Benedicto XVI, a la Casa del Padre
Finalmente, Joseph Ratzinger, Papa Emérito Benedicto XVI, nos ha dejado para partir hacia la Casa del Padre. Acompañado de la oración, el cariño y la gratitud de toda la Iglesia, a la que ha servido durante casi toda su vida terrena con humildad, entrega y sabiduría extraordinarias. El 265 sucesor de Pedro está en la Historia de la Iglesia con letras de oro, y confiamos que al igual que sus recientes predecesores como Vicarios de Cristo en la tierra, sea también venerado en los altares. Es imposible no hablar de él sin hacer referencia al pontificado de San Juan Pablo II, del que como cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe se convirtió en su más estrecho colaborador y al que sucedió en la Cátedra de Pedro.
Su profundidad teológica es reconocida por propios y extraños y que no pocos comparan para estos tiempos como a la altura de un Santo Tomás de Aquino. Su relativamente breve pontificado terminó de forma excepcional para los usos y costumbres de la Iglesia al respecto, renunciando por no encontrarse con la fuerza necesaria para asumir la enorme responsabilidad que supone el munus de gobernar la institución más grande y presente en toda la tierra. Nacido un sábado santo 16 de abril de 1927, en la fiesta litúrgica de Santa Bernadette, la vidente de Lourdes, eligió un 11 de febrero de 2013, fiesta de Lourdes, para anunciar su renuncia, que materializó el 28 de febrero siguiente, saliendo en helicóptero desde el Vaticano hacia Castelgandolfo en una icónica imagen que todos recordamos.
Su labor como perito conciliar primero y después como prefecto de Doctrina y Papa, ha sido de enorme importancia para interpretar y aplicar el Concilio en lo que los teólogos definen como una ‘exégesis de continuidad’ frente a los modernistas que inventaron un indefinido y desconocido ‘espíritu conciliar’ para querer aplicarlo en una ‘exégesis de ruptura’ con la Tradición y el Magisterio precedentes de la Iglesia católica universal. Durante casi diez años ha vivido rezando y ofreciendo su vida por ella, en el Monasterio Mater Ecclesiae situado en los jardines vaticanos, y ahora nos deja con un intenso sentimiento de orfandad. Con Francisco, de 86 años de edad, que ha hablado de la nueva situación que abrió en la Iglesia Benedicto con su renuncia, se abren todas las hipótesis acerca de una eventual renuncia suya y un nuevo cónclave. La Providencia proveerá. ¡DEP Benedicto!
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