El sudoku de la financiación: conseguir el éxito yendo de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo
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Las dificultades que plantea un sudoku son por todos conocidas, no por ello insoslayables, pero te plantean un reto que requiere lo mejor de cada uno para resolverlo. Hablamos de un rompecabezas de lógica que utiliza la destreza para resolver un enigma a través de la técnica de eliminación. Y, sí, así estamos en el ámbito de la financiación. Nada es fácil y menos aún evidente.
Las fórmulas tradicionales dejaron de funcionar antes de la pandemia. Es más, en la pandemia ni se contemplaban y, en postpandemia, mejor olvidarlas. Hemos vivido un espejismo de liquidez que ha sido generado por el dinero público que, sin duda, ha permitido al tejido empresarial español seguir “vivo”. Pero los espejismos son eso, edulcoraciones de la realidad que duran poco o nada. Esa financiación pública ha sido un oasis, puesto que se tenía la creencia de que reactivaría la economía. Pero esa reactivación no voy a decir que haya sido nula, pero lo que sí afirmo, es que ha sido escasa e insuficiente.
El año 2023 nos ha traído infinitas incertidumbres, que como un sudoku en el que existen varios inputs, tienes que intentar sortear y gestionar de la forma más dialéctica y estratégica posible. La inflación, los tipos de interés al alza, los conflictos internacionales y la inestabilidad de las economías que, no marcan recesión, pero tampoco garantizan la recuperación… Son las alternativas disfrazadas en forma de desafíos en un juego cuyo objetivo es la búsqueda de la solución óptima y eficiente. Vamos, un rompecabezas en todas sus formas.
Ante eso ¿Qué puede hacer un financiador? Y no me refiero al solicitante de financiación, sino más bien a aquel que quiere colocar su liquidez con expectativas de rentabilidad y evitando un default. Pues, esencialmente, lo que puede hacer -y en la mayor parte de los casos no ha hecho- es mejorar su análisis y perfilarse en su nivel de aceptación del riesgo. Para los que nos dedicamos a esto, es complicado saber dónde quieren estar los financiadores hoy en día. Entre otras cosas, porque creo que es una pregunta que tampoco ellos saben responder. Como en el sudoku, hay prueba de ensayo y error.
Las entidades financieras tradicionales y los nuevos agentes como las plataformas de crowdfunding, private equity, los fondos de deuda u organismos semipúblicos… Han entrado en una evolución que define cierta frase del célebre ex primer ministro inglés Winston Churchill: “El éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”.
Cuando los financiadores tradicionales estaban replegando velas y, parecía el momento de los nuevos, apareció una entrada de liquidez pública sin precedentes. Ahora que parece lógico acudir a ellos, tenemos un nuevo anuncio del Plan de Recuperación Transformación y Resiliencia (PRTR), que ofrece inyectar nada más y nada menos que 94.000 millones de euros para la enésima reactivación de nuestra eternamente reactivada economía.
Pues bien… La mejor forma de actuar es, una vez asegurada la liquidez que precisamos, volcarnos en tener un negocio sostenible ¿Qué es un negocio sostenible? Pues simple, aquel que tiene un EBITDA -o como le queramos llamar- sano y, sobre todo, una conversión del mismo en caja que sea cuasi matemática. Si eso ocurre y precisamos de la financiación para crecer o prever cómo salir “vivos” tras pillar un bache en el camino, la solución del problema aparecerá porque un negocio rentable en el medio -largo plazo es siempre financiable.
Eso sí, tendremos que observarnos, conocernos y aprender. Prever una estrategia financiera y unos presupuestos sólidos, sostenibles, que se traduzcan en proyecciones tesoreras… Identificar riesgos y oportunidades. En definitiva, ser más rentables… En eso consiste la resolución del acertijo. Vigilemos el impacto de la inflación en nuestras ventas y en nuestros costes. Tengamos un ojo encima de nuestra financiación comercial… Lo que nos pasa a nosotros, les pasa a todos y, con cabeza y de forma sostenible, pensemos en crecer, en seguir creando valor en el corto y largo plazo, pero en crecer. Sin crecimiento lógico y sin crecimiento meditado, en tiempos revueltos, no hay futuro sostenible.
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