Un Real Madrid perezoso, indolente y despistado perdió, como era previsible, ante una Real Sociedad motivada y entusiasta. Enésimo naufragio liguero del equipo de Ancelotti, que tiene puesta la cabeza desde hace tiempo sólo en las copas. Primero, en la del Rey y después en la Champions. Un error indecente y grosero de Militao, que asistió sin querer a Kubo, propició el gol realista. Luego Carvajal se autoexpulsó y dejó al Madrid con diez zombies que arrastraron los pies hasta la derrota final.
El Real Madrid visitaba San Sebastián con la cabeza en Sevilla. Porque los de Ancelotti sólo piensan en copas. Primero en la del Rey, que la tienen a 90 minutos de darle la mano a Felipe VI, y después en la de Europa, que ya han ganado catorce veces pero para en las vitrinas del Bernabéu siempre hay hueco para otra Champions. En ese contexto era de esperar que Ancelotti presentara un once con muchos suplentes, condicionado además por las bajas de los lesionados Mendy, Alaba y Modric, más los sancionados Camavinga y Vinicius y el reservado Benzema, todos ellos en Madrid.
Por jugar, en el Madrid jugaba hasta Mariano, ese extraterrestre que aterrizó en la casa blanca en los tiempos de Lopetegui y que se ha convertido en un bulto sospechoso que ni da el nivel para el equipo ni ha tenido nunca las ganas de renunciar a su sueldo de funcionario en el Bernabéu. La alineación de Ancelotti era Mariano y diez más, a saber: Courtois; Carvajal, Militao, Rüdiger, Nacho; Tchouaméni, Kroos, Ceballos; Rodrygo y Asensio. Más de la mitad, por cierto, serán titulares en la final de Copa del sábado.
Enfrente, una Real Sociedad firme y confiada en abrochar la Champions ante un Real Madrid que llegaba a Anoeta como visitante en el sentido más estricto de la palabra: de visita. Apretaron de salida los de Imanol con una presión alta y valiente. Resistieron los de Ancelotti, que pasaban las de Caín para sacar la pelota de su propio campo. Superada la presión el Madrid encontraba a un Rodrygo disfrazado de Vinicius.
Ida y vuelta en Anoeta
A los cinco minutos Tchouaméni protagonizó el primer disparo a puerta del Real Madrid con un tiro lejano y venenoso, que votó en las narices de Remiro, que supo meter una mano meritoria. Y luego fue Militao el que cabeceó con su despejada frente una vaselina a la que respondió con adorno incluido el meta de la Real Sociedad.
Los dos avisos del Madrid achantaron un poco a la Real, que respondió con el vértigo de Kubo y Oyarzabal y la inspiración de un Silva que es el Benjamin Button del fútbol. Sorloth tuvo la primera en el minuto 11 en un remate franco desde el punto de penalti que desbarató Militao lanzándose al resbalillo.
Luego perdonó David Silva un mano a mano en el 14 y más tarde Zubimendi tuvo el 1-0 a centímetros de la línea de gol, pero su remate algo forzado se la pegó contra el larguero. Y sólo llevábamos un cuarto de hora en Anoeta. El partido era una reyerta futbolística de la que pudo sacar partido Sorloth en una contra vertiginosa que abortó Courtois con un pie salvador.
La Real Sociedad había retomado el control del partido y dudaba el Madrid con un endeble Rüdiger y un centro del campo con poco vigor. En el 21 Militao cometió penalti sobre Oyarzabal pero el colegiado entendió que se había tirado. Los del VAR, a su bola como siempre, no le sacaron de su error y la Real se quedó compuesta y sin penalti. Y precisamente Militao pudo marcar el 0-1 en la jugada siguiente con un cabezazo que se marchó fuera por muy poco.
Aprieta y rasca la Real
A eso de la media hora el partido se tomó un respiro. Las posesiones de ambos equipos se tornaron largas y desaparecieron las áreas. Mikel Merino repartió un par de tarascadas por llegar tarde. La Real había conseguido intimidar a un Madrid que jugaba un poco con el freno de mano. Sólo Rodrygo conseguía acelerar y desbordar a la defensa de Imanol.
La recta final del primer tiempo fue un merecido remanso de paz para ambos contendientes, que enfilaron el túnel de vestuarios con un 0-0 inusualmente entretenido. Regresamos con un fallo obsceno y grosero de Militao, que recordó a ese manojo de nervios que se desmayaba cada vez que se ponía la camiseta del Madrid, y asistió (se supone que) sin querer a un Kubo que sólo tuvo que empujarla en boca de gol. Courtois miró a su compañero con cara de perdonavidas. Le sobraban los motivos.
El gol dejó al Real Madrid tocado y sin demasiadas ganas de levantarse de la lona. Con la final de Copa a la vuelta de la esquina los blancos tenían coartada. Ancelotti miraba al banquillo y sólo veía a críos del Castilla y a Carletto, que está en edad de ser abuelo, no le van demasiado los niños. El delantero Álvaro Rodríguez fue el primero en salir por Mariano, que pasó más inadvertido que Bolaños el 2 de mayo.
Luego fue expulsado Carvajal, que llevaba diez minutos empeñado en que le echaran. Lo logró después de meter una coz a Aihen que no venía a cuento. Ancelotti, que debía haberle quitado antes para evitar la roja, retiró del campo a Kroos, pasota todo el partido, para equilibrar al equipo con Lucas Vázquez y evitar una sangría por la derecha.
Naufragio Real
Con uno más y el Real Madrid desanimado, la Real Sociedad manejó el duelo a su antojo. Lo tenía hecho. Sólo era cuestión de tiempo y de interés que cayera el segundo. Pero tampoco le pusieron mucho los locales y eso que los de Ancelotti apenas estaban de cuerpo presente. Courtois evitó el 2-0 en el 80 a meter una mano ágil en una falta de Barrenetxea que se envenenó con el bote.
Carletto metió a Arribas por Asensio a falta de 8 minutos para terminar el bochorno del Madrid en Anoeta. La estrella del Castilla apenas tuvo tiempo de enseñar su talento en un partido más que perdido. Sí lo tuvo la Real Sociedad para abrochar el definitivo 2-0 en el 85 en una acción individual de Barrenetxea que dejó retratado a Lucas Vázquez. Silva, que había gobernado el partido toda la segunda parte, se retiró a hombros de Anoeta.
Al final el Real Madrid consumó una merecida derrota y firmó otro segundo tiempo indecente mientras desde el banquillo la habitual parálisis de Ancelotti, siempre Don Tancredo, no fue capaz de encontrar solución alguna a su propio desaguisado.