Catalanes fieles a la nación
Lo he dicho en esta misma columna en un sinfín de ocasiones, y nunca me cansaré de repetirlo. Cuando a muchos catalanes nos ofrecen la oportunidad de mostrar nuestro amor a España, la aprovechamos, sea por un partido de la selección nacional en Cataluña, por ganar la Eurocopa, porque nos visite el buque-escuela Juan Sebastián Elcano o si hay una jornada de puertas abiertas de las Fuerzas Armadas. La respuesta es siempre impresionante. Este martes tuvimos otra prueba, la basílica de la Mercè, una de las iglesias más bellas de Barcelona, se abarrotó para asistir al Concierto de Navidad de la Unidad de Música de la Inspección General del Ejército. Fue emocionante comprobar el cariño que despiertan nuestras Fuerzas Armadas en amplios sectores de la sociedad catalana, porque el separatismo – todavía – no lo controla todo. A pesar de que el PSC se empeña en ponerle las cosas fáciles a los fans de la estelada.
Cuarenta y cuatro años de dominio político del nacionalismo sobre la política catalana y aún no han conseguido expulsar el sentimiento de pertenencia a España en la mayoría de los catalanes. Si el separatismo va ganando la partida es por la complicidad, o la inoperancia, de los sucesivos inquilinos de La Moncloa, que han preferido alimentar económicamente al separatismo que a la Resistencia constitucionalista. Todos los presidentes, sin excepción. Aunque hay que reconocer que Pedro Sánchez se está empleando a fondo para que el separatismo avance, porque Salvador Illa representa la enésima mutación de un soberanismo que no conoce otra lengua propia de Cataluña que no sea el catalán y que defiende que España no es una nación, porque la única nació que adoran es Cataluña.
El millón largo de catalanes que se manifestaron el 8 y el 29 de octubre de 2017 no gritaban «Puigdemont, te queremos amnistiar para que nos reencontremos». Gritaban, a pesar del siempre hipócrita Josep Borrell, «Puigdemont a prisión», mientras ondeaban docenas de miles de banderas rojigualdas y senyeres. Sorprende que la entidad organizadora de estas gigantescas concentraciones, Societat Civil Catalana, haya desaparecido del mapa mediático mientras el PSC sigue con la política lingüística, educativa y cultural de Esquerra Republicana. Mientras Santos Cerdán pone de felpudo los millones de votos socialistas ante el prófugo Carles Puigdemont la coral de Societat Civil Catalana ofrece recitales. No tengo nada en contra de que activistas constitucionalistas organicen actividades culturales, al contrario. El problema es la incapacidad de esta entidad para organizar la respuesta ante la gravedad de lo que se vive en Cataluña. Y fue un grave error que la cúpula de esta asociación se reuniera con Salvador Illa para que el president no moviera ni un milímetro su política de entendimiento con ERC.
Aun así, son muchos los catalanes dispuestos a mostrar su amor hacia nuestros compatriotas del resto de España. Dado que no va a ser el Gobierno de España el que ofrezca las oportunidades para que este sentimiento se exprese públicamente, ruego a los ayuntamientos y comunidades autónomas del resto de España que estén regidos por políticos que crean en la Constitución y en la unidad nacional que promuevan todo tipo de iniciativas en Cataluña para que podamos demostrar que el separatismo, todavía, no controla las almas de todos los catalanes. Por mucho que Salvador Illa esté colaborando para que lo consigan.
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