Ni en la cocina ni en la cama: soy veterinario y éste es el único sitio donde dejo dormir a mi gato en verano
Quienes comparten su vida con un gato saben que estos felinos tienen la sorprendente habilidad de conquistar cualquier rincón del hogar. No importa cuánto espacio haya disponible: si encuentran un lugar cómodo, lo adoptan como suyo. Sin embargo, cuando llega el verano, el tema de dónde duerme el gato cobra una mayor relevancia. Es común pensar que, si el gato elige dónde dormir, no hay razón para intervenir. Pero lo cierto es que hay razones de salud, higiene y confort, que justifican poner ciertos límites.
Crear un sitio fresco, ventilado y seguro, no solo mejora la calidad de vida del animal, sino que también protege la salud de todos los habitantes del hogar. Con las estrategias adecuadas, los gatos pueden adoptar este espacio como suyo de forma natural, logrando así una convivencia armónica y saludable incluso en los días más calurosos del año.
¿Dónde debe dormir el gato en verano?
Los gatos tienen una habilidad innata para adaptarse a los cambios de temperatura, pero lo hacen buscando por instinto los lugares más propicios para su descanso. En verano se observa una clara tendencia a desplazarse hacia suelos fríos, baldosas, zonas ventiladas o rincones alejados de la luz directa del sol.
Este comportamiento responde a la necesidad fisiológica de regular su temperatura corporal, que es naturalmente más elevada que la de los humanos. Aun así, no todos los espacios que el gato elige cumplen con los requisitos de higiene y seguridad deseables dentro del hogar. Si bien pueden parecer inofensivos, ciertos hábitos felinos, como acostarse sobre zonas donde se preparan alimentos, como la encimera de la cocina, pueden convertirse en un problema, especialmente durante los meses de calor.
El espacio ideal: tranquilo, ventilado y exclusivo
Frente a estas limitaciones, surge la necesidad de habilitar un único espacio especialmente pensado para el descanso del gato en verano. Este lugar debe cumplir ciertos criterios clave: ser fresco, ventilado, tranquilo y, sobre todo, fácil de limpiar. Una habitación poco transitada, con buena corriente de aire y luz indirecta, suele ser la opción más adecuada.
El uso de camas elevadas de material transpirable, cajas de cartón, alfombrillas lavables o mantas ligeras ayuda a crear un entorno cómodo y seguro. Además, es fundamental disponer de agua fresca cercana, sin que esté directamente junto al lugar de descanso. Se recomienda mantener las ventanas con protección, como mosquiteros, para garantizar la seguridad del animal sin impedir la ventilación natural.
La transición hacia un sitio específico para dormir no debe imponerse de forma brusca al gato. En lugar de ello, es recomendable utilizar métodos de refuerzo positivo. Colocar objetos familiares del gato en ese espacio, como juguetes, mantas con su olor o rascadores, puede aumentar su interés.
Higiene y bienestar: dos pilares de la convivencia
Además del confort del animal, el verano exige mayor atención a la limpieza del entorno. El calor intensifica los olores y la acumulación de pelo, por lo que conviene aspirar con más frecuencia, lavar mantas o textiles del gato regularmente y revisar el estado de su pelaje y piel. Una correcta desparasitación interna y externa también resulta indispensable, incluso en animales que no salen de casa.
Separar los espacios del gato es una medida que refleja un enfoque responsable del cuidado animal y de la higiene del hogar. Ofrecer un entorno adecuado para el descanso permite que el gato disfrute de su independencia sin afectar la salud o el confort de quienes lo rodean.
Dormir en la cama: consecuencias que se subestiman
Permitir que un gato duerma en la cama es una práctica muy extendida y, en muchos casos, vista como un gesto de cariño o vínculo afectivo. Sin embargo, existen razones objetivas para repensar esta costumbre en temporada estival. En primer lugar, el factor térmico. El cuerpo del gato mantiene una temperatura promedio cercana a los 38,5 °C, lo que, sumado al calor ambiental, puede generar incomodidad durante el descanso nocturno. Esa acumulación de calor interfiere con la calidad del sueño tanto del animal como de las personas que comparten el lecho.
Además, durante el verano, los gatos tienden a desprender más pelo y a entrar en contacto con superficies sucias, jardines, balcones o zonas exteriores. Esto implica que, al recostarse en la cama, se transfieren partículas, ácaros o restos de suciedad al espacio donde se duerme. Por otro lado, en esta época también aumenta la actividad de parásitos como pulgas o garrapatas, sobre todo en animales que tienen acceso al exterior. Por tanto, dormir con un gato en la cama puede convertirse en un riesgo higiénico que muchas veces pasa desapercibido.
El verano presenta condiciones particulares que obligan a adaptar ciertos hábitos dentro del hogar, especialmente cuando se convive con gatos. Aunque estos animales tienden a elegir sus lugares de descanso por instinto, no todos los rincones de la casa son aptos para ese fin.
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