La madre de la niña asesinada por ETA en Santa Pola: «Sánchez ha vuelto a asesinar a mi hija»
“Sólo una persona me llama cada 4 de agosto para saber cómo estoy: Ángel Acebes”
Otegi se jacta de poner a un jefe de ETA en la dirección de Sortu para «no olvidar el pasado»
Évole, el propagandista del Gobierno que no esconde su amistad con el ex jefe de la banda ETA
El recuerdo de lo que ocurrió acompaña con milimétrica precisión los sueños de Toñi Santiago, cada noche, desde hace 20 años. El 4 de agosto de 2002, dos terroristas de ETA, Andoni Otegi y Óscar Celarain, colocaron un coche bomba con 100 kilos de explosivos en la casa cuartel de la Guardia Civil, en Santa Pola (Alicante), en plena temporada turística, con la ciudad a rebosar y aquella rotonda cargada de tráfico.
Eran las ocho y media de la tarde. Los terroristas confesaron en el juicio que buscaban “atrapar” a los guardias civiles y sus familias a la hora de cenar. Buscaban una masacre. No llamaron para avisar de la colocación del coche bomba. La explosión se llevó por delante la fachada del edificio. Y, sobre todo, se llevó por delante, para siempre, a Cecilio Gallego, prejubilado de Telefónica de 57 años que estaba en la parada del autobús, y a Silvia Martínez Santiago, de 6 años, que vivía con sus padres en la casa cuartel.
Hubo 34 heridos. Arnaldo Otegi fue preguntado aquel día si condenaba el atentado. Se negó y lo justificó preguntando de forma miserable que por qué había una niña en aquel cuartel de la Guardia Civil.
Arnaldo Otegi fue preguntado aquel día si condenaba el atentado. Se negó y lo justificó.
La memoria es floja para según quién y según qué. Aquel atentado de ETA llevó al PP (gobernaba Aznar) y al PSOE (Zapatero) a firmar la reforma de la Ley de Partidos que permitió ilegalizar Herri Batasuna. Hoy, 20 años después, Bildu (la formación heredera de Batasuna) es legal, está en el Congreso y en el resto de instituciones, gobierna España junto al PSOE y es el socio preferente de Pedro Sánchez. Presupuestos a cambio de presos y Ley de Memoria Democrática para borrar la huella del terror de ETA.
Toñi Santiago es la madre de aquella niña de 6 años. Acepta hablar con HOY RESPONDE de OKDIARIO horas antes del acto de homenaje a su hija en la plaza del atentado que lleva el nombre de la última niña asesinada por ETA: su hija Silvia. Los terroristas que la mataron fueron condenados a 843 años de cárcel cada uno. Eso fue hace 10 años. Hoy, los dos han sido acercados a cárceles del País Vasco y uno de ellos, Andoni Otegi, ya goza de permisos para salir de prisión.
Toñi Santiago se pregunta: “¿Quién es Sánchez para usar la sangre de mi hija para darle beneficios penitenciarios a sus asesinos y usarla como moneda de cambio?”. Para la madre de Silvia, que hoy tendría 26 años, “Sánchez y la clase política han vuelto a asesinar a mi hija”. Dice que “los presupuestos de Sánchez chorrean sangre de casi 1.000 inocentes”. Para Toñi, “Sánchez es un cobarde y un traidor”.
“¿Quién es Sánchez para usar la sangre de mi hija para darle beneficios penitenciarios a sus asesinos y usarla como moneda de cambio?”
Toñi vive agarrada a un pañuelo con el que secar un llanto incontrolable al recordar aquel 4 de agosto. Los mismos pañuelos que agarró con fuerza para enfrentarse cara a cara a los asesinos de su hija en el juicio en la Audiencia Nacional celebrado en 2012. Rehusó declarar en una cabina. Se situó en el centro de la sala a apenas metro y medio de los acusados. Pudo sentir el aliento de Andoni Otegi y Óscar Celarain mientras hablaba. Pero Toñi es una mujer coraje, de las que probablemente nunca hablará Irene Montero y su ministerio de des-Igualdad. Toñi se encaró a los terroristas y les llamó “cobardes, asesinos e hijos de puta”.
Agarrada a ese pañuelo, Toñi recuerda vivamente en la entrevista a OKDIARIO ese instante en que “todo se hizo oscuro, yo noté que me chorreaba sangre por la cara y escuché a Silvia llamarme: ¡mamá! ¡mamá!”. Toñi cuenta que apenas pudo ver sus ojos entre los escombros y que, enseguida, entendió que iba a morir: “En la ambulancia, le cantaba y le rezaba a la Virgen del Pilar y le pedía que me llevara a mí y no a ella o en todo caso a las dos”. Su marido, guardia civil, estaba de servicio fuera del cuartel. Al llegar al hospital, “solo con mi mirada entendió que Silvia iba a morir”. Como ocurrió. “Desde entonces, destrozaron mi vida”. El testimonio de Toñi debería ser obligatorio en las escuelas de toda España.
