Vicente Gil: «Francia, inmigración e Islam: Europa va camino de su propio suicidio»
Europa camina hacia su propio suicidio. Leemos estos días que Francia respira aliviada por el resultado del domingo.
Y yo me pregunto: ¿Dónde está el alivio? ¿De qué se ha librado Francia con la victoria de la extrema izquierda de Mélenchon y su Frente Popular?
Francia es la expresión máxima del fracaso del multiculturalismo. Alemania, Bélgica, los países nórdicos… están probando su propia medicina del buenismo de la izquierda que ha metido en Europa a miles de inmigrantes irregulares de África y el Magreb, musulmanes, que vienen a aprovecharse de nuestro sistema sin respetar ni nuestro sistema, ni nuestras leyes, ni nuestros valores. Europa se construyó sobre los cimientos de la cultura judeo-cristiana. La izquierda se ha dedicado a volarlos sirviendo sus propios intereses pérfidos.
Francia, como Bélgica, fueron la avanzadilla de este proceso degenerativo social. Su descolonización hace ya décadas ha llevado a tener tres y cuatro generaciones de inmigrantes completamente desubicados y, en absoluto, integrados, que se sienten cualquier cosa antes que francés o belga y en la búsqueda de una identidad se han abrazado al Islam. La expresión máxima fueron los atentados terroristas que vivimos hace una década al ritmo de la guerra en Siria. Los grandes atentados desaparecieron, pero un cierto terrorismo de baja intensidad sigue sembrando el miedo en las calles de Europa en forma de inseguridad, violencia, violaciones y robos que van cambiando el panorama de numerosos barrios y ciudades. También en España, por supuesto.
La delincuencia no es sólo delincuencia. La delincuencia es un arma ideológica (la izquierda lo sabe y lo practica) para amedrentar a la población, para recluirla en sus casas por miedo y para hacer perder la calle a los ciudadanos honrados.
La pérdida de la identidad de nuestras calles es creciente. Barrios de París, Malmo, Berlín o Bruselas son -sólo- ya extensiones de cualquier ciudad africana. En muchos lugares van constituyéndose en partidos con éxito electoral y ganando cuotas de poder político municipal. Acabamos de vivirlo en el Reino Unido.
Cuando la población musulmana supera el 15%, se hace con las calles. Domina la escena. Se impone ambientalmente. Probablemente esto no ha llegado a los barrios ricos donde el establishment de la izquierda y la derecha que maneja Europa vive protegido en sus burbujas con vallas, alambradas y guardias de seguridad.
Mbappé vivía en lo mejorcito de París y ahora vivirá en La Finca, en Pozuelo de Alarcón. Acérquense ustedes a La Finca. Traten de colarse en la urbanización o de robar en la casa de Mbappé. El francés vive en su mundo. Otro futbolista, el alemán Toni Kross, ha decidido quedarse en España a vivir su retiro. Kross ha dicho con claridad: «Alemania no es lo que era. No reconozco la Alemania que dejé hace 10 años. La sensación de seguridad ha desaparecido. Si alguien me preguntara si dejaría salir a su hija en Alemania a las 11 de la noche le diría que no».
La realidad de la inmigración, de la delincuencia, de los robos y las violaciones se viven en los barrios populares de las ciudades europeas. Esto no sería un problema si toda la inmigración estuviera integrada en el sistema y no sólo beneficiándose del sistema, deseara integrarse en él (sin renunciar a sus creencias) y respetara las leyes y las costumbres de las sociedades que les han acogido. Pero no es así. Aceptémoslo.
Barrios europeos enteros se han convertido en ghuettos donde imponen, silenciosamente, sus leyes religiosas absolutamente contrarias a los valores de nuestras democracias, empezando por la sumisión de la mujer. Son barrios enteros donde ni la policía puede entrar, las no go zone, y donde, además, hay un proceso creciente de eliminación y sustitución de la población original, en su mayoría personas mayores de esta Europa envejecida.
Esta Europa que no tiene hijos porque el establishment nos dice que nos resignemos a no tener hijos ni familia, que ya nos pagarán los inmigrantes las pensiones (¡mentira!), que nos conformemos con trabajos de mierda de menos de mil euros y que tratemos de ser felices, y además ecológicos, teniendo un patinete y un perro en vez de hijos, mientras ellos (la inmigración musulmana) recluye a sus mujeres como conejos para hincharse a tener descendencia y ser mayoría demográfica en Europa en breve. Es cuestión de tiempo. Sólo de tiempo. Una cuarta parte de una ciudad como Barcelona ya es extranjera. Ellos saben que su sentido del tiempo es distinto al nuestro en Occidente. Mientras tanto, van ganando el espacio público y, poco a poco, se harán con el político.
Esta es la realidad que ha llegado ya a Francia y a Europa y que llegará a España si no se corta el grifo y se cambian las políticas de manera radical. Y cortar el grifo, en esta Europa insolidaria donde cada uno va a lo suyo, es hacer respetar -al precio que sea- nuestras fronteras para evitar que sigan llegando cayucos llenos a Canarias, Andalucía, Murcia, Baleares, Ceuta o Melilla. No hay otra. Cortar radicalmente el grifo en la frontera al precio que sea para que las mafias y sus estafados clientes se enteren y nos respeten. Y luego, por supuesto, hacer política dentro y fuera de España. Incluida la integración. Lo que no puede ser es barra libre.
