La gran semana de los Clásicos entre Real Madrid y Barcelona arranca este jueves con el primer asalto en el Palau Blaugrana (20.30h). El baloncesto abre el fuego entre los dos grandes clubes españoles, que tres días más tarde cambiarán la pelota naranja por el balón de fútbol en el Santiago Bernabéu. El viento sopla en los últimos tiempos a favor del equipo de Chus Mateo, que ya triunfó en la reciente Supercopa de Endesa. Repetir triunfo en suelo catalán ratificaría que el escenario ha cambiado.
Todo empezó hace cinco meses en el Belgrado Arena, todavía con Pablo Laso en el banquillo. El poderoso Barça de Mirotic llegaba como favorito a la Final Four de la Euroliga y durante mucho tiempo dominó la semifinal, pero se encontró con un rival que nunca perdió la fe y firmó una remontada memorable para citarse en con el Anadolu Efes en el duelo decisivo por el título.
Aquel día algo cambió en el precario equilibrio de poderes entre los dos grandes del baloncesto nacional. El megalómano proyecto azulgrana cayó presa de las dudas y sus malos augurios se confirmaron en la final de la Liga Endesa, donde el Real Madrid se proclamó campeón por 3-1. Aquel gesto de Fabien Causeur pasándose el pulgar por el cuello ante un enfervorecido WiZink Center fue de los que permanecen en la memoria.
Mirotic sigue fuera
De momento nada ha cambiado en esta nueva temporada. El Real Madrid se llevó la Supercopa ganando en la prórroga para sumar su quinto triunfo en los seis últimos Clásicos. Sarunas Jasikevicius puede esgrimir que sigue sin Mirotic, baja de larga duración, y Chus Mateo responder que cinco de sus jugadores siguen en el dique seco, aunque tiene una buena noticia con la recuperación de Alberto Abalde.
El Barça ya ha perdido partidos en las tres competiciones que ha disputado esta temporada, mientras que el Real Madrid se mantiene invicto con pleno de seis victorias, las dos últimas en plazas complicadas como Atenas y Málaga. Asaltar el Palau reafirmaría el inicio soñado para Chus, que sigue ganándose el respeto de sus pupilos a marchas forzadas. Al frente de todos ellos, un Tavares imperial en la Supercopa y con el hambre de siempre bajo los aros.