Historia
China

La rebelión de los boxers en China: resistencia contra la influencia extranjera

En la historia larga de China han sucedido todo tipo de periodos, de paz y de revueltas. Aquí analizamos la rebelión de los boxers.

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  • Francisco María
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La rebelión de los bóxers tuvo lugar entre 1898 y 1901 durante la dinastía Qing en China. Este movimiento surgió en un contexto de creciente resentimiento contra las potencias extranjeras y el Imperio Japonés, que ejercían una fuerte influencia sobre China en todos los aspectos.

Este período es conocido en China como “el siglo de la humillación”. Estuvo marcado por la intervención imperialista en el país. La rebelión de los boxers fue impulsada por la Milicia Unida en Justicia (Yìhéquán), popularmente conocida en Occidente como los bóxers debido a su práctica de artes marciales.

El origen de la revuelta

El origen de la rebelión se remonta a las últimas décadas del siglo XIX, cuando China se encontraba en una situación de debilidad y desorden. La dinastía Qing, que gobernaba el país desde hace siglos, estaba en declive, incapaz de hacer frente a los desafíos internos y externos que enfrentaba. La corrupción, la pobreza y la opresión eran moneda corriente en la sociedad china de la época, lo que generaba un profundo malestar entre la población.

Los aldeanos del norte de China habían acumulado resentimiento contra los misioneros cristianos, que evadían sus obligaciones tributarias y abusaban de sus derechos. Una sequía severa y la expansión de la influencia extranjera tras la Guerra Sino-Japonesa de 1895 también contribuyeron a la tensión.

En este contexto de crisis, surgieron grupos secretos como la Sociedad de los Puños Justos y Armoniosos, cuyos miembros practicaban artes marciales y creían tener poderes sobrenaturales que los protegían de las balas y otras formas de violencia. Estos «boxers» se oponían a la presencia extranjera en China y culpaban a los extranjeros de la decadencia del país.

Los boxers

A finales del siglo XIX, surgió en China una sociedad secreta llamada los bóxers, cuyo nombre oficial era “Puños de Justicia”. Esta organización se formó en un contexto de creciente xenofobia. Aunque los bóxers estaban oficialmente prohibidos y actuaban al margen de la ley, contaban con el apoyo de algunas figuras de la corte, incluida la emperatriz Cixí.

En 1899, los bóxers iniciaron sus actividades con el objetivo de erradicar cualquier presencia extranjera en China. Durante este período, se promulgó la Reforma de los Cien Días, la cual se consideró intolerable para muchos sectores.

Para 1900, la situación era crítica. Las potencias extranjeras habían derrotado a China en varias guerras, impuesto tratados desiguales y forzado la legalización del opio. La división del país hacía que la dinastía Qing estuviera en crisis, después de haber gobernado durante más de dos siglos.

La escalada

En junio de 1900, los bóxers se concentraron en Pekín. Tenían la creencia de que eran invulnerables a las armas extranjeras. Su lema era “Apoyar al gobierno Qing y exterminar a los extranjeros”.

Los extranjeros y cristianos chinos se refugiaron en el Barrio de las Delegaciones, donde fueron sitiados durante 55 días por el Ejército Imperial de China y los bóxers. La emperatriz viuda Cixi, inicialmente indecisa, respaldó a los bóxers el 21 de junio de 1900, declarando la guerra a las potencias extranjeras.

La respuesta de las potencias extranjeras fue contundente: enviaron tropas para sofocar la rebelión y restaurar el orden en China. La llamada «Alianza de las Ocho Naciones», compuesta por Reino Unido, Francia, Rusia, Japón, Alemania, Estados Unidos, Italia y Austria-Hungría, lanzó una expedición militar conjunta que logró aplastar la rebelión de los boxers en poco tiempo.

El 3 de julio de 1900, una coalición internacional liderada por el general británico Alfred Gaselee desembarcó cerca de Tianjin y tomó la ciudad el 14 de julio. Después, avanzaron hacia Pekín, a donde llegaron el 14 de agosto para levantar el asedio a las embajadas y ocupar la ciudad.

Durante la ocupación, las tropas extranjeras se entregaron a robos, destrucción, asesinatos y violaciones, incluyendo el saqueo de la Ciudad Prohibida y otras residencias imperiales. Los Jardines Imperiales también fueron despojados de sus animales, que fueron sacrificados para alimentar a las tropas.

El fin de la rebelión

El 13 de julio fue uno de los días más intensos del asedio, con los chinos llevando a cabo ataques significativos. Sin embargo, la presión internacional y el desembarco de una fuerza aliada de 20.000 hombres forzaron a las autoridades chinas a negociar.

El 17 de julio, el ministro estadounidense Edwin Hurd Conger logró establecer contacto con el gobierno chino. Esto condujo a la declaración de un armisticio. La combinación de la resistencia de los defensores y la amenaza de una intervención militar masiva forzó a China a buscar una resolución, marcando el fin de uno de los episodios más críticos del asedio en Pekín.

El 7 de septiembre de 1901, se firmó el Protocolo Bóxer, que estableció severas condiciones para China. Este tratado imponía la ejecución de funcionarios que habían apoyado a los bóxers, la presencia continua de tropas extranjeras en Pekín y el pago de una indemnización exorbitante de 450 millones de taels de plata.

Esta suma es equivalente a aproximadamente 10 mil millones de dólares actuales. La indemnización debía pagarse durante los siguientes 39 años. Así concluyó este cruento episodio.

Aunque la rebelión fue finalmente sofocada por las potencias extranjeras, su impacto perdura hasta hoy, recordándonos la importancia de la resistencia y la lucha por la dignidad y la soberanía nacional.

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La rebelión bóxer

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