Un policía al vigilante: «¿Pero no sabéis quién es esta mujer?»
Los vigilantes de seguridad del Eroski que se encontraba a apenas 100 metros de la sede de la Asamblea de Madrid estaban acostumbrados a tratar con todo tipo de rateros, especializados en robar al descuido.
Pero aquel 4 de mayo de 2011, cuando comunicaron a la Policía lo sucedido, sabían que algo no encajaba. La mujer que se encontraba bajo custodia en la sala de intervenciones lucía una larga melena rubia e iba impecablemente vestida, con chaqueta y falda de color azul eléctrico, a juego con los zapatos y el bolso. El mismo bolso en el que había introducido disimuladamente dos botes de crema marca Olay, sin darse cuenta de que era observada por una empleada de la sección de perfumería.
La Comisaría del Puente de Vallecas se encuentra a menos de 10 minutos del centro comercial Madrid Sur, separado de la sede de la Asamblea de Madrid por una avenida arbolada, la calle Pablo Neruda.
Sin embargo, Cristina Cifuentes permaneció custodiada por un vigilante de seguridad durante más de media hora, hasta que llegaron al establecimiento dos agentes de Policía Nacional vestidos de paisano.
Avisaron al jefe de la Comisaría
Cuando uno de los policías abrió la puerta abatible de la sala de intervenciones y se encontró, frente a frente, con la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, supo en seguida de quién se trataba.
Discretamente, se hizo a un lado con el vigilante de seguridad y le preguntó: “¿Pero no sabéis quién es esta mujer?”. En aquel momento, Cristina Cifuentes llevaba 20 años como diputada en la Asamblea de Madrid, aunque su trayectoria política había sido extraordinariamente discreta, siempre en un segundo plano.
Su participación en la comisión de investigación sobre el Tamayazo había hecho que su rostro apareciera ocasionalmente en televisión. Pero ninguno de los empleados del hipermercado Eroski la había reconocido, hasta que llegó la Policía.
Tampoco el vigilante de seguridad que retuvo a Cifuentes le pidió en ningún momento que le mostrara su documento de identidad, ya que no está facultado para hacerlo. Sólo la Policía podía dar ese paso.
Pero finalmente no fue necesario. Cuando los dos agentes de la Policía Nacional llegaron al establecimiento y reconocieron a Cifuentes, supieron que debían tratar el caso con mucho tacto. Decidieron llamar al comisario que estaba al frente de la Comisaría de Puente de Vallecas para hacerle saber lo ocurrido.
Salió por la puerta de emergencia
Y fue este comisario quien decidió zanjar el incidente de la forma más discreta posible, sin levantar ningún tipo de escándalo. Durante la espera, Cristina Cifuentes había accedido finalmente a pagar los apenas 42 euros que costaban los productos de belleza sustraídos (21 euros cada artículo).
Cumplido este trámite, el jefe de la Comisaría dio su visto bueno para que la dejaran marchar, sin requerirle sus datos ni tomarle declaración. Cristina Cifuentes tuvo que abandonar el establecimiento, eso sí, por la misma puerta de emergencia que atraviesan los rateros tras ser cacheados y entregar la mercancía sustraída.
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