Un asesino como Lanza debe pudrirse en la cárcel
Rodrigo Lanza será condenado a una pena de entre 20 y 25 años de cárcel por un delito de asesinato por motivos de odio ideológico, al atacar mortalmente con alevosía a Víctor Laínez , en diciembre de 2017, sin posibilidad de que este se defendiera. El crimen cometido por Rodrigo Lanza cumple, a la perfección, uno de los preceptos que define los delitos de odio: «Que la víctima tiene una condición simbólica al no ser atacada por ser ella, sino por lo que representa». Es decir, Lanza asesinó a Víctor Laínez, con quien mantuvo previamente una discusión, por llevar unos tirantes con la bandera de España.
La trayectoria criminal de Rodrigo Lanza tiene un largo recorrido: convertido en icono del populismo de extrema izquierda, dejó en estado vegetativo en 2006 a un agente de la Guardia Urbana de Barcelona al lanzarle una pedrada sobre el cráneo. Pese a lo ocurrido, Lanza, perteneciente a un grupo antisistema, se convirtió en un referente para grupos como Podemos. Pablo Iglesias y su núcleo duro, formado por la actual ministra de Igualdad, Irene Montero, el diputado Rafael Mayoral y el secretario de comunicación del partido, Juanma del Olmo, se reunieron con la madre del asesino para mostrarle su apoyo tras la condena y la mismísima Ada Colau, actual alcaldesa de Barcelona, animó a participar en una manifestación de solidaridad con el agresor. Incluso se llegó a subvencionar un documental en el que se sugería que Lanza había sido víctima de una conspiración policial. Una abyecta campaña de tergiversación de la realidad en la que se trató de convertir al verdugo en víctima.
Podemos siempre ha tratado de exculparle. El sectarismo de la formación morada es tan deleznable que ha sido incapaz de condenar al asesino. Al contrario, preso del mismo odio ideólogico que Lanza, todos sus esfuerzos han consistido en vender la muerte de Víctor Laínez como fruto de una desgraciado fatalidad en el transcurso de una discusión. Ahora el jurado popular deja en evidencia la falaz y miserable defensa política de un asesino que debería pudrirse en la cárcel.
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