España no está aún en el punto de Francia, Bélgica, Holanda, Alemania o los países nórdicos, pero empieza a estarlo en los niveles de okupación de los espacios públicos y privados (viviendas) y en delincuencia e inseguridad.
¿De qué se ha librado Francia evitando que gobierne Le Pen?, como nos dice el establishment de la izquierda y de la derecha tonta europea.
Por lo pronto, para celebrar la victoria del Frente Popular, una mezcla multitudinaria de izquierda-mugre y numerosos inmigrantes tomaron las calles de París y las arrasaron, comercios incluidos. ¿Se dieron ustedes cuenta de que, en esas manifestaciones, había más banderas de Palestina que de Francia o, directamente, no había ni una sola bandera de Francia?
¿De qué se ha librado Francia? Estos son datos del ministerio del Interior francés. Año 2022. Últimos registros oficiales.
95.000 agresiones sexuales al año (246 por día), 28.000 violaciones al año (76 por día). El 77% de los violadores en París eran extranjeros. Ningún año han bajado del 50%. 100 ataques con cuchillo por día. 1.000 homicidos al año. 306.000 agresiones físicas (en España, apenas 20.000). 584.000 hurtos. 225.000 robos de coches (en España, 26.000). 390.000 asaltos a domicilios.
¿De qué se ha librado Francia?, pregunto.
Europa va camino de un suicidio colectivo consentido desde dentro. Un enorme ejercicio de ingeniería social está en marcha para beneficiar a quienes quieren imponer un nuevo orden lejos de nuestros valores.
En pocas décadas, Europa será más vieja todavía. Las (pocas) nuevas generaciones pretenden, además, que crezcan en eso que llaman ideología de género, que no es más que la ideología del mal. Individuos que desde la escuela no sepan lo que son, sin identidad y, por tanto, manipulables y acríticos.
La misma televisión pública que nos dice que «por humanidad» hay que mantener aquí a los Menas «porque traen mucho talento». Sólo el 23% de la población inmigrante que vive en España tiene estudios universitarios, según Cáritas. Un tercio ha conseguido la nacionalidad.
¿Vamos en España a dejar que lleguemos a esos niveles o vamos a poner orden y control ya? No duden de que llegaremos si esto sigue así. Ocurrirá si no se hace nada ya. Y el primer paso es ser valientes. Hablar con claridad. No ponerse la venda en los ojos. No decirles a los ciudadanos que son gilipollas porque esa realidad que ellos ven en sus barrios, asomándose a la ventana de su casa, no existe.
El violador de una menor en Igualada, a la que ha destrozado psíquica y físicamente para siempre (un año ingresada en un hospital), era un extranjero en situación irregular. La mayoría de delitos en España, proporcionalmente, los cometen extranjeros. El incremento de agresiones sexuales y violaciones se debe a extranjeros, aunque en los medios haya miedo a contarlo por si la izquierda les tacha de fachas o racistas o les quitan las ayudas oficiales con las que subsisten.
Europa debe abrir los ojos ya. La gran Oriana Fallaci, periodista italiana, reportera en mil conflictos, que conocía los países musulmanes como nadie, lo tuvo claro ya hace décadas.
Oriana Fallaci salió de su retiro voluntario del mundo al asistir -horrorizada- en 2001 a los atentados del 11S contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Escribió, entonces, 2001, este libro ‘La Rabia y el Orgullo’ donde puede leerse: «Hay momentos en la vida en los que callar se convierte en una culpa y hablar en una obligación. Un deber civil, un desafío moral, un imperativo categórico del que uno no se puede evadir».
En La Rabia y el Orgullo escribió Oriana Fallacia: «Los 15 millones de musulmanes que hoy viven en Europa (¡quince!) son solamente los pioneros de las futuras oleadas. Y créeme: vendrán cada vez más. Exigirán cada vez más. Pues negociar con ellos es imposible. Tratarlos con indulgencia o tolerancia o esperanza, un suicido. Y cualquiera que piense lo contrario es un pobre tonto». Era 2001. Han pasado 23 años.
Oriana, que era valiente como nadie, se fue en 2005 a Wall Street a decirles a los ricos que financian la cultura woke multicultural y verde que nos están imponiendo: “Europa ya no es Europa. Es Eurabia, una colonia del Islam. El servilismo hacia los invasores ha envenenado nuestras democracias con consecuencias obvias para la libertad de pensamiento y para el concepto mismo de la libertad».
Esa es la clave. La libertad con la que nos llenamos la boca. Hoy ya no es sólo «comunismo o libertad», como repitió Ayuso hace unos días al prestigioso The Times. Hoy ya es también: «Islam o libertad». Porque son, sencillamente, incompatibles. Esto nada tiene que ver con la inmigración honrada. Piénselo, presidenta Ayuso. Usted es periodista. Seguro que ha leído a Oriana Fallaci. Haga caso a los que hemos visto, modestamente, muchas cosas por ahí fuera.
Y piénsenlo todos ustedes. ¿De qué se ha librado Francia este domingo?
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