Las normas las deben cumplir todos menos Armengol
La multa -multimillonaria- a los asistentes a la fiesta en un caserón de Son Vida durante el confinamiento decretado por el propio Govern balear no pasaría de ser una sanción, que de ser discutible debería resolverse en los tribunales, hasta que la presidenta socialista Francina Armengol no ha sido capaz de mantenerse al margen, sentenciando que «las normas están para cumplirse». ¿Lo dice en serio? En el incidente de Son Vida quien intervino fue la Policía Local de Palma, que mira por dónde es la misma que también lo hizo en el incidente del Hat Bar, pillando en situación sancionadora a la propia Armengol, y conviene no olvidarlo: idéntica situación sancionadora, es decir, ser pillados y ella pillada con su séquito, en horas prohibidas.
Hay que recordar en este sentido que en el caso de Armengol desapareció el expediente como por arte de magia, hasta que la presión mediática ganó el pulso, rescatándose el documento y la socialista Armengol, obligada sin demora a pedir disculpas. Bueno, lo cierto es que se tomó unos días.
Disculpa, según la RAE: «Razón que se da para purgar una culpa». Esto es, que al pedir disculpas Francina Armengol reconocía los hechos. Aquí lo dejo, no sin antes dejar constancia de que su falta de ejemplaridad es idéntica a la de los jóvenes de la fiesta en Son Vida. Resulta indiferente la hora en que se denunciaron los hechos, porque en ambos casos ya estaba en vigor la hora de confinamiento, que afectó al 1.200.000 ciudadanos en Baleares, todos obligados a encerrarse en sus casas, chabolas o cajas de cartón.
El caso de Son Vida, que al igual que lo sucedido en el Hat Bar no tiene nada de ejemplar, ha regresado al primer plano ante las dudas de que sea ajustado a derecho el abultado montante de la multa que deberán pagar esos jóvenes pillados en actitud irresponsable. Lo cierto es que están en su derecho de ir a cuestionar la resolución del expediente acudiendo a los tribunales. Pero la socialista Francina Armengol, que confiemos tenga los días contados en el Consolat de Mar, no ha sido capaz de guardar silencio, más si cabe cuando ella fue protagonista de una situación punible por ser en horas prohibidas.
Por cierto, mayestática fotografía en la que vemos con rostro compungido a Francina Armengol y a su lado, una sonriente Isabel Díaz Ayuso, bandera de España en mano, durante el desfile en Madrid. Tal vez estaba pensando la inquera en la pena que le daba el cierre del Hat Bar.
Si entonces, inicialmente, el expediente del Hat Bar desapareció, pasado el tiempo cabe preguntarse si ante el silencio de la prensa apesebrada, quedó en el olvido la sanción en el caso de Armengol y su séquito. Es por ello que clama al cielo que esta mujer cometa la indignidad de afirmar: «Las normas se deben cumplir». Me retractaré sólo en el caso de que Francina Armengol enseñe el documento de pago de la sanción que le correspondiera.
Insisto en que en absoluto es ejemplar el comportamiento de los jóvenes de Son Vida, como tampoco lo es el de Armengol y su séquito en el Hat Bar.
Conviene recordar que el confinamiento autonómico decretado en el caso de Baleares fue de los más severos en el conjunto de España, si no el más. Se dijo entonces en abundancia que el severo y prolongado cierre del ocio nocturno iba a provocar incontables fiestas ilegales, mientras se hundía el negocio de los empresarios de la noche. Lo que convierte en una actitud de enorme irresponsabilidad que Armengol se fuera de copas al filo del cierre que ella misma había decretado. Armengol fue una irresponsable sin más.
Y puesto que se le ha llenado su boca autosuficiente con «las normas están para cumplirse», no habría nada que objetar si ella misma ha apechugado con los 60.000 euros que se piden a cada uno de los jóvenes de Son Vida.
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