Opinión

Éticamente impresentable, legalmente sospechoso

Ferraz 2 es la calle y el número que conforman la dirección de una de las zonas más elitistas de Madrid. Allí tuvieron lugar negocios éticamente impresentables y sospechosos desde el punto de vista legal entre Javier Aguilar Viyuela, marido de Cristina Cifuentes, y miembros de la familia Molpeceres, clan empresarial que ha aparecido en tramas como Púnica, Lezo, Bárcenas y Gürtel. Resulta contrario al buen comportamiento y a la ejemplaridad exigible a los representantes públicos que el marido de un cargo político hiciera tratos con empresarios investigados por financiar la caja b del Partido Popular. Dicha relación tiene que ser investigada a fondo. La familia Molpeceres ha tenido, además, un vínculo muy estrecho con las administraciones locales y regionales del PP de Madrid de donde Cristina Cifuentes fue diputada en la Asamblea desde 1991. 

En ese inmueble, los socios de Aguilar tuvieron varias sociedades destinadas a asuntos inmobiliarios y de restauración. Enclave de auténtico lujo y sede de un entramado societario donde el nombre del cónyuge de Cifuentes apareció en el consejo de administración de dos de esas sociedades. Parece por tanto difícil de entender cómo la presidenta de la Comunidad de Madrid ha incidido en diversas ocasiones en que su marido es “mileurista” cuando desde 1998 formaba parte de varios consejos de administración. Siempre en compañía, además, de unos socios cuyos negocios han estado bajo la lupa de las investigaciones por posibles irregularidades. 

A través de Ferraz 2, por tanto, se diluiría gran parte de la credibilidad del discurso regenerador que Cristina Cifuentes quiso llevar al Partido Popular de Madrid cuando se hizo cargo de él. Una prédica que le otorgó una proyección nacional innegable y que, en un momento dado, la situó como uno de los valores más sólidos dentro de su partido a base de anunciar “un tiempo nuevo” y “tolerancia cero ante cualquier irregularidad”. Ahora, sin embargo, y tras descubrirse las relaciones empresariales de su marido durante el tiempo en el que ella ya desempeñaba cargos públicos de importancia, aquel discurso se queda en nada.