Albert, Santi, dejaos de chorradas
La desvergüenza del periodismo podemita patrio es como el Universo: infinita. Bueno, hasta en eso ganarían los escribanos de Iglesias, ya que hay serias dudas acerca de la cuestión. El gran Hawking, por ejemplo, sostiene que nuestra realidad es finita. Estos propagandistas de cámara destacaban la noche de las generales el “seguro sorpasso” que Ciudadanos iba a dar en las municipales al Partido Popular, a la par que enfatizaban el “¡con Rivera, no!” que vociferaban las bases socialistas a las puertas de Ferraz. Conclusión: el partido de Albert Rivera era, al igual que el PP, un partido de centroderecha. La cuestión no era la ideología, que estaba más allá de toda duda razonable, sino quién iba a liderar su defensa en el próximo cuatrienio.
Todos se las prometían muy felices en vísperas del 26 de mayo. El propagandismo podemita porque iban a reconquistar para sus jefes la Comunidad de Madrid y Ciudadanos porque el adelantamiento al PP en línea discontinua era coser y cantar. Pero resulta que olvidaron lo más perogrullesco: que así como el PSOE era y es mucho PSOE, que se lo digan al marquesito de Galapagar, el PP era, es y será mucho PP. Cuarenta y dos años de bipartidismo no se borran de la historia de España de un plumazo.
Hace dos domingos los periodistas podemitas que pueblan este país de momento llamado España tenían careto de funeral, peor rictus que si hubiera fallecido su señor padre o su santísima madre. No hubo sorpasso de Ciudadanos y, encima, el PP se puso en condiciones de retener Castilla y León, la Comunidad de Madrid, Murcia y reconquistar Aragón, Zaragoza y dar puerta a Carmena en la ciudad de Madrid. Y, para más inri, los de Casado se anotaron 12 eurodiputados, cinco más que Ciudadanos, seis más que Podemos y el cuádruple que Vox. Vamos, que Pablo Casado le sacó en estas nuevas elecciones de ámbito nacional nada más y nada menos que 1,8 millones de votos, que se dice pronto, a Albert Rivera.
La remontada del PP había comenzado en menos de un mes y con mucha más potencia de la prevista. A algunos casi les da un telele. Y encima La Abuelita Lobo Carmena que diría Jiménez Losantos, El Icono Pop que apostillaría Marhuenda, se quedaba sin la Casa de la Villa, una institución insignificante en términos presupuestarios pero gigantesca en el nunca desdeñable terreno del simbolismo. Y para colmo se quedaban sin la Comunidad y sin poder resucitar en Madrid esa canallada que moralmente es el impuesto a los muertos, comúnmente llamado de Sucesiones.
Como el rostro pálido de los que antaño llegaban a situar a Albert Rivera en la extrema derecha o más a la derecha de Casado no tiene límites, se pusieron manos a la obra. De repente repararon en un embuste como otro cualquiera: “Ciudadanos es un partido de centroizquierda y, consecuentemente, tiene que pactar con el PSOE”. Como esta gentuza no tiene ni ética ni estética les importó un comino decir “Diego” donde clara y nítidamente habían pronunciado “digo”. Y no digamos ya pegarle una patada monumental al más elemental sentido común.
Lo normal y lógico es que si hay un Gobierno de coalición lo presida quien más sufragios se ha metido en el zurrón en las elecciones
Ciudadanos cayó parcialmente en la trampa y no precisamente porque se crean este trolón que, como es natural, pasará desapercibido a los normalmente sectarios ojos de los fakehunters. Sino porque tienen unas ansias de poder desmesuradas. Desmesuradas porque han estado por debajo del PP en todas las plazas de este país todavía llamado España. E irresponsables porque lo normal es que si hay un Gobierno de coalición lo presida quien más sufragios se ha metido en el zurrón. Defiendo que Almeida debe presidir la Corporación madrileña y Ayuso la Comunidad por el elemental hecho de que han sido más respaldados que Villacís y Aguado. De la misma manera que apoyaría lo contrario si el sorpasso ciudadano se hubiera producido en las dos instituciones.
Conviene no olvidar que el 80% de los votos de Ciudadanos procede de antiguos simpatizantes del PP. Gente que confió en Albert Rivera al certificar que el marianismo subía los impuestos más de lo que proponía ¡¡¡Izquierda Unida!!! y que excarcelaba al malnacido secuestrador de Ortega Lara, ese Bolinaga al que Satanás tenga en su gloria, porque le quedaban “dos semanas de vida” pese a que vivió tres años más. Con Vox sucede tres cuartos de lo mismo: el 90% de sus papeletas las meten españoles que se largaron de la casa común de la derecha que era el PP por las mismitas razones, incluido ese gatillazo de tres al cuarto que fue la gestión del 155. Las cuentas salen en un periquete: en el Rajoy de la mayoría absoluta, 2011, confiaron 10,8 millones de personas; en el PP, Ciudadanos y Vox 11,2 millones largos en las últimas generales. Conclusión: son prácticamente los mismos. O los mismos y unos pocos más.
Nadie entendería que no se desalojase a la alcaldesa que ha convertido Madrid en un basurero y en un caos de tráfico infernal
La mayoría de los votantes de Ciudadanos y Vox están que se suben por las paredes al certificar el teatro del absurdo que estamos presenciando de dos semanas a esta parte. Nadie entendería que no se desalojase a la alcaldesa que ha convertido Madrid en un basurero, un caos de tráfico infernal, en el paraíso de los okupas, en territorio mantero, en una urbe en la que se persigue a los pequeños negocios privados tipo restaurantes o comercios simple y llanamente porque ganan dinero. O que se permitiera a la izquierda gobernar la Comunidad con la consiguiente restauración de esa infamia llamada Impuesto de Sucesiones, que provoca que sigas astillando al fisco en el más allá, acabes en el cielo o en el infierno. Conviene no olvidar otro pequeño detalle: Villacís y Aguado no suman con los socialistas, con lo cual deberían aceptar los votos activos o pasivos de ¡¡¡Podemos!!!
Igual que es una demencia el espectáculo que está ofreciendo a sus fieles Vox en Andalucía, donde pretende cargarse los Presupuestos de 2019 de la manita de ¡¡¡PSOE y Podemos!!! Manda huevos. Mi impresión, lo repito por enésima vez, es que van de farol. Rivera en Madrid, Castilla y León, Murcia y Aragón. Abascal en Andalucía. Permitir, siquiera unos meses, que continúe Carmena o que caiga el primer Gobierno no socialista (el primer Ejecutivo no caciquil) en 40 años de autonomía andaluza sería imperdonable. Lo mejor que le podría pasar a Casado a largo plazo, ya que volvería a hacerse con el monopolio de la derecha en este país, lo peor para España a corto al perderse el formidable contrapeso a Sánchez y sus aliados golpistas, proetarras y podemitas que serán seis comunidades autónomas en manos del centroderecha. Dicho todo lo cual no creo que la sangre llegue al río. Salvo que Albert y Santi sean masocas y busquen su muerte política. Que no lo creo.
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