La asesina de Gabriel se negó a colaborar con la Guardia Civil en la reconstrucción de los hechos
En su foto de perfil de WhatsApp, Ana Julia Quezada lucía aún un retrato del pequeño Gabriel Cruz. Lleva detenida en la comandancia de la Guardia Civil de la capital almeriense, a pocos metros de donde familiares y amigos velan el cuerpo del pequeño, desde el domingo al mediodía. Este lunes ha acompañado a los agentes de la benemérita y a la comitiva judicial a la reconstrucción de los hechos. Ana Julia se ha negado a colaborar con los agentes.
El vehículo que trasladaba a Quezada salió de la comandancia de la Guardia Civil acompañado de tres vehículos más mientras otro cortaba la calle alrededor de las 14:40 del mediodía. En poco más de media hora, recorrieron los cerca de cuarenta kilómetros que hay hasta Rodalquilar, el lugar de donde minutos antes de ser detenida sacó el cuerpo de Gabriel, envuelto en una manta y lleno de barro, de un pozo que había en una finca propiedad de la familia paterna del menor. Ese fue el primer punto donde los investigadores centraron las pesquisas.
Durante cerca de dos horas, agentes de la Guardia Civil inspeccionaron el pozo acompañados en todo momento de la detenida, que 24 horas antes no se había dado cuenta que a pocos metros de ella, escondidos en unos arbustos, agentes de paisano le estaban grabando mientras cargaba en el maletero de su vehículo el cuerpo inerte de Gabriel.
Durante la reconstrucción, en la finca de Isleta del Moro, donde también estaban el juez Rafael Soriano y la fiscal, los perros especializados de la Guardia Civil se revolvieron sobre una zona de tierra, lo que hace pensar a los investigadores, junto con las marcas de haber sido agarrado en la zona de las muñecas, que antes de meterlo en el pozo Quezada arrastró al menor por el suelo. Pero también dan por seguro que Gabriel no estuvo ahí los 12 días que permaneció desaparecido, creen que lo escondió en algún otro lugar aún por determinar.
Finalizada la reconstrucción de los hechos en Rodalquilar, a gran velocidad, los vehículos policiales que custodiaban a Quezada se desplazaron hasta Vícar, a unos 20 kilómetros de Almería hacia el sur, para registrar el domicilio al que pretendía entrar cuando fue sorprendida por los agentes.
Fue en Vícar cuando se vivió uno de los momentos más tensos de la jornada, cuando varios vecinos intentaron agredir físicamente a la autora de la muerte de Gabriel acercándose hacia ella de forma violenta y con gritos de ¡asesina! La Guardia Civil, que subió con rapidez a la mujer en el vehículo para llevarla de nuevo a comisaría, tuvo que agarrar por el cuello a alguno de los exaltados para evitar la agresión.
Los investigadores, que pretenden agotar las 72 horas de detención antes de poner a la acusada a disposición del Juzgado de Instrucción de Almería, volverán a acudir hoy a algunos de los puntos claves durante la jornada de desaparición de Gabriel, para buscar nuevas pruebas que ayuden a esclarecer el caso.
Celosa, fría y sin empatía
Ana Julia Quezada es una mujer sin sentimientos. Así lo manifiestan quienes la conocen. Celosa de la relación que su novio mantenía con su hijo de 8 años, la Guardia Civil apunta hacia esa dirección para establecer un móvil del crimen.
Quezada era una mujer fría, sin empatía, de corazón helado. Sus vecinos de cuando vivía en Burgos aseguran que mintió muy bien, cuando su hija de cuatro años cayó por el balcón, para hacer creer a los investigadores que fue una muerte accidental. Una mentira, cuenta una vecina, que han vuelto a ver en su cara en las últimas jornadas cuando aparecía en los medios de comunicación junto al padre de Gabriel o participando en el diapositivo de búsqueda.
Quezada tuvo la sangre fría de coger una camiseta que llevaba puesta Gabriel el día de su asesinato, ensuciarla en barro y hacer ver que la encontraba en un punto cercano al lugar donde desapareció el pequeño, para evitar así que los investigadores se detuvieran mucho tiempo en la finca donde realmente estaba escondido el cuerpo del menor.
La mujer, que poco antes del terrible suceso avisó al niño advirtiéndole que si veía a algún desconocido, echara a correr, se encargó de que cuando Gabriel estaba en peligro, el pequeño no corriera. Y es que quien le seguía, desde un minuto después de salir del domicilio, era la novia de su padre, ninguna desconocida. O tal vez sí, viendo cómo ha actuado.
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