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Así se gestó el cierre de Nissan Barcelona: el Gobierno fracasó en la búsqueda de inversores para la planta

La entrada de un grupo chino en la planta, tal y como se informó horas antes de conocerse la decisión definitiva de Nissan, nunca fue una opción ni medianamente posible, y fue más bien utilizada como medida de presión para los japoneses.

El cierre de la fábrica de Nissan en Barcelona debe entenderse mucho más allá que una simple decisión empresarial. Las implicaciones geoestratégicas, tecnológicas y diplomáticas no han faltado en esta triste noticia para la industria española.

El resultado es tan nefasto que Barcelona y Purwakarta (Indonesia) van a ser las dos únicas plantas de todo el mundo a las que Nissan echará el cierre. Pero aunque en las últimas horas antes de anunciarse la descontada clausura de la factoría española surgieron informaciones sobre el posible interés de grupos chinos en quedarse con la misma, fuentes del sector conocedoras de la negociación aseguran que esa posibilidad no ha llegado a estar nunca encima de la mesa.

El Gobierno fracasó en su intento de buscar alternativas, porque realmente nunca estuvo cerca de ello. «La entrada de un inversor chino nunca fue una posibilidad real», señala una fuente bien informada, que asegura que el ministerio de Reyes Maroto, -que ha delegado la gran parte de la negociación en su secretario de Estado de Industria, Raül Blanco- trabajó siempre sin un ‘plan B’ en la cabeza que no pasara por la continuidad de Nissan, una operación mucho más factible que el cambio de titularidad de la planta.

La búsqueda de inversores chinos, además, trae malos recuerdos en Cataluña, después de que en 2010, el entonces presidente de la Generalitat José Montilla (hoy reenganchado como consejero a la semipública Enagás por 180.000 euros al año) fuera engañado ‘como un chino’ con una operación que se llegó a dar por prácticamente cerrada y que suponía la llegada del fabricante Chery a Barcelona. Tras viajes del presidente de la Generalitat a Wuhu y a Pekín, los chinos nunca dieron el paso para poner dinero y Montilla tuvo que reconocer su fracaso.

Al año siguiente, ya con Artur Mas en el poder, de nuevo surgieron prometedores anuncios de inversiones en Cataluña, en esta ocasión de la automovilística Brilliance, asociada de BMW. El resultado fue el mismo: cero euros en inversión y una enorme desilusión por las promesas incumplidas.

En ambos casos, el intermediario fue el profesor del IESE Pedro Nueno, quien podría haber estado detrás también en esta ocasión de los supuestos intereses de compañías chinas para adquirir Nissan que se llegaron a preguntar a la ministra Maroto en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros.

Fábrica de baterías

La instalación de un fabricante de automóviles en la Zona Franca, aunque se haya estado tanteando, parece imposible. Ninguno de los grandes grupos que ya tienen presencia en España está interesado y de los que no están, tan sólo quedan grupos de India o China, con los que la interlocución no es tan sencilla. España le debe mucho a las grandes casas de automóviles francesas y alemanas, que no verían bien que se facilitar la entrada de un posible competidor. Decenas de miles de puestos de trabajo están en sus manos.

Las administraciones seguirán intentando buscar una solución que pase por la reutilización de la planta y que salve cuantos más empleos sea posible. Pero se da por hecho que, si no es una fábrica de baterías, puede ser de productos con menos valor añadido, relacionados con la movilidad eléctrica, como motos o incluso patinetes eléctricos. Ahora mismo no se descarta nada ya que la intención es conseguir que la marcha de Nissan deje el menor destrozo posible.