El podemita Verstrynge enseña en Venezuela y en la Complutense cómo hacer una bomba atómica casera
El libro de Jorge Verstrynge, miembro de Podemos y profesor de Políticas de la Complutense, parece querer responder a una inquietud intelectual de cualquiera de sus alumnos o lectores. «¿Cómo podría un grupo terrorista fabricar una bomba nuclear sencilla?». Una extraña inquietud que resuelve en su obra La guerra periférica y el islam revolucionario, convertida en manual castrense del ejército chavista y «lectura recomendada» para los alumnos que quieran aprobar en las academias militares de Venezuela y los estudiantes universitarios de Políticas de la Complutense que le tienen como profesor. El ex número dos de Fraga lo explica con todo detalle.
Así, a la citada pregunta, cómo hacerse una bomba atómica casera, responde el profesor lo siguiente: «Pues por ejemplo, haciéndose con plutonio civil (que es separado del combustible ya usado) y fabricando una bomba (y un físico «correcto» lo puede hacer sin demasiado problema) de unas 100 toneladas de TNT de efecto: producirá un cráter de unos 30 metros, daños por onda expansiva en 0,4 km2 y por calor en 0,1 km2, los efectos directos de la radiación, la onda o el calor matarán a una distancia de hasta 600 metros de la explosión a gente que estuviera al aire libre, pero tendrían lugar muchas otras muertes, en particular a causa de los efectos indirectos de la onda expansiva, como el desmoronamiento de edificios, y el calor y la onda de choque, que provocarán incendios por la rotura de canalizaciones del gas, por el combustible ardiendo de los coches».
Verstrynge añade más datos del producto: «El área y la extensión de los daños causados por los incendios podrían perfectamente superar los efectos directos del calor. El área significativamente contaminada por la lluvia radioactiva podría ocupar varios kilómetros».
El autor da más detalles: «Explican los científicos que si se consigue uranio enriquecido, con tan sólo dejar caer una mitad del material sobre la otra, se conseguiría una explosión nuclear y eso lo puede lograr un chico de enseñanza universitaria».
Instrucciones sobre las bombas
Verstrynge ofrece más instrucciones precisas: «Se puede construir un tubo de paredes gruesas, de ocho centímetros de diámetro interior y 50 centímetros de largo: en la parte superior del tubo se colocan 15 kilógramos de uranio altamente enriquecido hasta un 90 en uranio 235 y la masa mayor de 40 kilogramos de uranio se coloca en la base del tubo. Se deja en la parte central del tubo un vacío equivalente a la base del tubo y se coloca un explosivo potente en la parte superior […] peso total del artefacto 350 kilos. Y la facilidad de sustituir el U235 por plutonio civil, obtenible a partir del mox (o mezcla de óxido de plutonio con el óxido de uranio) producido por las plantas reprocesadoras de desechos nucleares».
El catálogo de Verstrynge aporta otras soluciones para el amante de las armas destructivas caseras. Por un lado, la bomba sucia. «Consiste en un explosivo adosado a un paquete de material radioactivo, en general, cesio 137, cobalto 60 y estroncio 90, materiales por lo demás muy fáciles de conseguir: Hay literalmente millones de fuentes radioactivas utilizadas en todo el mundo en los campos de la medicina, la industria y la agricultura».
Carlos ‘el Chacal’, como inspirador
Para el lector no resulta sencillo averiguar por qué Verstrynge quiere explicar lo barato y fácil que es construir una bomba de destrucción masiva casera con la excusa de explicar la desproporción de fuerzas entre EEUU y los terroristas.
Pero las mejores pistas las da el autor al final del libro cuando cita al terrorista Carlos el Chacal. «Explica Carlos que el terrorismo tiene fundamentos éticos». Y, como colofón, Verstrynge se moja: «La victoria, aun difícil, es posible pues los EEUU no son un tigre de papel». ¿La victoria de quién? Parece referirse a su ideólogo de mesilla: «El terrorismo es uno de los aspectos corrientes de una guerra, sólo que es un arma que se usa cuando sólo se dispone de medios reducidos».
Carlos, Ilich Ramírez, alias el Chacal, es un terrorista venezolano de 66 años que cumple en la actualidad cadena perpetua en Francia por asesinar a dos agentes de Supervisión del Territorio (un grupo de inteligencia de la Policía Nacional Francesa). Fue miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y, posteriormente, fundó un grupo propio.
Dicho más claro, para Carlos, un «defensor de la guerra asimétrica» según explica Verstrynge, «el terrorismo es una arma más, una táctica más, el arma terrorista no es un arma fuera de la ley, o inmoral o más monstruosa que otra».
El ex secretario general de Alianza Popular no refuta al sanguinario terrorista, al contrario, lo cita profusamente. «Coincide en este análisis Ilich Ramírez…».
Lo extraño es que un profesor universitario destaque que para romper la ignorancia sobre una causa, justa o injusta, lo mejor es un 11-S o un 11-M y no los libros. «Un atentado vale más que todos los panfletos para romper la espesa ignorancia y la indiferencia; más que toda una biblioteca llena de sapientísimas investigaciones. Un atentado resuena como un trueno en el sueño espeso de las conciencias obreras», apunta Verstrynge repescando del pensamiento de Carlos.
Piropos para Al Qaeda
Tampoco ahorra piropos el hoy podemita y ex de AP para «Al Qaeda, o sea el Islam Revolucionario», porque estando abajo en la escala militar, «que casi no ofrecen objetivos bombardeables», demuestra cómo «lo infinitamente ínfimo puede poner en jaque a lo infinitamente poderoso».
Verstrynge desarrolla en su libro cómo los grupos del tipo de Al Qaeda pueden derrotar a una potencia como EEUU, y cita párrafos de autores que presentan un combate ciertamente desigual: unos contendientes [EEUU y sus aliados] se atienen a las «restricciones éticas y legales tradicionales», mientras que sus oponentes [grupos yihadistas y terroristas en general] emplean «métodos alejados de las leyes» y, por tanto, sólo buscan «éxitos puntuales» para «influir en la opinión pública».
Precisamente, ETA hacía lo mismo y, sin apelar a politólogos, describía la misma teoría cuando trataba de justificar sus asesinatos y secuestros de elevar la «carga de sufrimiento» en Euskadi para obtener victorias frente a un estado al que no podía derrotar.
No obstante, el consejo principal de Verstrynge es que si un Estado quiere combatir a EEUU debe poseer el arma atómica. «Pregúntesele, si no, a Sadam Husein o a Milosevic […] Irán sabrá lo que debe hacer». En suma, el problema no es que Husein fuera un tirano, ni que Milosevic masacrara a sus congéneres. Su gran error, según el libro, fue no tener la bomba atómica.
Verstrynge no tuvo empacho en difundir desde la televisión venezolana que Osama bin Laden había creado una estructura de terroristas suicidas donde «los voluntarios de la muerte son la bomba atómica del pobre».
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