Así fue la salida de Juan Carlos de Zarzuela: a las 7 de la mañana y nadie en la despedida
Será difícil que la despedida del Rey emérito pudiese haber sido soñada -o temida- en alguna ocasión por Don Juan Carlos. El monarca que fuera vitoreado y recordado durante años como un héroe de la Transición y del 23-F, abandonaba el que antaño fuera su palacio y su residencia sumido en la soledad. Ajeno a sus familiares. Sin más compañía en su salida de palacio que la de sus escoltas. Un cálido 2 agosto convertido en la más fría experiencia personal.
Juan Carlos era sabedor por aquel entonces de que la órbita de presiones de La Moncloa había forzado a que la mismísima Zarzuela que no hace mucho repetía orgullosa aquello de “los hay monárquicos y republicanos juancarlistas”, ahora, en medio de una lluvia de noticias sobre las finanzas ocultas del emérito, hubiese aceptado como mal menor que Juan Carlos saliera de España.
El emérito era conocedor, por completo, de que sus actos habían llevado a su propio hijo a tener que elegir entre arropar a su padre o defender la institución monárquica de todos los españoles, la clave de bóveda de un esquema constitucional que se sustenta en la monarquía parlamentaria como medio de estabilidad de la nación.
58 años de residencia
El día era cálido. Y a eso de las 7 de la mañana y en pleno amanecer, la temperatura ya rondaba los 25 grados. Pero era complicado que Don Juan Carlos estuviera pendiente del clima y la escasa nubosidad reinante ese día. Y es que las maletas, el grupo de escoltas y las escalinatas de palacio fueron su única despedida. Un duro adiós tras 58 años de residencia en el palacio que un buen día ideara Felipe IV como pabellón de caza.
Pero la decisión había sido ya tomada por Moncloa y Zarzuela. Con clara influencia e impulso del primero de los sujetos citados. Y, tras haber abdicado seis años antes, Juan Carlos entendió que no podía interponerse en las decisiones del nuevo Rey, su hijo. Menos aún, cuando el mismo complejo que albergaba su residencia es el de la vivienda de Felipe VI.
El viaje se planteó con un destino final: Abu Dabi. Con otro intermedio: Vigo. Con una escala: El Cairo. Y con una hora de partida camino del avión: las 7:00 AM.
Y así dijo adiós Juan Carlos I a su casa. Y a su entorno familiar. Un primer salto en avión hasta Vigo. Rápido y sin palabras. Y sin nadie para escucharlas. Un vuelo que llevó a tierras gallegas al emérito con el fin de pasar noche en Sanjenjo, en casa de su amigo y presidente del Real Club Náutico Pedro Campos.
Y un segundo avión, el jet privado de TAG Aviation, que esperaba al emérito para emprender el verdadero viaje el lunes 3 de agosto a las 10:00 horas camino de Emiratos Árabes Unidos. Un vuelo con una escala en El Cairo, para acabar aterrizando en Abu Dabi.
El modelo del aparato, un Global 6500 de la compañía TAG con matrícula 9H-VBG, no podría despertar la queja de nadie. Pero ni Don Juan Carlos ni la «persona de máxima confianza» que viajó con él, ni los cuatro escoltas que le acompañaron dedicaron ni un segundo a celebrar las comodidades del bimotor.
La llegada del aparato desde París fue, de hecho, lo que retrasó la salida de Juan Carlos y forzó la escala. El jet salió de París el domingo 2 de agosto a las 14:00 horas, y no llegó a Vigo hasta dos horas después. El Global 6500 durmió esa noche en el aeropuerto gallego mientras el emérito hacía lo propio en Sanjenjo.
Discreción absoluta
El vuelo partió sumido en la misma discreción y secreto que lo hiciera Juan Carlos en su salida de Zarzuela. Hacía escala a las 13:30 en el aeropuerto de El Cairo. Y tras poco más de media hora y cargar combustible, despegó camino de la que es hasta estos días la nueva residencia del Rey emérito: Abu Dabi.
La llegada a Emiratos Árabes se produjo a las 17:15 PM, hora española. Y, sólo tras comprobar que todo el tránsito se había realizado según lo previsto y que el emérito se encontraba ya en su hotel, a salvo de fotógrafos, la Casa Real comunicó, 45 minutos después, el histórico mensaje anunciado la salida de España de Juan Carlos I.
Y durante todo ese periodo, Juan Carlos pudo reflexionar sobre lo que Zarzuela ya le había transmitido a lo largo de los meses previos: que la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, llevaba cinco meses exigiendo esa salida por la puerta de atrás; que su retorno sería complicado porque también Calvo había llegado a afirmar: “Mientras gobernemos nosotros, Don Juan Carlos no volverá a España”; y que el propio Pedro Sánchez había reclamado días antes de su partida y ante Felipe VI, que “ahora tiene que regularizar la situación fiscal”.
Todo un anticipo de lo que acabaría ocurriendo. Y todo un amargo trago para quien fue el héroe de una España orgullosa de su Transición.
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