El Real Madrid vivió en San Siro una noche de 10 el mismo día que nos dejó Maradona, el 10 más 10 de los que en el mundo han sido. Ni Pfizer, ni Moderna, ni AstraZeneca, para el Real Madrid la mejor vacuna es la Champions. El equipo de Zidane dio un golpe de autoridad en San Siro con una victoria contundente ante un Inter al que superó de cabo a rabo. Nunca antes habían ganado los blancos en San Siro en toda su historia y lo hicieron cuando más falta les hacía. Hazard adelantó al Madrid de penalti y Rodrygo abrochó la victoria en la segunda parte.
Que Zidane repita una alineación es como si Pablo Iglesias se cortara la moñocoleta: una sorpresa. Lo hizo. Ante el Inter salían de principio los mismos que jugaron en Villarreal. Dicho de otro modo: con Sergio Ramos y Benzema convalecientes en Madrid, Casemiro iba directo al banquillo. Mariano, otrora proscrito, volvía a ser titular. También Nacho y Lucas Vázquez, las dos navajas suizas de Zidane. Me centro y recito: Courtois; Carvajal, Nacho, Varane, Mendy; Kroos, Modric, Ödegaard; Lucas, Hazard y Mariano.
El Real Madrid hollaba otra vez el sagrado césped del viejo San Siro, uno de esos escenarios donde se construyó el fútbol. No pisaba por allí desde que levantara La Undécima, ya con Zidane en el banquillo, en una agónica final ante el Atlético, resuelta en una tanda de penaltis que agotó la reserva mundial de Lexatin.
De aquel equipo que cinceló la leyenda blanca en la Champions todavía quedan unos cuantos supervivientes, aunque faltaba el capitán Sergio Ramos, escudo del Real Madrid en todas las acepciones de la palabra. Carvajal, Casemiro, Kroos y Modric, indiscutibles en el viejo Madrid, aún son intocables cuatro años después. No tanto Isco ni Marcelo, a los que el fútbol les ha adelantado por la izquierda.
El Madrid arranca con el pie derecho
Afrontaba el Real Madrid un partido dramático de cuyo resultado iba a depender su supervivencia en la Champions. También el Inter. Para los blancos una derrota era un saco de angustia a cargar sobre las endebles espaldas de un equipo pusilánime. Para los de Conte era ganar o ganar. Hasta el empate les ponía mirando a la Europa League. Un dramón para un equipo construido para sacar a la pista a la reina del baile, no a Betty la fea.
Por eso el Inter salió a encerrar al Real Madrid por la vía rápida. Resistieron los de Zidane y pronto se asieron a la pelota para sobrevivir al arranque interista. En pleno crecimiento, como un adolescente, el equipo blanco se encontró con un penalti inesperado. Lo cometió Barella sobre Nacho, que pisó área de manera inaudita. Le trastabilló y penalti. A falta de Sergio Ramos, la pena máxima la transformó Eden Hazard con un disparo suave con el interior del pie.
El tanto reforzó al Real Madrid en sus posiciones. Presionar arriba cuando tocaba y replegarse cuando no se podía recuperar el balón a la primera. Lucas Vázquez tuvo en sus pies el 0-2 con un disparo que se envenenó y ante el que Handanovic hizo la estatua. Repelió su disparo el palo de Juanfran, el palo que ayudó a La Undécima.
Arturo Vidal, roja por farruco
El Real Madrid se gustaba con un Ödegaard muy suelto entre líneas. Al Inter el 0-1 le había dejado como a Walt Disney: congelado. Los de Conte ni atacaban ni defendían. Otra vez rondó el segundo el Real Madrid en una acción que definió a Mendy. Una manada de miuras en un encierro de sanfermines cuando está a campo abierto, pero un jugador con un ladrillo por pie izquierdo. Pasado el 17 el lateral francés alcanzó el área del Inter aunque su pase distó mucho de ser un final feliz. Nunca la expresión pase de la muerte adquirió un sentido literal, porque casi mata a Mariano al intentar rematar.
Perdonaba el Real Madrid a un moribundo Inter. Lukaku, ese delanterazo que impone miedo con sólo verle, trataba de hacer visible su corpachón a sus compañeros. Hasta el 25 no pudo hacer su primer disparo a puerta, una suerte de ensayo de rugby al botar un libre directo. El chico es tan sutil como un rayador de queso.
Tampoco la sutilidad es una de las virtudes que adornan a Arturo Vidal, que vio dos amarillas seguidas por ponerse farruco con el colegiado Taylor de resultas de una acción de Varane en el área en la que el chileno pedía penalti. Vidal no guardó la distancia de seguridad y quiso intimidar al árbitro, que desenfundó dos amarillas consecutivas en un pispás.
La roja a Arturo Vidal, lejos de agitar el partido, lo sedó. El Real Madrid se dedicó a mantener la posesión como un bien preciado mientras el Inter se lamía las heridas. En esas sobrevino el descanso con un valiosísimo triunfo parcial para el equipo de Zidane y con algunos jugadores que habían completado un medio tiempo notable. Entre ellos Ödegaard y Hazard.
Se gusta el Madrid
Volvimos del entretiempo con un Real Madrid que parecía más seguro que el Señor Lobo en Pulp Fiction. Recompuso su equipo Antonio Conte con un par de cambios: D’Ambrosio y Perisic. Fuera Lautaro y cambio de sistema al 4-4-1 con Lukaku como único delantero. En el Madrid calentaban tres brasileños, tres: Casemiro, Vinicius y Rodrygo.
El partido superaba minutos sin grandes cosas que contar, más allá de otro penalti imaginario que reclamó el Inter en el área del Real Madrid. Sólo así podría llegar un gol de los nerazzurri: a balón parado. En el otro lado del campo Ödegaard y Hazard campaban a sus anchas y jugaban a uno o dos toques. El noruego filtró un pase maravilloso a Lucas Vázquez en el 57 justo antes de que Zidane le cambiara por Casemiro. También metió a Rodrygo por Mariano, que se había vaciado en otro partido irreprochable.
Y en la primera pelota que tocó Rodrygo, que apenas llevaba 20 segundos en el campo, voleó a la red un buen centro de Lucas Vázquez al segundo palo. El Real Madrid lograba el 0-2 y acariciaba una victoria balsámica en San Siro, la primera de su historia nada más y nada menos. A los blancos les quedaba media hora para abrochar con un jugador más una victoria cantada.
Sentencia Rodrygo
Que pudo ampliar Lucas Vázquez también de volea en el 68 pero su disparo se estrelló contra el lateral de la red de Handanovic. También Hazard con un zurdazo que se marchó desviado por muy poco. El Real Madrid tenía el partido en sus manos o, mejor dicho, en sus pies. Dominaba a un Inter impotente sin querer ensañarse. A los blancos les bastaba con mantener la pelota, jugar a las cuatro esquinas e ir obligando a los interistas a perseguir sombras.
En el 77 Zidane metió a Vinicius por Hazard, que había completado los mejores minutos de la temporada. Sonreía el belga consciente de que esta temporada tiene que ser la de su explosión. El carro del Real Madrid está esperando a que alguien que no sea Sergio Ramos, lo coja y tire.
Aunque quedaba más de un cuarto de hora en San Siro, eran los minutos de la basura. El Real Madrid dejó pasar el tiempo, mantuvo el balón, vivió sin grandes sobresaltos y se llevó una victoria ante el Inter que despeja los nubarrones en el futuro del equipo en la Champions. Y de este partido lo que se acordará la gente es que se jugó el día que murió Maradona.