Inclinar la vid mejora el vino y la hace más resistente al cambio climático

Un estudio en el que participa el CSIC con equipo del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE) demuestra los beneficios de cambiar la orientación de los viñedos

  • Antonio Quilis Sanz
  • Periodista especializado en información medioambiental desde hace más de 20 años y ahora responsable de OKGREEN en OKDIARIO. Antiguo director de El Mundo Ecológico y colaborador en temas de medioambiente, ecología y sostenibilidad en Cadena Ser.

Orientar la vid hacia el oeste mejora la composición del vino y permite una mejor adaptación al cambio climático supone la principal conclusión de un trabajo desarrollado durante dos años por un equipo del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE), centro mixto de del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universidad de Valencia y la Generalitat Valenciana.

El estudio desarrollado demuestra que una orientación de la vegetación de la vid hacia el oeste, mediante una innovadora adaptación de la tradicional espaldera vertical, mejora la composición de la uva y del vino.

El estudio, publicado recientemente en acceso abierto en la revista OENO One bajo el título Efectos de la inclinación de la copa de la vid sobre la composición de la uva y la calidad del vino de «Bobal», señala este sistema como una vía de adaptación al aumento de las temperaturas por el cambio climático.

Inclinar los sarmientos

La investigación expone que, en un viñedo conducido en espaldera con una orientación de las filas norte-sur, la más habitual en el cultivo de la vid en nuestro país, se puede mejorar la composición de la uva y del vino inclinando los sarmientos hacia el oeste.

Es posible incrementar el color del vino y la madurez fenólica de la uva al optimizar la exposición de las hojas y los racimos a la radiación solar, y protegerlos de la excesiva exposición al sol durante las horas más calurosas del día.

Cabe señalar que el contenido fenólico de la uva hace referencia a los compuestos químicos que influyen, de manera directa, en el sabor, el color y la frescura en boca de los vinos.

Adaptación a condiciones extremas

Según se explica en el trabajo desarrollado por el Grupo de investigación Agua y Cultivos del CIDE, este sistema de distribución de los sarmientos permite adaptar el viñedo a las condiciones más extremas del cambio climático.

Todo ello sin necesidad de variar el material vegetal o la localización del cultivo, pudiendo así mantener la plantación inicial y variar únicamente la orientación de la vegetación, una innovación que se puede implantar gracias a un sistema de espaldera plegable compatible con la mecanización del viñedo.

Tal y como explica Diego Intrigliolo Molina, investigador del CSIC y coordinador del trabajo, «la principal aplicación de este sistema de distribución y orientación de los sarmientos recae en la producción de vinos de alta gama y calidad, puesto que puede servir para mejorar la composición de la uva y permitir una crianza más larga de los vinos. Al partir de uvas con más carga fenólica, se puede llevar a cabo una crianza de mayor duración».

Contra el estrés hídrico

Otra posible aplicación de la investigación puede ser la mitigación de los efectos negativos del estrés hídrico, pues mediante el novedoso sistema de conducción se puede reducir la radiación interceptada por las cepas durante las horas del día en las que la demanda evaporativa es mayor.

El ensayo se realizó durante dos campañas consecutivas en un viñedo bajo riego deficitario de Vitis vinifera L. cv. Bobal situado en Requena (Valencia), bajo un clima templado-cálido. Bobal es, después de la Tempranillo, la segunda variedad de uva tinta cultivada en España.

Estrategias de adaptación

En los últimos años, científicos y viticultores han explorado estrategias de campo para hacer frente a los efectos adversos del cambio climático en la composición de la uva.

Las posibles estrategias de adaptación pueden incluir la cosecha temprana, aunque esto puede no ser viable, ya que no permitiría que las uvas alcancen la madurez fenólica adecuada, la reubicación de viñedos a lugares más frescos y la modificación del material genético empleado, como variedades, clones y portainjertos de vid.

Otras estrategias de adaptación implican cambios en las técnicas de manejo del campo, incluido el riego, retrasar la fenología de la vid con podas de invierno tardías, modular la interceptación de la luz, ajustes en la arquitectura de la vid, manejo del dosel, etc.

Inclinación de 30 grados

El estudio llevado a cabo por el equipo del CIDE se centra en los beneficios del manejo del dosel al inclinar 30 grados el sistema tradicional de posicionamiento de los brotes verticales hacia el oeste.

El sistema vertical es el más utilizado en uvas que se dedicarán a la elaboración de vinos, ya que permite la recolección mecánica y un manejo efectivo de la vegetación para lograr más brotes, mejorando así el rendimiento y ofreciendo como resultado caldos con características sensoriales superiores.

El análisis aromático de los viñedos orientados al oeste reveló que los vinos resultantes tenían mayores concentraciones de ésteres (aromas fermentativos) y alcoholes superiores que las otras estrategias de manejo.

Adaptación al cambio climático

Estos resultados demuestran que la inclinación del dosel vegetal de la vid puede ser una técnica útil para adaptar la composición del mosto y la calidad del vino al cambio climático mediante el aumento de la interceptación de la radiación solar por la mañana y la disminución del calentamiento de los racimos por la tarde.

Las conclusiones del trabajo apuntan a una línea de investigación sobre el potencial existente en las prácticas de manejo del dosel para regular la carga de radiación en diferentes cultivos y condiciones ambientales. También proporciona información sobre las bases fisiológicas de sus efectos sobre el estado hídrico de la vid y el microclima del racimo.

En la investigación, desarrollada por el equipo del CIDE, también ha participado personal científico del Instituto Universitario de Ingeniería de Alimentos (FoodUPV) de la Universidad Politécnica de Valencia y del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA – Generalitat Valenciana).