasto público y la política del avestruz

Como es por todos conocido, el avestruz esconde la cabeza cuando se enfrenta a algún peligro o problema, es decir, evita afrontar las dificultades de cara. Eso mismo es lo que sucede en la política y en el conjunto de la sociedad cuando se trata de enfrentarse a la sostenibilidad de las cuentas públicas, ya que no se quiere reconocer que el gasto público que se ha alcanzado es insostenible.

Nuestra economía no puede crecer y expandirse si se le impone el lastre de un gasto público desmedido, porque dicho gasto se ha de financiar con los recursos públicos, que se obtienen, en su práctica totalidad, con los impuestos que se extraen de los contribuyentes. Si el gasto sube sin parar, los impuestos deberían entonces subir también, y aquí es donde nos encontramos con un doble problema: en primer lugar, se convierte en confiscatorio el sistema tributario; en segundo lugar, ese incremento impositivo lo que provoca es un desincentivo de la actividad económica, con lo que cae el empleo y, con todo ello, disminuye la recaudación en el medio y largo plazo, al mismo tiempo que aumenta el gasto de prestaciones por desempleo. Por tanto, tampoco lograría ni siquiera el objetivo de equilibrar el presupuesto, sino que agravaría el desequilibrio.

Como toda persona, empresa o familia, la Administración no puede vivir por encima de sus posibilidades, y eso es lo que lleva sucediendo en España desde hace mucho tiempo, al mantener un gasto público creciente, tratando de hacer realidad que toda necesidad se convierta en un derecho, lo cual no sólo es absurdo, sino que es, sobre todo, inviable.

El presidente Sánchez ha dicho que hay que reforzar el gasto público, incrementarlo y, con ello, aumentar los impuestos, con el eufemismo de justicia fiscal, que termina siendo lo más injusto que existe, pues lo único que genera es desempleo, que a quien primero va a afectar es a los más débiles, que tendrán que pasar a engrosar el grupo de beneficiarios del ingreso mínimo vital, esa renta con espíritu clientelar que quiere extirpar a los ciudadanos la posibilidad de prosperar por sí mismos. Con esa subida de impuestos, pretende incrementar seis puntos la presión fiscal, que implicaría un aumento de recaudación de 64.500 millones de euros, que es, a todas luces, imposible de conseguir.

Casi siempre que en España hay un desequilibrio en las cuentas públicas, se intenta cuadrar subiendo los impuestos en lugar de bajando el gasto, además de recurrir, si el encaje completo no se consigue -que no se consigue- a más déficit y más deuda. Esta situación es absolutamente insostenible. La solución no puede ser siempre un endeudamiento creciente, con la generación de una especie de deuda perpetua.

Sánchez y muchos políticos pueden empeñarse en negar la realidad, ya que saben que gran parte de la sociedad tiene tan interiorizado el gasto público que temen que les reste votos contarles la verdad, pero la realidad es la que es. No podemos seguir viviendo por encima de nuestras posibilidades. El gasto hay que reducirlo de manera sustancial: hay que ajustarlo en muchas de sus rúbricas y, desde luego, no subirlo en ningún caso. Hay que realizar reformas que agilicen la economía y que permitan mantener el grueso de los servicios públicos eliminando lo menos esencial. Si así se hace, podremos mantener lo más importante de nuestros servicios públicos. Si no, si seguimos aumentando el gasto público sin freno, entonces el colapso llegará de manera temprana y entonces tendremos que realizar duros recortes que nos mermarán mucho, entonces sí, los servicios públicos.

No se puede aceptar la lógica de Sánchez, que se centra en subir el gasto e incrementar los impuestos, sino que lo que hay que hacer es bajar el gasto y reducir, siempre que se pueda, los impuestos, especialmente el de Sociedades para atraer inversiones, que son las que generan actividad económica y empleo, de manera que redunda en beneficio para toda la sociedad.

Aceptar la lógica de Sánchez de aumento de gasto por no enfrentarse a la realidad es, al fin y al cabo, colaborar en ocultar la realidad a los españoles, y eso no debe materializarse. Si Sánchez sigue queriendo mantener la política del avestruz y no ver, así, la realidad, suya será la responsabilidad del desastre. Por eso, es imprescindible que la oposición le haga ver al conjunto de la sociedad que las promesas de aumento de gasto no conducen a que los ciudadanos tengan más servicios públicos, sino a que éstos desaparezcan, junto al empleo de los ciudadanos.

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