“Yo no le deseo el mal a nadie”, dice, pero “Sánchez tiene dos hijas”. Y se pregunta: “¿Y si le hubiera pasado a él? ¿Y si su mujer soñara cada día con algo así desde hace 20 años?”. Toñi tuvo que enterarse por la prensa que el ministerio del Interior de Fernando Grande-Marlaska estaba organizando reuniones de víctimas de uno de los asesinos de Silvia.
Son las reuniones organizadas por Instituciones Penitenciarias para que los terroristas manifiesten su supuesto arrepentimiento. Una formalidad en absoluto sincera, un mero formulario a rellenar como el que hace la lista de la compra, que ha servido al gobierno Sánchez para acercar a todos los presos de ETA a cárceles vascas y entregar la gestión de sus condenas al PNV. ¿Imaginan lo que será eso si Bildu gana las elecciones vascas y Otegi es lehendakari con el apoyo del PSOE?
Toñi se encaró a los terroristas y les llamó “cobardes, asesinos e hijos de puta”
Toñi Santiago cuenta que “nadie de Interior me llamó para esas reuniones con el terrorista que mató a mi hija. Me enteré por la prensa. Supongo que sabían lo que les iba a decir. Jamás les perdonaré”. Y constata algo tan duro como que “me va a tocar ver a los asesinos de mi hija por la calle”.
“La ignominia a las víctimas es brutal”, dice Toñi Santiago. “El sufrimiento añadido a nuestra pérdida es insoportable”. Cada viernes, Sánchez y Marlaska han trasladado a terroristas de ETA cerca de sus casas. “Mi hija seguirá para siempre -dice Toñi- en el nicho donde ellos la mandaron”.
Zapatero, Rajoy y el PP
Toñi no tiene pelos en la lengua y hace al PP corresponsable de lo que estamos viviendo con Pedro Sánchez. “Rajoy se lavó las manos como Poncio Pilato”, dice. “Le dijo a Zapatero que hiciera lo que tuviera que hacer y que le fuera contando. El PP tuvo una mayoría absoluta después y no hizo absolutamente nada. Por eso, ahora está pasando lo que está pasando”.
De nuevo, la Memoria y los ‘secretos de Estado’ son aquí selectivos para el gobierno de Pedro Sánchez y sus socios de Bildu. Porque nunca supimos exactamente qué y cómo negoció Zapatero con ETA. Y quién estaba al tanto, como dice Toñi, “por acción u omisión”. Toñi reclama que se hagan públicas las actas de la negociación de Zapatero con ETA que están guardadas en la caja fuerte de un banco en Suiza.
“No creo en ningún partido político ya de los que se sientan en el Congreso de los Diputados”, dice Toñi Santiago. Y es rotunda al responder con un “no” si cree que Alberto Núñez Feijóo le dará la vuelta a la situación y resarcirá a las víctimas de ETA.
Ángel Acebes
“Sólo una persona me llama cada 4 de agosto para decirme que está con nosotros y preguntarme cómo estoy: Ángel Acebes”, dice Toñi. Acebes era, entonces, ministro del Interior.
Toñi cree que los españoles no se han olvidado de las víctimas del terrorismo, pero al recordar que sólo una persona -Ángel Acebes- le llama cada 4 de agosto, no puede evitar llorar, que es como expresar de forma espontánea el sentimiento de desamparo general de las víctimas de ETA. “Silvia y casi 1.000 personas murieron por todos nosotros. A mí no me mataron y por eso seguiré luchando por recordar su memoria y pedir justicia”.
Toñi Santiago es una madre coraje que ninguna tele saca en horario estelar. Pocas teles irán este jueves al homenaje a Silvia mientras llenan su tiempo de intrascendencias. Su historia, como mucho, será un breve o no será nada.
Toñi tuvo, después, otros dos hijos por los que lucha cada día, aunque quizá el ánimo no siempre le acompañe. “Ellos empiezan ya a entender lo que pasó”, nos dice al despedirse agarrada a su pañuelo. Dos hermanos sin hermana. Una madre (y un padre) sin hija. Y así … casi 1.000. ETA se cruzó en sus vidas
“Cada plaza de este país debería llevar el nombre de una víctima de ETA”, reclama Toñi. La plaza de Santa Pola en la que Toñi siente que murió en vida aquel 4 de agosto de 2002 lleva hoy “como no podía ser de otra manera” el nombre de Silvia Martínez Santiago.
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