Hallazgo inaudito de la NASA: descubren una mancha negra que puede ser un peligro
La Tierra, por más que avancemos tecnológicamente y exploremos cada rincón de su superficie, sigue sorprendiéndonos con misterios que desafían nuestra comprensión. Desde el espacio, donde la mirada es más global y se escapan menos detalles, surgen fenómenos que despiertan tanto la curiosidad científica como la del público en general. Uno de los hallazgos más recientes de la NASA es una mancha negra de enormes proporciones en pleno corazón del desierto del Sáhara. Lo que a primera vista parece un simple contraste visual, es en realidad un extenso campo volcánico llamado Haruj, cuya superficie está cubierta de lava solidificada..
Este paisaje negro contrasta dramáticamente con la arena clara del desierto que lo rodea. No es un cráter, ni una zona con agua ni una anomalía técnica. Es una zona volcánica fosilizada, con más de 150 conos volcánicos esparcidos por una superficie de aproximadamente 44.000 kilómetros cuadrados. Para ponerlo en perspectiva, es más grande que muchas comunidades autónomas de España, como Aragón.
La mancha negra captada por la NASA
Lo que hace particularmente interesante al macizo de Haruj no es sólo su tamaño, sino su origen. A diferencia de otras regiones volcánicas que se forman por fracturas tectónicas, Haruj surgió por una pluma del manto, es decir, un penacho de roca fundida que emergió desde lo más profundo de la Tierra. Esto lo convierte en un fenómeno raro y valioso para los geólogos, pues ofrece una visión clara de procesos internos del planeta que generalmente permanecen ocultos.
Aunque el aspecto visual de Haruj desde el espacio puede generar inquietud, los expertos aseguran que, por el momento, no representa una amenaza directa. No hay evidencia de actividad volcánica reciente ni de emisiones que pudieran indicar una inminente erupción. Sin embargo, el hecho de que muchos de sus conos estén considerados «dormidos» y no extintos del todo sugiere es necesario vigilarlo.
Este tipo de formaciones volcánicas son consideradas «cicatrices» del planeta, marcas que revelan antiguos episodios de gran intensidad geológica. La mancha negra del Sáhara, por tanto, no es solo una curiosidad visual, sino una clave para entender cómo ha evolucionado la Tierra y cómo podrían comportarse otras regiones similares en el futuro.
Un desierto con historia verde
Uno de los aspectos que más llama la atención del hallazgo de Haruj es su contexto: el desierto del Sáhara. Hoy considerado uno de los lugares más áridos e inhóspitos del planeta, no siempre fue así. Hace entre 5.000 y 10.000 años, esta vasta región africana era verde, con abundante vegetación, fauna y lagos. La transición hacia el actual desierto fue gradual, influenciada por cambios climáticos naturales y, posiblemente, por la actividad humana.
En este contexto, Haruj no sólo representa un testimonio volcánico, sino también un marcador del paso del tiempo. Su lava petrificada, mezclada con arena del desierto, habla de un paisaje que ha cambiado radicalmente en los últimos milenios. Algunas áreas cercanas aún conservan oasis y huellas de antiguos ríos, lo que confirma que la actual aridez no es una constante histórica, sino una fase más de una región dinámica y cambiante.
Un fenómeno visible incluso desde el espacio
Las imágenes de Haruj captadas por satélites como Landsat y otras misiones de la NASA destacan por el fuerte contraste entre la mancha negra y la arena amarilla. Desde el espacio, la zona parece absorber la luz, como si fuera un gran agujero terrestre. Este efecto se debe a la composición oscura de la roca volcánica, que no refleja la luz solar de la misma manera que la arena.
Además, algunas zonas del campo volcánico presentan fisuras y depresiones donde se acumula arena brillante, lo que acentúa el contraste visual. Esta mezcla de materiales genera una especie de mosaico natural que, aunque parece uniforme desde lejos, esconde una gran complejidad geológica y paisajística.
Más allá del asombro visual, el descubrimiento tiene implicaciones importantes para la ciencia. Estudiar formaciones como Haruj permite entender mejor la dinámica del manto terrestre, el comportamiento de las plumas volcánicas y su relación con la superficie. También abre la puerta a nuevas investigaciones sobre cómo este tipo de actividad geológica afecta a la evolución del clima, la flora y la fauna.
El macizo de Haruj es un recordatorio poderoso de que la Tierra es un sistema vivo, en constante evolución. Aunque hoy esté en reposo, sus orígenes están ligados a fuerzas descomunales que moldearon continentes y crearon océanos. Su mera existencia, visible desde cientos de kilómetros de altura, nos obliga a mirar más allá de la superficie y a considerar el papel que juega la geología en nuestra historia colectiva.
La mancha negra del Sáhara captada por la NASA, lejos de ser una simple curiosidad geográfica, representa un archivo abierto de la historia volcánica de la Tierra. A medida que los satélites continúan escaneando la superficie terrestre con mayor precisión, es probable que descubramos más formaciones como Haruj.
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