Una abrazo para Enric Millo
Este viernes fui a darle un abrazo a Enric Millo. Me enteré de que la Casa de Andalucía de Tarragona le daba la insignia de oro al presidente de la Junta, Juanma Moreno, y de que él estaría presente. O sea que asistí raudo al acto.
Sólo el que fuera delegado del Gobierno en Cataluña durante los momentos álgidos del proceso, sabe lo que ha tenido que pasar. Antes, durante y después.
Su mujer, Montserrat Viñas, falleció en diciembre del 2023 tras una larga enfermedad que se dice en estos casos. Sus problemas de salud se agravaron en octubre del 2017. Les sonará sin duda la fecha.
Me vino a la memoria un Informe Semanal de hace muchos años, aún en plena adolescencia. Salía Javier Rupérez, aquel dirigente de UCD que fue secuestrado por ETA. Explicó que su primera mujer falleció de cáncer. Él lo atribuyó a la tensión sufrida durante el mes de secuestro.
En los momentos de más tensión, me consta porque lo vi con mis propios ojos, iba con doble escolta. Y en la localidad turística donde tiene un apartamento, cada vez que baja a buscar el pan sale una señora (sic) de una tienda cercana a pasar la fregona para limpiar la acera.
Enric Millo y yo nos conocemos desde hace más de veinte años. Incluso me sufrió como periodista porque, en más de una ocasión, le hice alguna pregunta cabrona. Eso no empaña la relación personal. Siempre las encajó con fair play. No como otros.
No he visto tampoco a nadie que haya hecho un traspaso de poderes más modélico. Cuando era delegado del Gobierno en Cataluña y, tras la moción de censura de Pedro Sánchez, fue sustituido por la socialista Teresa Cunillera. Se mostró tan correcto y afable con todo el mundo que parecía que el recién nombrado fuera él.
Luego su partido lo dejó tirado. En el congreso que eligió a Pablo Casado (2018), apoyó a Soraya Sáenz de Santamaría en primera vuelta. Había tejido una buena relación personal con la vicepresidenta. La historia es conocida: los votos de María Dolores de Cospedal inclinaron al final la balanza. A él le pasaron factura.
Suerte tuvo de encontrarse a Juanma Moreno en un aeropuerto. Casualidades de la vida. Me imagino la conversación: «¿y ahora qué harás?». «Pues no lo sé». Millo es economista, pero no debe ser fácil volver al sector privado tras años en política. Lo nombró secretario general de Acción Exterior. Ha renovado su confianza en él en la segunda legislatura. Me consta que se hace un hartón de trabajar. Así también olvida las penas.
Enric, que proviene de la democracia-cristiana -militó en la extinta Unió- conoce a todos los dirigentes del proceso. De hecho, fue portavoz adjunto de CiU a finales de los 90. Nada menos que con Jordi Turull de portavoz del grupo parlamentario. Cuando el proceso estaba en marcha y él militaba ya en el PP, un día fue a verle al despacho en el Parlament: “Jordi, on aneu?”. (¿Jordi, dónde vais?)
Turull le mostró los miembros de la Mesa del Parlament que aparecían en ese momento por la pantalla del monitor. «Todos estos están dispuestos a ir a la cárcel si hace falta», le espetó. Como a Puigdemont, que también conocía porque, aunque nacido en Terrassa (Barcelona), había vivido casi siempre en Girona. La tesis de Puigdemont es que el Estado no se atrevería a poner dos millones de personas en la cárcel. No debió decirlo por él que, como saben, salió por patas.
El único reproche personal que le hice fue que presentara recurso ante el Supremo contra los indultos. Pero incluso en esto me desarmó: “Yo no estoy en contra de las medidas de gracia, pero no de esta manera: sin motivación, sin que ellos lo pidieran y amenazando con volverlo a hacer”.
Tuve que darle la razón pese a que Jordi Turull volvió a acordarse de él en una entrevista reciente en Rac1. También recuerdo a un columnista de La Vanguardia -vamos a omitir piadosamente su nombre- que tras su declaración en el Supremo dijo que no tenía corazón. Recordó que, en el 2012, Millo le dio un riñón a su mujer, pero que en cambio se lo había negado a «sus adversarios».
O aquella otra ocasión en la que lo denunciaron por su declaración ante el Supremo. Tenían planeado los indepes la correspondiente manifestación. Pero ahí Enric tuvo suerte de tener otro amigo: un abogado en este caso que presentó recurso. Millo tiene más amigos en Cataluña de lo que él cree. Yo me precio de ser uno de ellos. Ánimos, Enric.
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